EE UU y Rusia relanzan los contactos sobre la crisis en Ucrania
La reunión confidencial de dos altos funcionarios alienta un relanzamiento del pacto de Minsk
Pilar Bonet
Moscú, El País
Una reunión confidencial a puerta cerrada entre dos altos funcionarios de Rusia y EE UU el viernes por la tarde en el enclave ruso de Kaliningrado, en la costa del Báltico, indica el deseo de mejorar el clima entre los dos países y podría perfilar una vía de solución para la castigada región industrial ucrania de Donbás.
Esta era la impresión cuando la cita entre Victoria Nuland, la subsecretaria de Estado estadounidense y Vladislav Surkov, el ayudante del presidente ruso Vladímir Putin superaba ya las tres horas y media de duración y no se había dado aún por terminada. Los altos funcionarios se reunieron en una de las residencias oficiales que el líder del Kremlin tiene a lo largo y ancho de la geografía rusa, en este caso en la localidad de Pionersk.
Oficialmente, nada se había filtrado sobre la reunión, que tiene lugar sobre el telón de fondo del creciente deterioro de la economía rusa y del estancamiento del proceso de Minsk para pacificar las dos provincias orientales de Ucrania en la cuenca carbonífera de Donbás (Donetsk y Lugansk) desgarradas por los enfrentamientos entre las autoridades centrales en Kiev y los separatistas prorrusos, apoyados económica y militarmente por Moscú.
El proceso de Minsk, en el que participan Rusia, Ucrania, Francia y Alemania (pero no EE UU), ha tenido que prorrogarse a este año, al no haberse cumplido el plan fijado para fines de 2015. En febrero del año pasado las partes en conflicto aceptaron una franja de separación bélica sobre el terreno y una retirada de armamento desde la línea de frente. Entre el territorio controlado por Kiev y el que está bajo control de las autodenominadas repúblicas populares de Donetsk (RPD y RPL) rige un alto el fuego, que de vez en cuando se ve quebrado por transgresiones, en ocasiones con víctimas mortales. Sin embargo, las visiones dispares del futuro por parte de Kiev y de los separatistas bloquea la solución política de futuro para un conflicto en el que han fallecido oficialmente más de 8.000 personas.
Kiev solo está dispuesta a descentralizar y delegar poder de forma limitada. Las autoridades temen que ir más lejos fomentara y legitimara tendencias separatistas; mientras, los representantes de las RPD y RPL no renuncian al grado de autonomía factual conseguida, el cual, sin embargo, no llega a la integración con Rusia a la que aspiraban en la primavera de 2014, en parte alentados por la anexión rusa de Crimea y la propaganda del Kremlin sobre el carácter ruso de una amplia zona de Ucrania. En la RPD y RPL residen cerca de cuatro millones de personas, que subsisten en un entorno industrial degradado y en condiciones económicas precarias, con la ayuda económica y social de Moscú y de empresarios que, como Rinat Ajmétov, tienen negocios en la zona. Ajmétov, el que fuera el hombre más rico de Ucrania, reside fuera de Donbás y paga sus impuestos en Ucrania, pero mantiene un acuerdo como mínimo tácito con los separatistas, que también dependen de este patrón para asegurar el trabajo y los pagos de salarios de una buena parte de la población. El comercio en las repúblicas insurgentes se lleva a cabo en rublos mayoritariamente. Los secesionistas presionan a Moscú para que les sean expedidos pasaportes rusos que legalicen su situación, siguiendo el modelo que Rusia empleó para convertir en ciudadanos rusos a los habitantes de otros territorios conflictivos de la ex URSS.
Pilar Bonet
Moscú, El País
Una reunión confidencial a puerta cerrada entre dos altos funcionarios de Rusia y EE UU el viernes por la tarde en el enclave ruso de Kaliningrado, en la costa del Báltico, indica el deseo de mejorar el clima entre los dos países y podría perfilar una vía de solución para la castigada región industrial ucrania de Donbás.
Esta era la impresión cuando la cita entre Victoria Nuland, la subsecretaria de Estado estadounidense y Vladislav Surkov, el ayudante del presidente ruso Vladímir Putin superaba ya las tres horas y media de duración y no se había dado aún por terminada. Los altos funcionarios se reunieron en una de las residencias oficiales que el líder del Kremlin tiene a lo largo y ancho de la geografía rusa, en este caso en la localidad de Pionersk.
Oficialmente, nada se había filtrado sobre la reunión, que tiene lugar sobre el telón de fondo del creciente deterioro de la economía rusa y del estancamiento del proceso de Minsk para pacificar las dos provincias orientales de Ucrania en la cuenca carbonífera de Donbás (Donetsk y Lugansk) desgarradas por los enfrentamientos entre las autoridades centrales en Kiev y los separatistas prorrusos, apoyados económica y militarmente por Moscú.
El proceso de Minsk, en el que participan Rusia, Ucrania, Francia y Alemania (pero no EE UU), ha tenido que prorrogarse a este año, al no haberse cumplido el plan fijado para fines de 2015. En febrero del año pasado las partes en conflicto aceptaron una franja de separación bélica sobre el terreno y una retirada de armamento desde la línea de frente. Entre el territorio controlado por Kiev y el que está bajo control de las autodenominadas repúblicas populares de Donetsk (RPD y RPL) rige un alto el fuego, que de vez en cuando se ve quebrado por transgresiones, en ocasiones con víctimas mortales. Sin embargo, las visiones dispares del futuro por parte de Kiev y de los separatistas bloquea la solución política de futuro para un conflicto en el que han fallecido oficialmente más de 8.000 personas.
Kiev solo está dispuesta a descentralizar y delegar poder de forma limitada. Las autoridades temen que ir más lejos fomentara y legitimara tendencias separatistas; mientras, los representantes de las RPD y RPL no renuncian al grado de autonomía factual conseguida, el cual, sin embargo, no llega a la integración con Rusia a la que aspiraban en la primavera de 2014, en parte alentados por la anexión rusa de Crimea y la propaganda del Kremlin sobre el carácter ruso de una amplia zona de Ucrania. En la RPD y RPL residen cerca de cuatro millones de personas, que subsisten en un entorno industrial degradado y en condiciones económicas precarias, con la ayuda económica y social de Moscú y de empresarios que, como Rinat Ajmétov, tienen negocios en la zona. Ajmétov, el que fuera el hombre más rico de Ucrania, reside fuera de Donbás y paga sus impuestos en Ucrania, pero mantiene un acuerdo como mínimo tácito con los separatistas, que también dependen de este patrón para asegurar el trabajo y los pagos de salarios de una buena parte de la población. El comercio en las repúblicas insurgentes se lleva a cabo en rublos mayoritariamente. Los secesionistas presionan a Moscú para que les sean expedidos pasaportes rusos que legalicen su situación, siguiendo el modelo que Rusia empleó para convertir en ciudadanos rusos a los habitantes de otros territorios conflictivos de la ex URSS.