El Papa en la sinagoga de Roma: “No a toda forma de antisemitismo”
Bergoglio dice que la violencia "está en contradicción con cualquier religión" y rinde homenaje a las víctimas del Holocausto
Pablo Ordaz
Roma, El País
Hace 30 años, Juan Pablo II se convirtió en el primer papa en visitar el Templo Mayor, la principal sinagoga de Roma, una ciudad que el 16 de octubre de 1943 sufrió la deportación de más de mil hombres, mujeres y niños judíos con destino a Auschwitz. Muy pocos sobrevivieron. Siguiendo los pasos de Karol Wojtyla en 1986 y de Joseph Ratzinger en 2010, el papa Francisco ha atravesado el Tíber para rendir homenaje a las víctimas del holocausto y, en su memoria, pedir la “máxima vigilancia para poder intervenir a tiempo en defensa de la dignidad humana y de la paz”. Jorge Mario Bergoglio ha clamado: “No a toda forma de antisemitismo”.
El Papa, cuyo discurso ha sido interrumpido con frecuencia por los aplausos de la comunidad hebrea de Roma, ha recordado que el Concilio Vaticano II –del que recientemente se cumplió el 50º aniversario—abrió el camino del “diálogo sistemático” entre la Iglesia católica y el judaísmo. “La indiferencia y la oposición”, ha dicho Bergoglio, “se convirtieron en colaboración y benevolencia. De enemigos y extraños, nos convertimos en amigos y hermanos (…). Queridos hermanos mayores, entre nosotros ha crecido la comprensión recíproca, la confianza mutua y la amistad”.
El Papa ha advertido de que, además de las cuestiones teológicas, no se pueden perder de vista los grandes desafíos de la humanidad, entre los que ha destacado la defensa del medioambiente. “Cristianos y judíos”, ha dicho, “podemos y debemos ofrecer a la humanidad entera el mensaje de la Biblia sobre el cuidado de la creación. Conflictos, guerras, violencias e injusticias abren heridas profundas en la humanidad y nos llaman a reformar el esfuerzo por la paz y la justicia. La violencia del hombre contra el hombre está en contradicción con cualquier religión digna de este nombre, y en especial con las tres grandes religiones monoteístas (…). Cada ser humano es nuestro hermano, independientemente de su origen y de su pertenencia religiosa”.
Antes de Bergoglio, han intervenido tres altos representantes de la comunidad judía en Roma. Tanto el jefe de los rabinos, Riccardo Di Segni, como el presidente de las comunidades hebreas en Italia, Renzo Gattegna, se han centrado en cuestiones religiosas y en las buenas relaciones que el Papa, ya desde su época de arzobispo en Buenos Aires, mantiene con el pueblo judío. La intervención más beligerante ha correspondido a Ruth Dureghello, la presidenta de la comunidad hebrea en Roma. “Su viaje a Israel”, se ha dirigido a Francisco, “ha sido un acto importante para nosotros. Usted ha usado palabras de profundo respeto para el Estado Hebreo deseando que pueda vivir en paz y seguridad. Para ver todo esto realizado, debemos recordar que la paz no se conquista diseminando el terror con los cuchillos en la mano, no se conquista derramando sangre en las calles de Jerusalén, de Tel Aviv… No se conquista cavando túneles, no se conquista lanzando misiles. ¿Podemos afrontar un proceso de paz contando los muertos del terrorismo? No. Todos nosotros debemos pedirle al terrorismo que pare. No solo al terrorismo de Madrid, Londres, Bruselas y París, sino también a aquel que golpea todos los días Israel. El terrorismo nunca tiene justificación”.
Dureghello se ha referido a la psicosis de miedo que vive Roma ante posibles ataques terroristas. “Muchos se preguntan”, ha dicho, “si el terrorismo islámico golpeará Roma. Señores, Roma ya ha sido golpeada. Un solo nombre: Stefano Gaj Taché, de dos años de edad, asesinado el 9 de octubre de 1982 por un comando de terroristas palestinos”. La visita del papa Francisco a la sinagoga mayor de Roma se ha desarrolla entre grandes medidas de seguridad que han incluido el corte al tráfico de las calles adyacentes y la obligatoriedad de entrar en la zona bajo arcos de seguridad. El momento más emotivo se ha producido cuando Bergoglio ha rendido homenaje a los supervivientes del exterminio nazi presentes en el Templo Mayor.
Pablo Ordaz
Roma, El País
Hace 30 años, Juan Pablo II se convirtió en el primer papa en visitar el Templo Mayor, la principal sinagoga de Roma, una ciudad que el 16 de octubre de 1943 sufrió la deportación de más de mil hombres, mujeres y niños judíos con destino a Auschwitz. Muy pocos sobrevivieron. Siguiendo los pasos de Karol Wojtyla en 1986 y de Joseph Ratzinger en 2010, el papa Francisco ha atravesado el Tíber para rendir homenaje a las víctimas del holocausto y, en su memoria, pedir la “máxima vigilancia para poder intervenir a tiempo en defensa de la dignidad humana y de la paz”. Jorge Mario Bergoglio ha clamado: “No a toda forma de antisemitismo”.
El Papa, cuyo discurso ha sido interrumpido con frecuencia por los aplausos de la comunidad hebrea de Roma, ha recordado que el Concilio Vaticano II –del que recientemente se cumplió el 50º aniversario—abrió el camino del “diálogo sistemático” entre la Iglesia católica y el judaísmo. “La indiferencia y la oposición”, ha dicho Bergoglio, “se convirtieron en colaboración y benevolencia. De enemigos y extraños, nos convertimos en amigos y hermanos (…). Queridos hermanos mayores, entre nosotros ha crecido la comprensión recíproca, la confianza mutua y la amistad”.
El Papa ha advertido de que, además de las cuestiones teológicas, no se pueden perder de vista los grandes desafíos de la humanidad, entre los que ha destacado la defensa del medioambiente. “Cristianos y judíos”, ha dicho, “podemos y debemos ofrecer a la humanidad entera el mensaje de la Biblia sobre el cuidado de la creación. Conflictos, guerras, violencias e injusticias abren heridas profundas en la humanidad y nos llaman a reformar el esfuerzo por la paz y la justicia. La violencia del hombre contra el hombre está en contradicción con cualquier religión digna de este nombre, y en especial con las tres grandes religiones monoteístas (…). Cada ser humano es nuestro hermano, independientemente de su origen y de su pertenencia religiosa”.
Antes de Bergoglio, han intervenido tres altos representantes de la comunidad judía en Roma. Tanto el jefe de los rabinos, Riccardo Di Segni, como el presidente de las comunidades hebreas en Italia, Renzo Gattegna, se han centrado en cuestiones religiosas y en las buenas relaciones que el Papa, ya desde su época de arzobispo en Buenos Aires, mantiene con el pueblo judío. La intervención más beligerante ha correspondido a Ruth Dureghello, la presidenta de la comunidad hebrea en Roma. “Su viaje a Israel”, se ha dirigido a Francisco, “ha sido un acto importante para nosotros. Usted ha usado palabras de profundo respeto para el Estado Hebreo deseando que pueda vivir en paz y seguridad. Para ver todo esto realizado, debemos recordar que la paz no se conquista diseminando el terror con los cuchillos en la mano, no se conquista derramando sangre en las calles de Jerusalén, de Tel Aviv… No se conquista cavando túneles, no se conquista lanzando misiles. ¿Podemos afrontar un proceso de paz contando los muertos del terrorismo? No. Todos nosotros debemos pedirle al terrorismo que pare. No solo al terrorismo de Madrid, Londres, Bruselas y París, sino también a aquel que golpea todos los días Israel. El terrorismo nunca tiene justificación”.
Dureghello se ha referido a la psicosis de miedo que vive Roma ante posibles ataques terroristas. “Muchos se preguntan”, ha dicho, “si el terrorismo islámico golpeará Roma. Señores, Roma ya ha sido golpeada. Un solo nombre: Stefano Gaj Taché, de dos años de edad, asesinado el 9 de octubre de 1982 por un comando de terroristas palestinos”. La visita del papa Francisco a la sinagoga mayor de Roma se ha desarrolla entre grandes medidas de seguridad que han incluido el corte al tráfico de las calles adyacentes y la obligatoriedad de entrar en la zona bajo arcos de seguridad. El momento más emotivo se ha producido cuando Bergoglio ha rendido homenaje a los supervivientes del exterminio nazi presentes en el Templo Mayor.