Los migrantes cubanos encallan en Costa Rica

Más de 1.000 personas esperan en la frontera con Nicaragua un acuerdo que les permita seguir el viaje a Estados Unidos

Álvaro Murillo
San José (Costa Rica), El País
Lo que Nasandy Soto no quiere es volver a Cuba por ningún motivo. Por eso espera horas y horas en la frontera de Peñas Blancas, entre Costa Rica y Nicaragua, donde permanece con cientos de compatriotas cubanos que acumulan una semana trabados en su camino hacia Estados Unidos. Ni siquiera va al albergue porque teme desaprovechar alguna oportunidad de seguir su norte, aunque Managua se empecina en rechazarlos y hasta ayer no había solución alguna a la mayor crisis migratoria que vive Costa Rica desde las guerras centroamericanas, en los ochenta.


Nasandy, una enfermera de 34 años, deambulaba en el puesto fronterizo que ha funcionado bajo mínimos, bloqueado por la presión de los migrantes cubanos que arribaron a Ecuador en toda ley para comenzar un camino hacia su sueño americano en Estados Unidos. Hoy podrían estar llegando ya a suelo estadounidense, pero la realidad los tiene trabados en las fronteras ticas, sirviéndose de la asistencia humanitaria estatal y privada y esperando que las conversaciones multilaterales entre cancilleres les abran la puerta para continuar. Solo les faltan 3.000 kilómetros.

Se cumplen ya 18 días desde que Nasandy salió con su esposo, Eduardo Valdez, después de vender la casa y el coche en La Habana, huyendo de la pobreza. Lo cuenta en medio del alboroto fronterizo, con presencia de autoridades, de ONGs, de monjas que reparten comida. Otros migrantes descansan en los albergues facilitados por el Gobierno tico mientras el canciller Manuel González hablaba por teléfono con su homólogo cubano, Bruno Rodríguez. La embajada de Cuba en San José no se ha asomado y guarda silencio; mientras, la Managua de Daniel Ortega se toma el caso como una “violación a la soberanía” de parte de Costa Rica al enviarles migrantes en masa.

Cuba culpa a EE UU. “Estos ciudadanos son víctimas de la politización del tema migratorio por parte del Gobierno de Estados Unidos”, publicaba este martes el diario oficial Granma. No hay noticia alguna que ligue la posición cubana con el rechazo aplicado por Nicaragua, que ha desplegado tropas militares para contener el flujo migratorio cubano que hasta la semana pasada ingresaba en su territorio. Tras desmantelar una red de tráfico de personas, Costa Rica intentó aplicar mayores controles en su frontera sur (Paso Canoas, con Panamá) y ahí comenzó el atasco. Las cifras oscilan entre los 1.000 y los 2.000 cubanos, parte de los más de 13.000 que este año emprendieron el viaje por tierra hacia EE UU desde Ecuador, que desde 2013 da libre visado a ciudadanos cubanos.

“Para arriba”

Ahora están en el calor de 38 grados en Peñas Blancas, empecinados en seguir “para arriba”, aunque algunos han empezado a dudarlo. Hasta el pasado martes, 13 de ellos habían solicitado a Costa Rica el estatus de refugio, informa a EL PAÍS Carlos Maldonado, representante del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados. No ven esperanzas de poder aprovechar la Ley de Ajuste Cubano que confiere a esta población beneficios inmediatos de residencia una vez pisen suelo estadounidense aunque fuese por vía ilegal. “Esta migración de personas cubanas ya lleva algunos años, pero ha habido circunstancias que provocan una situación puntual verdaderamente preocupante”, contesta Maldonado.

Más preocupante puede resultar para las autoridades costarricenses. “Tenemos casi 2.000 cubanos en esta situación, siguen entrando desde Panamá y no podemos blindar la frontera”, reconoce el canciller González después de tratar el tema en el Consejo de Ministros. Paso Canoas es una frontera porosa que se puede cruzar a través de una tienda de ropa, un pequeño restaurante o por el patio de una gasolinera. Algunos no traen ni pasaporte. Las autoridades saben que vienen más en camino cruzando Panamá o Colombia. Ayer ingresaron 136 cubanos más y a todos les dan visa de tránsito, aunque lo de “tránsito” es relativo. “No nos queda otra opción más que darles el visado; Panamá no ha hecho su tarea de contención”, lamenta Kathya Rodríguez, directora de Migración en Costa Rica.

La voluntad de migrar es más fuerte que las policías migratorias. “Hacemos lo que sea por salir de Cuba. Mira que este viaje es muy difícil, peligroso y caro; pero el peor día fue cuando iba presa en una camioneta de la policía migratoria de Costa Rica; no por estar presa, sino porque pensé que nos devolvían a Cuba”, narra Nasandy. Creó que volaría forzada en la ruta que seguirá en diciembre el presidente costarricense, Luis Guillermo Solís, en la primera visita oficial a Cuba de un mandatario tico durante el castrismo, tras el restablecimiento de relaciones diplomáticas en 2009.

Algunos intentan cruzar hacia Nicaragua, pero pronto vienen de rebote y ella no quiere exponerse. Nasandy es parte del grupo que bloqueaba de manera parcial e intermitente el paso fronterizo de Peñas Blancas. Un grupo rodeaba las oficinas migratorias, mientras otros se aseaban con duchas improvisadas, dormían a la sombra bajo los camiones o esperaban la primera noticia; la que fuera.

Todos tienen teléfono móvil y cada enchufe vale oro. Otros sí aceptaban descansar en los cuatro albergues en el pueblo de La Cruz, a 20 kilómetros, a riesgo de no estar cuando Nicaragua les abra la puerta o cuando les informen qué acuerdo político lograron los cancilleres. Las posibilidades son variadas, pero regresar a Cuba no es una opción.

Entradas populares