Alemania cerca a sus últimos terroristas
La policía identifica a los tres autores de dos asaltos fallidos como militantes aún en búsqueda de la RAF
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Luis Doncel
Berlín, El País
El último enigma de la RAF, el grupo terrorista de ultraizquierda que puso contra las cuerdas a la República Federal de Alemania en los años setenta, está más cerca de ser revelado. En los 18 años transcurridos desde la disolución de la Fracción del Ejército Rojo (RAF, también conocida como Baader-Meinhof por el nombre de sus fundadores), la policía ha tratado de localizar a tres militantes que parecían haberse evaporado de la tierra. Hasta ahora. Las pruebas del ADN han confirmado que el trío, formado por dos hombres y una mujer, es responsable de al menos dos atracos fallidos cometidos el año pasado.
Daniela Klette, Ernst-Volker Staub y Burhard Garweg pertenecían a lo que se denominó tercera generación de la RAF. La banda formada en 1970 al calor de los movimientos estudiantiles contra la guerra de Vietnam tuvo su epílogo a partir de los años ochenta, cuando una veintena de jóvenes retomó la guerrilla urbana comenzada por Andreas Baader y Ulrike Meinhof.
Treinta años más tarde, la actividad de los tres terroristas aún en la clandestinidad se ha desprendido de cualquier asomo de épica. Las autoridades no creen que los atracos del año pasado a vehículos que transportaban dinero respondan a un intento de fundar una cuarta generación de terroristas. La explicación es mucho más banal. Los cachorros del grupo que decía luchar contra el fascismo soterrado en las democracias occidentales se dedican ahora a cometer robos tan solo para financiar sus gastos.
La Fiscalía de Karlsruhe ha llegado a esta conclusión tras hallar restos de ADN en un coche abandonado por los tres enmascarados tras tratar de robar un millón de euros de un vehículo blindado situado en el aparcamiento de un supermercado cercano a la ciudad de Bremen. Seis meses más tarde, los mismos protagonistas cometieron un atraco parecido en Wolfsburgo. En ambos casos se fueron con las manos vacías.
La RAF llegó a su punto álgido del terror en 1977, en lo que se denominó el “otoño alemán”. Entre otros crímenes, asesinaron al jefe de la patronal Hans Martin Schleyer y secuestraron a través de un comando palestino un avión con más de 80 pasajeros. En total, el grupo asesinó al menos a 34 personas.
Casi medio siglo después de su fundación, la RAF es ahora un lejano recuerdo que reaparece, por ejemplo, con motivo de una exposición montada el año pasado por el berlinés Museo de Historia Alemana o con documentales como “Las consecuencias del delito”, en el que se narra la devastación que dejó el asesinato del banquero Jürgen Ponto en la familia de la terrorista responsable del crimen. Dos meses después de la muerte de Helmut Schmidt, el canciller que se enfrentó de forma inflexible a la RAF, parece que los antiguos terroristas tan solo pretenden asegurarse una jubilación.
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Luis Doncel
Berlín, El País
El último enigma de la RAF, el grupo terrorista de ultraizquierda que puso contra las cuerdas a la República Federal de Alemania en los años setenta, está más cerca de ser revelado. En los 18 años transcurridos desde la disolución de la Fracción del Ejército Rojo (RAF, también conocida como Baader-Meinhof por el nombre de sus fundadores), la policía ha tratado de localizar a tres militantes que parecían haberse evaporado de la tierra. Hasta ahora. Las pruebas del ADN han confirmado que el trío, formado por dos hombres y una mujer, es responsable de al menos dos atracos fallidos cometidos el año pasado.
Daniela Klette, Ernst-Volker Staub y Burhard Garweg pertenecían a lo que se denominó tercera generación de la RAF. La banda formada en 1970 al calor de los movimientos estudiantiles contra la guerra de Vietnam tuvo su epílogo a partir de los años ochenta, cuando una veintena de jóvenes retomó la guerrilla urbana comenzada por Andreas Baader y Ulrike Meinhof.
Treinta años más tarde, la actividad de los tres terroristas aún en la clandestinidad se ha desprendido de cualquier asomo de épica. Las autoridades no creen que los atracos del año pasado a vehículos que transportaban dinero respondan a un intento de fundar una cuarta generación de terroristas. La explicación es mucho más banal. Los cachorros del grupo que decía luchar contra el fascismo soterrado en las democracias occidentales se dedican ahora a cometer robos tan solo para financiar sus gastos.
La Fiscalía de Karlsruhe ha llegado a esta conclusión tras hallar restos de ADN en un coche abandonado por los tres enmascarados tras tratar de robar un millón de euros de un vehículo blindado situado en el aparcamiento de un supermercado cercano a la ciudad de Bremen. Seis meses más tarde, los mismos protagonistas cometieron un atraco parecido en Wolfsburgo. En ambos casos se fueron con las manos vacías.
La RAF llegó a su punto álgido del terror en 1977, en lo que se denominó el “otoño alemán”. Entre otros crímenes, asesinaron al jefe de la patronal Hans Martin Schleyer y secuestraron a través de un comando palestino un avión con más de 80 pasajeros. En total, el grupo asesinó al menos a 34 personas.
Casi medio siglo después de su fundación, la RAF es ahora un lejano recuerdo que reaparece, por ejemplo, con motivo de una exposición montada el año pasado por el berlinés Museo de Historia Alemana o con documentales como “Las consecuencias del delito”, en el que se narra la devastación que dejó el asesinato del banquero Jürgen Ponto en la familia de la terrorista responsable del crimen. Dos meses después de la muerte de Helmut Schmidt, el canciller que se enfrentó de forma inflexible a la RAF, parece que los antiguos terroristas tan solo pretenden asegurarse una jubilación.