El parón económico abre el debate en Argelia sobre el poder del presidente
La caída del precio del petróleo fomenta el debate sobre los planes para superar la crisis
Francisco Peregil
Argel, El País
Las calles de Argel son un remanso de paz. En las calles de Argel no hay rastro de la guerra civil que acabó con 200.000 personas en los noventa. Todo parece bajo control en el único país del norte de África donde no hubo protestas durante la primavera árabe de 2011. Los periódicos más críticos se preguntan qué planes tiene el Gobierno para combatir la pérdida de ingresos por la bajada de los precios del petróleo (un 40% en el último año), clave en la economía, se preguntan también sobre la salud del presidente Abdelaziz Buteflika, de 78 años, y cuestionan si está realmente al mandoLos diarios más críticos cuestionan si el anciano Butefika, cuya última comparecencia pública fue el 8 de mayo de 2012, se encuentra en condiciones de afrontar las reformas necesarias.
El pasado 1 de noviembre, 19 antiguos aliados del presidente hicieron pública una carta en la que describían la “grave degradación de la situación económica y social que golpea a la mayoría de los argelinos” y solicitaban ser recibidos por Buteflika. Aseguraban que el hecho de hacerla pública se debía al temor de que no se la hicieran llegar por los canales institucionales correspondientes. Por primera vez, viejos colaboradores del presidente alzaban la voz. Buteflika ganó las últimas presidenciales el año pasado y tiene por delante hasta 2019. Pero los rumores sobre su estado de salud y posible sucesor circulan desde hace tiempo.
Ahmel, instructora de autoescuela en Orán, asegura que lo único que teme la gente es que se muera Buteflika. “Es cierto que ha cometido errores. Pero vivimos mucho mejor que antes de que él llegara y gracias a él tenemos estabilidad. Después de los 200.000 muertos que hemos tenido en la guerra civil de los años noventa, lo que más ansiamos es la estabilidad”. Las cuatro horas de autopista desde Argel a Orán están punteadas por varios controles de policía.
“Una manera legal de robar”
Basta entrar en cualquier supermercado argelino para ver que casi todo lo que se consume en el país proviene de fuera. El Gobierno de Abdelaziz Buteflika está intentando ahora encarecer ciertos productos para frenar esa dependencia. “Pero el problema es que durante estos 15 años”, señala un observador europeo, “ha crecido una especie de lobby de importadores. Son ellos los que presionan ahora para que el Estado siga importando, en lugar de industrializar el país”.
Omar Belhouchet, director del diario El Watan, uno de los más influyentes y críticos del país, asegura que la oligarquía del país se ha enriquecido robando en los últimos años mediante un sistema absolutamente legal sobre el que el Gobierno no ha hecho nada. “La forma de robar es muy simple: comprado fuera del país y vender y con un sobre coste superior al 20%. Hemos importado frutas y cereales que nosotros producimos aquí”.
En medio de ese panorama, salpicado por sonados casos de corrupción en las mayores obras de infraestructura, el Gobierno ha sabido preservar la paz social. Nunca hubo grandes protestas. “El secreto está en las subvenciones. Se ha comprado a la gente con subvenciones”, señala el director de El Watan.
El primer ministro argelino, Abdelmalek Sellal, contestó a las dos semanas en una entrevista concedida a Le Monde que Buteflika imparte instrucciones todos los días y que las grandes decisiones solo las toma el propio presidente. En cuanto a la supuesta gravedad de la situación económica, Sellal aclaró que Buteflika creó un fondo de reserva con los ingresos del petróleo con los que ahora el país puede superar el tiempo de las vacas flacas durante los próximos “tres o cuatro años”.
La oposición critica que el Gobierno no haya sabido diversificar durante los años de bonanza una economía tan dependiente del petróleo. Ahora tendría que actuar aprisa para corregir esa dependencia. “Pero al Gobierno le falta audacia para emprender las reformas”, asegura el director del diario Liberté, Abrous Outudert. “Somos el único país del mundo, aparte de Corea del Norte, donde el Estado es dueño de hoteles. Y tal vez somos el único donde el Estado regala viviendas. La gente no está preparada para apretarse el cinturón. Y no va a aceptar los recortes del Gobierno porque sabe que el Gobierno es también responsable de esta crisis”.
En un mundo donde el precio del barril de petróleo ha caído en un 40% en el último año nadie diría que Argelia sea uno de los países más dependientes de sus rentas petroleras; un país donde el 97% de sus exportaciones proceden del gas y el petróleo, un tercio del PIB depende de su producción energética, y el 60% de sus ingresos llega también de ahí. En Argelia, el pan, la leche, el aceite, la electricidad, la gasolina y el gas siguen estando casi regalados —léase subvencionados— para todos los argelinos, ricos y pobres, a pesar de que el dinero de la renta petrolera haya caído en un 40%. En el centro de Argel apenas se ven mendigos y en Orán los que piden suelen ser emigrantes subsaharianos.
El Gobierno asegura que no va a renunciar a su política social y aunque reforme de forma gradual las subvenciones en los próximos años, los más desfavorecidos van a seguir disfrutando de ellas. La calle no está inquieta. No hay preocupación por la economía, aunque el Banco Central ha depreciado el dinar en los últimos meses para frenar las importaciones en un país donde se importa casi todo. Y eso ha repercutido en los precios de varios productos, como el tabaco o la harina. Pero no hay ambiente de revueltas ni manifestaciones a la vista.
“En las cafeterías solo se habla de si Florentino Pérez va a echar a Rafael Benítez”, apunta el director del Quotidien d’Oran, Mohamed Abdou. Lo dice en broma pero hay algo de verdad. En las calles apenas se habla de política. Ningún partido de la oposición le hace la más mínima sombra al Gobierno del Frente de Liberación Nacional. No asoma ningún líder con carisma por el horizonte. Abdou asegura que el gran problema del país es que durante su medio siglo de historia no ha sabido formar profesionales ni gente capaz de reflexionar. “No hay líderes y tampoco fontaneros, ni electricistas”, concluye.
A cambio de esas carencias, Buteflika —con o sin comparecencias en público— sigue ofreciendo estabilidad. Algo que parecen valorar tanto los argelinos como los mandatarios de la Unión Europea.
Francisco Peregil
Argel, El País
Las calles de Argel son un remanso de paz. En las calles de Argel no hay rastro de la guerra civil que acabó con 200.000 personas en los noventa. Todo parece bajo control en el único país del norte de África donde no hubo protestas durante la primavera árabe de 2011. Los periódicos más críticos se preguntan qué planes tiene el Gobierno para combatir la pérdida de ingresos por la bajada de los precios del petróleo (un 40% en el último año), clave en la economía, se preguntan también sobre la salud del presidente Abdelaziz Buteflika, de 78 años, y cuestionan si está realmente al mandoLos diarios más críticos cuestionan si el anciano Butefika, cuya última comparecencia pública fue el 8 de mayo de 2012, se encuentra en condiciones de afrontar las reformas necesarias.
El pasado 1 de noviembre, 19 antiguos aliados del presidente hicieron pública una carta en la que describían la “grave degradación de la situación económica y social que golpea a la mayoría de los argelinos” y solicitaban ser recibidos por Buteflika. Aseguraban que el hecho de hacerla pública se debía al temor de que no se la hicieran llegar por los canales institucionales correspondientes. Por primera vez, viejos colaboradores del presidente alzaban la voz. Buteflika ganó las últimas presidenciales el año pasado y tiene por delante hasta 2019. Pero los rumores sobre su estado de salud y posible sucesor circulan desde hace tiempo.
Ahmel, instructora de autoescuela en Orán, asegura que lo único que teme la gente es que se muera Buteflika. “Es cierto que ha cometido errores. Pero vivimos mucho mejor que antes de que él llegara y gracias a él tenemos estabilidad. Después de los 200.000 muertos que hemos tenido en la guerra civil de los años noventa, lo que más ansiamos es la estabilidad”. Las cuatro horas de autopista desde Argel a Orán están punteadas por varios controles de policía.
“Una manera legal de robar”
Basta entrar en cualquier supermercado argelino para ver que casi todo lo que se consume en el país proviene de fuera. El Gobierno de Abdelaziz Buteflika está intentando ahora encarecer ciertos productos para frenar esa dependencia. “Pero el problema es que durante estos 15 años”, señala un observador europeo, “ha crecido una especie de lobby de importadores. Son ellos los que presionan ahora para que el Estado siga importando, en lugar de industrializar el país”.
Omar Belhouchet, director del diario El Watan, uno de los más influyentes y críticos del país, asegura que la oligarquía del país se ha enriquecido robando en los últimos años mediante un sistema absolutamente legal sobre el que el Gobierno no ha hecho nada. “La forma de robar es muy simple: comprado fuera del país y vender y con un sobre coste superior al 20%. Hemos importado frutas y cereales que nosotros producimos aquí”.
En medio de ese panorama, salpicado por sonados casos de corrupción en las mayores obras de infraestructura, el Gobierno ha sabido preservar la paz social. Nunca hubo grandes protestas. “El secreto está en las subvenciones. Se ha comprado a la gente con subvenciones”, señala el director de El Watan.
El primer ministro argelino, Abdelmalek Sellal, contestó a las dos semanas en una entrevista concedida a Le Monde que Buteflika imparte instrucciones todos los días y que las grandes decisiones solo las toma el propio presidente. En cuanto a la supuesta gravedad de la situación económica, Sellal aclaró que Buteflika creó un fondo de reserva con los ingresos del petróleo con los que ahora el país puede superar el tiempo de las vacas flacas durante los próximos “tres o cuatro años”.
La oposición critica que el Gobierno no haya sabido diversificar durante los años de bonanza una economía tan dependiente del petróleo. Ahora tendría que actuar aprisa para corregir esa dependencia. “Pero al Gobierno le falta audacia para emprender las reformas”, asegura el director del diario Liberté, Abrous Outudert. “Somos el único país del mundo, aparte de Corea del Norte, donde el Estado es dueño de hoteles. Y tal vez somos el único donde el Estado regala viviendas. La gente no está preparada para apretarse el cinturón. Y no va a aceptar los recortes del Gobierno porque sabe que el Gobierno es también responsable de esta crisis”.
En un mundo donde el precio del barril de petróleo ha caído en un 40% en el último año nadie diría que Argelia sea uno de los países más dependientes de sus rentas petroleras; un país donde el 97% de sus exportaciones proceden del gas y el petróleo, un tercio del PIB depende de su producción energética, y el 60% de sus ingresos llega también de ahí. En Argelia, el pan, la leche, el aceite, la electricidad, la gasolina y el gas siguen estando casi regalados —léase subvencionados— para todos los argelinos, ricos y pobres, a pesar de que el dinero de la renta petrolera haya caído en un 40%. En el centro de Argel apenas se ven mendigos y en Orán los que piden suelen ser emigrantes subsaharianos.
El Gobierno asegura que no va a renunciar a su política social y aunque reforme de forma gradual las subvenciones en los próximos años, los más desfavorecidos van a seguir disfrutando de ellas. La calle no está inquieta. No hay preocupación por la economía, aunque el Banco Central ha depreciado el dinar en los últimos meses para frenar las importaciones en un país donde se importa casi todo. Y eso ha repercutido en los precios de varios productos, como el tabaco o la harina. Pero no hay ambiente de revueltas ni manifestaciones a la vista.
“En las cafeterías solo se habla de si Florentino Pérez va a echar a Rafael Benítez”, apunta el director del Quotidien d’Oran, Mohamed Abdou. Lo dice en broma pero hay algo de verdad. En las calles apenas se habla de política. Ningún partido de la oposición le hace la más mínima sombra al Gobierno del Frente de Liberación Nacional. No asoma ningún líder con carisma por el horizonte. Abdou asegura que el gran problema del país es que durante su medio siglo de historia no ha sabido formar profesionales ni gente capaz de reflexionar. “No hay líderes y tampoco fontaneros, ni electricistas”, concluye.
A cambio de esas carencias, Buteflika —con o sin comparecencias en público— sigue ofreciendo estabilidad. Algo que parecen valorar tanto los argelinos como los mandatarios de la Unión Europea.