El Sinaí, el mayor polvorín de Egipto

La región se ha convertido en el principal escenario de la batalla entre el Ejército y la insurgencia islamista

Ricard González
Túnez, El País
La península del Sinaí, un vasto territorio desértico e inhóspito que conecta los continentes africanos y asiático, se ha convertido en el principal campo de batalla entre el Ejército y la tenaz insurgencia islamista egipcia, surgida tras el golpe de Estado contra el presidente Mohamed Morsi en verano del 2013. En su franja más septentrional, cerca de la frontera con Gaza, instaló su base la filial del autodenominado Estado Islámico en Egipto, Wilayat Sina (Provincia del Sinaí), el grupo que afirma haber derribado el avión ruso que se estrelló el pasado sábado en la zona con 224 pasajeros a bordo sin dejar supervivientes.


Con la finalidad de no dañar el sector turístico, uno de los puntales de la economía egipcia, las autoridades afirman tener bien controlada la península. “Créame, la situación en el Sinaí, sobre todo en esa área, está bajo nuestro control”, declaró el martes el presidente Abdelfatá al Sisi a la televisión británica BBC tras ser preguntado por la hipótesis de un atentado contra el avión civil ruso.

Habida cuenta del goteo de atentados en la zona, la afirmación de al Sisi puede parecer una tomadura de pelo. No obstante, en el Sinaí, un territorio casi del tamaño de Castilla La Mancha, conviven dos realidades radicalmente diferentes. En su franja oriental y meridional, apenas si se ha producido algún incidente violento durante los últimos años. Allí se encuentra la ciudad balnearia de Sharm el-Sheij, de donde partió el malogrado avión ruso. La seguridad es robusta gracias a la nutrida presencia de la policía y, especialmente, a la colaboración de las tribus beduinas de la región, que se han aprovechado parcialmente del desarrollo experimentado gracias al boom turístico.

En cambio, la zona central y, sobre todo, la norteña, colindante con Gaza, es un auténtico polvorín. Tradicionalmente marginada por el Estado, ya durante la época Mubarak constituía un santuario para los grupos extremistas gracias a su rugosa orografía. Pero ha sido tras el golpe que estos grupos han multiplicado sus efectivos gracias al reclutamiento de centenares de jóvenes alienados. Aunque actualmente el Ejército domina los centros de población y las principales carreteras durante el día, los yihadistas son capaces de llevar a cabo ataques cada vez más audaces. El pasado mes de julio, en una operación en la que participaron al menos unos 80 militantes, fueron capaces de hacerse con la comisaría de Sheij Zueid durante varias horas.

Los datos ofrecen una imagen alarmante: el norte del Sinaí acumuló más de 200 atentados durante la primera mitad de este año, acumulando un tercio de los ejecutados en todo el país. Según la base de datos del think tank TIMEP, centenares de personas, la mayoría miembros de las fuerzas de seguridad, han perdido la vida a causa de los ataques de la insurgencia, que está formada por diversos grupos, siendo Wilayat Sina el más mortífero.

Sin embargo, la versión de las autoridades es radicalmente diferente. “La situación de la seguridad cada vez es mejor en el Sinaí. Las medidas antiterroristas del Gobierno están funcionando”, sostiene Mohamed Faiz Farhat, un analista del Centro de Estudios Estratégicos Al Ahram, una institución gubernamental. Casi a diario, los medios de comunicación egipcios recogen de forma acrítica los comunicados del Ejército en los que se informa del arresto o muerte de numerosos militantes en operaciones antiterroristas.

Como está prohibida la entrada a la prensa extranjera en esta zona, es muy difícil verificar las informaciones oficiales. Por su parte, las organizaciones de derechos humanos han denunciado que el Ejército aplica una política de tierra quemada contra población local, lo que ha servido para radicalizar a los jóvenes beduinos y multiplicar la capacidad de atracción de los grupos yihadistas. “El ciudadano medio del norte del Sinaí está atrapado entre un grupo asesino que ha jurado lealtad al brutal Estado Islámico y la política implacable de Ejército”, escribe el analista Zack Gold en un ensayo para TIMEP.

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