Nikolai Belyaev, el último de los asaltantes del Reichstag
El soldado soviético, héroe de guerra de la URSS, participó en la batalla de Berlín en 1945
El País
Los ojos de Nikolai Belyaev, que el viejo héroe de guerra ha cerrado en San Petersburgo con 93 años, habían visto uno de los combates más salvajes y simbólicos de la Segunda Guerra Mundial: el asalto y toma del Reichstag, el antiguo Parlamento alemán, durante la conquista de Berlín por las tropas soviéticas en 1945. Belyaev era el último superviviente de las curtidas tropas que protagonizaron el ataque al Reichstag, el punto más simbólico de la capital del III Reich y que defendieron encarnizadamente los últimos soldados nazis. El episodio culminó con el célebre izamiento de la bandera roja con la hoz y el martillo en el tejado del devastado edificio, una imagen tan icónica (y tan discutida) de la segunda contienda como la de los marines con la enseña de las barras y estrellas en el monte Suribachi de Iwo Jima.
Belyaev, entonces un joven miembro del Komsomol, las juventudes comunistas, era soldado de uno de los tres regimientos —el 756º, de la 150ª división de fusileros del temido 3º Ejército de Choque— que asaltaron el Reichstag. Era el 30 de abril y Stalin había dado la orden de tomarlo a toda costa, como “corazón de la bestia fascista”, antes de la simbólica fecha del 1 de mayo. La división había sido provista incluso de una bandera roja para izarla en el techo. Así que allí fueron los soldados soviéticos a las 6 de la mañana con todo el ímpetu posible.
Pero el Reichstag —que paradójicamente había estado en desuso durante la mayor parte de la época nazi— se demostró un hueso muy difícil de roer. Los alemanes habían dispuesto un sistema de trincheras alrededor del edificio y varias secciones de terreno habían quedado inundadas a causa de los tremendos bombardeos de la zona, creando un foso aprovechable para la defensa. La infantería fue diezmada en los primeros ataques por el fuego cruzado de ametralladoras desde el propio Reichstag y la Ópera Kroll. Los soviéticos lograron apoyar los siguientes asaltos con artillería y tanques, pero el avance volvió a frenarse por los precisos disparos de los cañones antiaéreos alemanes instalados en la torre del zoo, a dos kilómetros de distancia. Durante todo el día —por la tarde del cual Hitler se suicidó en el cercano Bunker de la Cancillería— el Reichstag y las posiciones alemanas fueron objeto de un demoledor bombardeo ruso mediante 90 piezas de artillería y baterías de cohetes Katyusha. El edificio quedó como un colador. Los alemanes vieron cómo su perímetro defensivo se estrechaba mientras tropas soviéticas capturaban los edificios colindantes.
Hacia las seis de la tarde, efectivos del 380º y del 756º regimiento —el de Belyaev— de la 150ª división Idritskaya (que debía su nombre a su victoria en Idritsa en 1944) consiguieron llegar hasta el Reichstag, forzar la puerta principal e irrumpir en el vestíbulo, donde fueron acribillados desde lo alto por los defensores, un millar de alemanes entre los que se contaban soldados de la marina, de las SS y de la Juventudes Hitlerianas. Siguió una fiera lucha cuerpo a cuerpo por todo el interior del edificio, convertido en un caos de escombros entre los que los nazis se habían atrincherado. Por la noche, los soviéticos llegaron al tejado y según parece cerca de las 23.00 colocaron su bandera en una de las estatuas (no se pudo fotografiar porque no había luz), pero eso no significó el fin de los combates. En realidad, los alemanes continuaron luchando y contraatacando hasta el día siguiente. Finalmente, 300 alemanes se rindieron. Otros 200 habían muerto y 500 yacían heridos en el sótano. El control total del edificio no se logró hasta el 2 de mayo y fue entonces cuando se izó oficialmente la bandera y el fotógrafo Yevgeny Khaldei tomó la famosa instantánea del soldado colocándola. El acto se ha atribuido a diferentes individuos: oficialmente fueron Meliton Kantaria, georgiano, y Mikhail Yegoroy, ruso, pero Khaldei sostenía que la bandera la izaron el ucraniano Alyosha Kovalyov y Abdulkakim Ismaliov, de Daguestán.
Tras finalizar lo que para los rusos fue la Guerra Patriótica, Nikolai Belyaev sirvió en la Marina, en la flota del Pacífico. Después trabajó durante 40 años en la fábrica Bandera Roja. Hasta su muerte recordó con orgullo su participación en la toma del Reichstag y lució en las ocasiones solemnes una impresionante colección de medallas que prácticamente le cubrían el uniforme. A sus 93 años todavía llevaba un estilo de vida “activo”, según su amiga Valentina Ilyna, y ultimaba sus memorias de guerra. que está previsto vean ahora la luz y sin duda serán muy interesantes.
El País
Los ojos de Nikolai Belyaev, que el viejo héroe de guerra ha cerrado en San Petersburgo con 93 años, habían visto uno de los combates más salvajes y simbólicos de la Segunda Guerra Mundial: el asalto y toma del Reichstag, el antiguo Parlamento alemán, durante la conquista de Berlín por las tropas soviéticas en 1945. Belyaev era el último superviviente de las curtidas tropas que protagonizaron el ataque al Reichstag, el punto más simbólico de la capital del III Reich y que defendieron encarnizadamente los últimos soldados nazis. El episodio culminó con el célebre izamiento de la bandera roja con la hoz y el martillo en el tejado del devastado edificio, una imagen tan icónica (y tan discutida) de la segunda contienda como la de los marines con la enseña de las barras y estrellas en el monte Suribachi de Iwo Jima.
Belyaev, entonces un joven miembro del Komsomol, las juventudes comunistas, era soldado de uno de los tres regimientos —el 756º, de la 150ª división de fusileros del temido 3º Ejército de Choque— que asaltaron el Reichstag. Era el 30 de abril y Stalin había dado la orden de tomarlo a toda costa, como “corazón de la bestia fascista”, antes de la simbólica fecha del 1 de mayo. La división había sido provista incluso de una bandera roja para izarla en el techo. Así que allí fueron los soldados soviéticos a las 6 de la mañana con todo el ímpetu posible.
Pero el Reichstag —que paradójicamente había estado en desuso durante la mayor parte de la época nazi— se demostró un hueso muy difícil de roer. Los alemanes habían dispuesto un sistema de trincheras alrededor del edificio y varias secciones de terreno habían quedado inundadas a causa de los tremendos bombardeos de la zona, creando un foso aprovechable para la defensa. La infantería fue diezmada en los primeros ataques por el fuego cruzado de ametralladoras desde el propio Reichstag y la Ópera Kroll. Los soviéticos lograron apoyar los siguientes asaltos con artillería y tanques, pero el avance volvió a frenarse por los precisos disparos de los cañones antiaéreos alemanes instalados en la torre del zoo, a dos kilómetros de distancia. Durante todo el día —por la tarde del cual Hitler se suicidó en el cercano Bunker de la Cancillería— el Reichstag y las posiciones alemanas fueron objeto de un demoledor bombardeo ruso mediante 90 piezas de artillería y baterías de cohetes Katyusha. El edificio quedó como un colador. Los alemanes vieron cómo su perímetro defensivo se estrechaba mientras tropas soviéticas capturaban los edificios colindantes.
Hacia las seis de la tarde, efectivos del 380º y del 756º regimiento —el de Belyaev— de la 150ª división Idritskaya (que debía su nombre a su victoria en Idritsa en 1944) consiguieron llegar hasta el Reichstag, forzar la puerta principal e irrumpir en el vestíbulo, donde fueron acribillados desde lo alto por los defensores, un millar de alemanes entre los que se contaban soldados de la marina, de las SS y de la Juventudes Hitlerianas. Siguió una fiera lucha cuerpo a cuerpo por todo el interior del edificio, convertido en un caos de escombros entre los que los nazis se habían atrincherado. Por la noche, los soviéticos llegaron al tejado y según parece cerca de las 23.00 colocaron su bandera en una de las estatuas (no se pudo fotografiar porque no había luz), pero eso no significó el fin de los combates. En realidad, los alemanes continuaron luchando y contraatacando hasta el día siguiente. Finalmente, 300 alemanes se rindieron. Otros 200 habían muerto y 500 yacían heridos en el sótano. El control total del edificio no se logró hasta el 2 de mayo y fue entonces cuando se izó oficialmente la bandera y el fotógrafo Yevgeny Khaldei tomó la famosa instantánea del soldado colocándola. El acto se ha atribuido a diferentes individuos: oficialmente fueron Meliton Kantaria, georgiano, y Mikhail Yegoroy, ruso, pero Khaldei sostenía que la bandera la izaron el ucraniano Alyosha Kovalyov y Abdulkakim Ismaliov, de Daguestán.
Tras finalizar lo que para los rusos fue la Guerra Patriótica, Nikolai Belyaev sirvió en la Marina, en la flota del Pacífico. Después trabajó durante 40 años en la fábrica Bandera Roja. Hasta su muerte recordó con orgullo su participación en la toma del Reichstag y lució en las ocasiones solemnes una impresionante colección de medallas que prácticamente le cubrían el uniforme. A sus 93 años todavía llevaba un estilo de vida “activo”, según su amiga Valentina Ilyna, y ultimaba sus memorias de guerra. que está previsto vean ahora la luz y sin duda serán muy interesantes.