No solo violan a sus mujeres: también a las cooperantes de las ONG's que intentan ayudar a su pueblo
Javier Taeño | Gaceta trotamundos
El toque de queda llega a las 10 de la noche. A partir de esa hora no solo está prohibido estar en la calle, sino que el final del día puede ser de pesadilla. Así es la vida en Sudán del Sur, un país que logró la independencia de sus vecinos del norte, Sudán, en el año 2011 y que desde 2013 se desangra en una guerra civil tras el fallido intento de golpe de estado del Ejército de Liberación del Pueblo de Sudán contra el Gobierno de Salva Kiir.
Los problemas son múltiples: hambre, pobreza, falta de recursos… Pero es la violencia uno de los más acuciantes porque los niveles de inseguridad son tremendos. Y precisamente en los últimos meses se está viendo un incremento muy importante de los ataques contra el personal humanitario que está ayudando a la población civil a salir adelante. Las víctimas de los asaltantes suelen ser mujeres.
Y es que el modus operandi de estos atacantes suele ser siempre el mismo. Los trabajadores de las ONG’S no dan abasto para cubrir todas las necesidades del pueblo sursudanés y suelen trabajar al menos 6 o 7 días a la semana. Jornadas agotadoras que hacen que cuando el sol se marcha les apetezca salir a cenar algo a algún restaurante cercano, antes de que se produzca el famoso toque de queda, según cuenta The Guardian.
Si por algún casual, se despistan con la hora, cuando llega el momento de volver a casa, se encuentran a menudo que la carretera está cortada por personas uniformadas y armadas que en el mejor de los casos se van a conformar con robarles todas las pertenencias; en el peor, además del robo, van a obligar a los acompañantes masculinos a bajarse del coche y van a violar a las cooperantes. Incluso van a llegar a cometer un asesinato. La guerra civil ya se ha cobrado más de 50.000 muertos y los trabajadores de las ONG’s también han sufrido las peligrosas condiciones del país.
Una familia de Sudán del Sur se alimenta en Sudán del Sur (AP)Una familia de Sudán del Sur se alimenta en Sudán del Sur (AP)
De hecho en las últimas semanas han aumentado los casos de violencia contra los cooperantes y las instalaciones de las organizaciones internacionales han sufrido al menos un intento de robo al día, aunque la mayoría de las veces con poco éxito debido a las buenas medidas de seguridad.
Ante esta situación, la prudencia es la mejor arma para defenderse; por ejemplo los trabajadores ya no acuden a un popular restaurante de la capital, Juba, tras dos ataques casi consecutivos en muy poco tiempo. No cabe duda que la situación es desesperada en el país ante una comunidad internacional que, una vez más, decide taparse los ojos.
El toque de queda llega a las 10 de la noche. A partir de esa hora no solo está prohibido estar en la calle, sino que el final del día puede ser de pesadilla. Así es la vida en Sudán del Sur, un país que logró la independencia de sus vecinos del norte, Sudán, en el año 2011 y que desde 2013 se desangra en una guerra civil tras el fallido intento de golpe de estado del Ejército de Liberación del Pueblo de Sudán contra el Gobierno de Salva Kiir.
Los problemas son múltiples: hambre, pobreza, falta de recursos… Pero es la violencia uno de los más acuciantes porque los niveles de inseguridad son tremendos. Y precisamente en los últimos meses se está viendo un incremento muy importante de los ataques contra el personal humanitario que está ayudando a la población civil a salir adelante. Las víctimas de los asaltantes suelen ser mujeres.
Y es que el modus operandi de estos atacantes suele ser siempre el mismo. Los trabajadores de las ONG’S no dan abasto para cubrir todas las necesidades del pueblo sursudanés y suelen trabajar al menos 6 o 7 días a la semana. Jornadas agotadoras que hacen que cuando el sol se marcha les apetezca salir a cenar algo a algún restaurante cercano, antes de que se produzca el famoso toque de queda, según cuenta The Guardian.
Si por algún casual, se despistan con la hora, cuando llega el momento de volver a casa, se encuentran a menudo que la carretera está cortada por personas uniformadas y armadas que en el mejor de los casos se van a conformar con robarles todas las pertenencias; en el peor, además del robo, van a obligar a los acompañantes masculinos a bajarse del coche y van a violar a las cooperantes. Incluso van a llegar a cometer un asesinato. La guerra civil ya se ha cobrado más de 50.000 muertos y los trabajadores de las ONG’s también han sufrido las peligrosas condiciones del país.
Una familia de Sudán del Sur se alimenta en Sudán del Sur (AP)Una familia de Sudán del Sur se alimenta en Sudán del Sur (AP)
De hecho en las últimas semanas han aumentado los casos de violencia contra los cooperantes y las instalaciones de las organizaciones internacionales han sufrido al menos un intento de robo al día, aunque la mayoría de las veces con poco éxito debido a las buenas medidas de seguridad.
Ante esta situación, la prudencia es la mejor arma para defenderse; por ejemplo los trabajadores ya no acuden a un popular restaurante de la capital, Juba, tras dos ataques casi consecutivos en muy poco tiempo. No cabe duda que la situación es desesperada en el país ante una comunidad internacional que, una vez más, decide taparse los ojos.