Bruselas, en máxima alerta por riesgo de atentado “concreto e inminente”
Las fuerzas de seguridad de Bélgica cierran el metro de la capital, paralizada este sábado
Claudi Pérez
Bruselas, El País
Militares patrullando las calles. El centro semidesierto, el metro sellado. Y una sensación de ciudad sonámbula, temerosa, pávida: museos, teatros, cines y comercios cerrados a cal y canto, conciertos suspendidos, fin de semana sin deporte profesional y una procesión de hombres armados a las puertas de los hoteles, en las iglesias, hasta en restaurantes de comida rápida. No es una estampa costumbrista de una ciudad de Oriente Próximo en pleno conflicto: la capital de Europa y sede de la OTAN, Bruselas, amaneció este sábado en máxima alerta por el “riesgo inminente” de ataques terroristas. El primer ministro belga, Charles Michel, alertó del riesgo de un atentado similar al de París por parte de “diversas personas, con armas y explosivos, quizá en diferentes lugares a la vez”.
A la estela de París, la escalada de temor impacta de lleno en Bruselas, una ciudad conectada con los atentados del 11-M de Madrid y con los recientes ataques terroristas en la capital francesa a través del modesto barrio de Molenbeek. Ese pequeño distrito bruselense, con aire desangelado durante toda la tarde de este sábado, es el lugar de Europa donde proporcionalmente más gente se ha unido al Estado Islámico para combatir en Siria; de allí salieron terroristas hacia España y Francia en esos trágicos atentados, y en otros como los de Charlie Hebdo. Con los riesgos asociados a Molenbeek cada vez más a flor de piel, el Gobierno belga decretó el nivel de máxima alerta por terrorismo. Bélgica teme una réplica de los ataques de París: el peligro “es serio e inminente”, apuntó ante las cámaras Charles Michel.
Las autoridades cerraron el metro y redujeron a la mínima expresión el transporte público, recomendaron el cierre de centros comerciales y la cancelación de eventos deportivos y culturales. Y aconsejaron a los bruselenses que evitaran las aglomeraciones por su propia seguridad.
La ciudad obedeció. Bruselas se vació, especialmente en el siempre bullicioso centro, tomado por la policía y más de un millar de militares armados. El ejército cerró algunas calles con camiones y otros vehículos ligeros, que daban un aspecto impactante al paisaje urbano habitual de una gran capital europea. Ante la amenaza latente de un posible atentado, las constantes vitales de la ciudad están bajo mínimos: algunas de las arterias comerciales permanecieron semidesiertas; por el centro deambulaban básicamente turistas sin museos, tiendas o teatros adonde ir. “No hay casi nadie básicamente por miedo, por esta multitud de policía y cámaras de televisión y puede que también por la lluvia helada de hoy”, decía el dueño de una tienda junto a la archifamosa Grand Place. “Llevamos días así”, apuntaba un vecino de Molenbeek visiblemente hastiado por la presión mediática.
Conexión con Turquía
ANDRÉS MOURENZA
Según publican hoy varios medios turcos citando fuentes policiales y judiciales, las autoridades turcas han arrestado a un ciudadano belga de origen marroquí, Ahmed Dahmani (de 26 años), que presuntamente participó en la planificación de los atentados de París como “ojeador” de los lugares atacados. La detención se produjo a inicios de semana, pero Turquía no lo hizo publico hasta la pasada noche cuando, tras cuatro días de interrogatorios, Dahmani y otros dos sospechosos fueron puestos a disposición de un juez que los envió a prisión con cargos.
Dahmani, que según el diario turco Sabah era residente del barrio de Molenbeek de Bruselas, examinó para el ISIS varios lugares de la capital francesa una semana antes de los atentados, como parte de la designación de objetivos. Según el mismo rotativo, tras las masacres del 13N, Dahmani huyó a otro país para volar después a la ciudad turca de Antalya, donde el pasado fin de semana tuvo lugar la reunión de jefes de estado y de gobierno de los países del G-20. Dada la presencia de los principales líderes mundiales en la ciudad, la policía turca reforzó la seguridad de la zona y, en el mismo aeropuerto, fue identificado como sospechoso por lo que se le siguió con un dispositivo de vigilancia.
La agencia de noticias DHA explica que Dahmani se alojó en un hotel de 5 estrellas de la vecina localidad de Manavgat, en la costa mediterránea de Turquía, donde fue detenido el día 16 por la policía turca. Los agentes también detuvieron ese día, en carretera y a bordo de un Mercedes con matrícula de la provincia turca de Kilis, a dos personas procedentes de Siria –Ahmet Tahir, de 29 años, y Muhammed Verdy, de 23- que supuestamente fueron enviadas por el ISIS para garantizar a Dahmani un paso seguro al Califato. En su poder se encontraron un pasaporte falso destinado a Dahmani y armas.
Según las informaciones filtradas a la prensa por la policía turca, Dahmani estuvo ya anteriormente en Siria, donde recibió entrenamiento del Estado Islámico. El Gobierno francés ya ha pedido a Turquía la extradición del sospechoso.
El primer ministro optó por dar el aviso y ahorrarse detalles. Michel instó a la población a “permanecer vigilante” sin caer en el “pánico” —difícil combinación—, y apenas ofreció explicaciones adicionales. El Gobierno situó el nivel de alerta en el escalón máximo —cuatro— y el primer ministro subrayó que dispone de información “relativamente precisa”, que no concretó, del riesgo de un ataque al estilo de París. “Hay peligro de que varias personas con armas y explosivos cometan atentados en varios lugares”, dijo. “Estamos movilizando al máximo número de gente posible, a toda la policía y a un millar de militares para garantizar la seguridad”, añadió el titular de Interior, Jan Jambon.
Las alarmas saltaron ya en la tarde del viernes, cuando el Ejecutivo sopesó dar ese paso ante los indicios de que uno de los terroristas que atentaron en París puede haber regresado a Bruselas, al inevitable Molenbeek, para preparar algún movimiento. Abdelhamid Abaaoud, el presunto autor intelectual del plan —fallecido en París el miércoles tras una redada de la policía francesa—, procedía de ese barrio, al igual que uno de los suicidas, Ibrahim Abdeslam. Su hermano Salah Abdeslam, de 26 años, pudo haber regresado a Bruselas tras los atentados. Dos belgas están arrestados por haberle traído desde París; en total, tres personas han sido detenidas por cargos relacionados con el terrorismo desde los ataques. La policía ha multiplicado las redadas, tanto en Molenbeek —donde las autoridades insisten en que harán registros “casa por casa” si es necesario— como en otros distritos de Bruselas y en otras localidades, como la ciudad flamenca de Vilvoorde, otro de los focos desde donde parten combatientes a Siria.
Las autoridades belgas ya cancelaron esta semana el partido amistoso entre Bélgica y España, y este sábado recomendaron suspender el fútbol profesional durante el fin de semana —aunque la federación anunció que muchos de los partidos se jugarán pese a todo—, así como los eventos deportivos más importantes, los conciertos y cualquier acontecimiento que pueda servir como diana. Bélgica albergará en apenas unos días la final de la Copa Davis de tenis, que también podría suspenderse.
La tensión aumenta en el pequeño país centroeuropeo, que alberga a unos 600.000 musulmanes, un 6% de la población total (uno de los porcentajes más elevados de Europa, solo por detrás de Francia). En algunas zonas, esa proporción supera el 20%. La presión internacional ha subido enteros ante las conexiones con los ataques de París, que se repiten sistemáticamente cada vez que hay actos terroristas en el continente. Algunos medios internacionales han llegado a acusar a Bélgica de “Estado fallido”, a la vista de los flagrantes errores de seguridad, que han llevado al Gobierno a aprobar medidas de urgencia.
Bélgica ya estuvo en máximo nivel de alerta en mayo de 2014, tras un atentado al museo judío, a finales de 2007. La policía desbarató entonces un plan yihadista y detuvo a 14 personas que pretendían atacar una prisión para liberar al terrorista Nizar Trabelsi, extraditado después a EE UU. La alerta máxima se mantuvo dos semanas. El Ejecutivo no da pistas de cuánto puede durar esta vez: podría expirar hoy mismo, pero antes las autoridades tienen previsto reexaminar la situación.
Claudi Pérez
Bruselas, El País
Militares patrullando las calles. El centro semidesierto, el metro sellado. Y una sensación de ciudad sonámbula, temerosa, pávida: museos, teatros, cines y comercios cerrados a cal y canto, conciertos suspendidos, fin de semana sin deporte profesional y una procesión de hombres armados a las puertas de los hoteles, en las iglesias, hasta en restaurantes de comida rápida. No es una estampa costumbrista de una ciudad de Oriente Próximo en pleno conflicto: la capital de Europa y sede de la OTAN, Bruselas, amaneció este sábado en máxima alerta por el “riesgo inminente” de ataques terroristas. El primer ministro belga, Charles Michel, alertó del riesgo de un atentado similar al de París por parte de “diversas personas, con armas y explosivos, quizá en diferentes lugares a la vez”.
A la estela de París, la escalada de temor impacta de lleno en Bruselas, una ciudad conectada con los atentados del 11-M de Madrid y con los recientes ataques terroristas en la capital francesa a través del modesto barrio de Molenbeek. Ese pequeño distrito bruselense, con aire desangelado durante toda la tarde de este sábado, es el lugar de Europa donde proporcionalmente más gente se ha unido al Estado Islámico para combatir en Siria; de allí salieron terroristas hacia España y Francia en esos trágicos atentados, y en otros como los de Charlie Hebdo. Con los riesgos asociados a Molenbeek cada vez más a flor de piel, el Gobierno belga decretó el nivel de máxima alerta por terrorismo. Bélgica teme una réplica de los ataques de París: el peligro “es serio e inminente”, apuntó ante las cámaras Charles Michel.
Las autoridades cerraron el metro y redujeron a la mínima expresión el transporte público, recomendaron el cierre de centros comerciales y la cancelación de eventos deportivos y culturales. Y aconsejaron a los bruselenses que evitaran las aglomeraciones por su propia seguridad.
La ciudad obedeció. Bruselas se vació, especialmente en el siempre bullicioso centro, tomado por la policía y más de un millar de militares armados. El ejército cerró algunas calles con camiones y otros vehículos ligeros, que daban un aspecto impactante al paisaje urbano habitual de una gran capital europea. Ante la amenaza latente de un posible atentado, las constantes vitales de la ciudad están bajo mínimos: algunas de las arterias comerciales permanecieron semidesiertas; por el centro deambulaban básicamente turistas sin museos, tiendas o teatros adonde ir. “No hay casi nadie básicamente por miedo, por esta multitud de policía y cámaras de televisión y puede que también por la lluvia helada de hoy”, decía el dueño de una tienda junto a la archifamosa Grand Place. “Llevamos días así”, apuntaba un vecino de Molenbeek visiblemente hastiado por la presión mediática.
Conexión con Turquía
ANDRÉS MOURENZA
Según publican hoy varios medios turcos citando fuentes policiales y judiciales, las autoridades turcas han arrestado a un ciudadano belga de origen marroquí, Ahmed Dahmani (de 26 años), que presuntamente participó en la planificación de los atentados de París como “ojeador” de los lugares atacados. La detención se produjo a inicios de semana, pero Turquía no lo hizo publico hasta la pasada noche cuando, tras cuatro días de interrogatorios, Dahmani y otros dos sospechosos fueron puestos a disposición de un juez que los envió a prisión con cargos.
Dahmani, que según el diario turco Sabah era residente del barrio de Molenbeek de Bruselas, examinó para el ISIS varios lugares de la capital francesa una semana antes de los atentados, como parte de la designación de objetivos. Según el mismo rotativo, tras las masacres del 13N, Dahmani huyó a otro país para volar después a la ciudad turca de Antalya, donde el pasado fin de semana tuvo lugar la reunión de jefes de estado y de gobierno de los países del G-20. Dada la presencia de los principales líderes mundiales en la ciudad, la policía turca reforzó la seguridad de la zona y, en el mismo aeropuerto, fue identificado como sospechoso por lo que se le siguió con un dispositivo de vigilancia.
La agencia de noticias DHA explica que Dahmani se alojó en un hotel de 5 estrellas de la vecina localidad de Manavgat, en la costa mediterránea de Turquía, donde fue detenido el día 16 por la policía turca. Los agentes también detuvieron ese día, en carretera y a bordo de un Mercedes con matrícula de la provincia turca de Kilis, a dos personas procedentes de Siria –Ahmet Tahir, de 29 años, y Muhammed Verdy, de 23- que supuestamente fueron enviadas por el ISIS para garantizar a Dahmani un paso seguro al Califato. En su poder se encontraron un pasaporte falso destinado a Dahmani y armas.
Según las informaciones filtradas a la prensa por la policía turca, Dahmani estuvo ya anteriormente en Siria, donde recibió entrenamiento del Estado Islámico. El Gobierno francés ya ha pedido a Turquía la extradición del sospechoso.
El primer ministro optó por dar el aviso y ahorrarse detalles. Michel instó a la población a “permanecer vigilante” sin caer en el “pánico” —difícil combinación—, y apenas ofreció explicaciones adicionales. El Gobierno situó el nivel de alerta en el escalón máximo —cuatro— y el primer ministro subrayó que dispone de información “relativamente precisa”, que no concretó, del riesgo de un ataque al estilo de París. “Hay peligro de que varias personas con armas y explosivos cometan atentados en varios lugares”, dijo. “Estamos movilizando al máximo número de gente posible, a toda la policía y a un millar de militares para garantizar la seguridad”, añadió el titular de Interior, Jan Jambon.
Las alarmas saltaron ya en la tarde del viernes, cuando el Ejecutivo sopesó dar ese paso ante los indicios de que uno de los terroristas que atentaron en París puede haber regresado a Bruselas, al inevitable Molenbeek, para preparar algún movimiento. Abdelhamid Abaaoud, el presunto autor intelectual del plan —fallecido en París el miércoles tras una redada de la policía francesa—, procedía de ese barrio, al igual que uno de los suicidas, Ibrahim Abdeslam. Su hermano Salah Abdeslam, de 26 años, pudo haber regresado a Bruselas tras los atentados. Dos belgas están arrestados por haberle traído desde París; en total, tres personas han sido detenidas por cargos relacionados con el terrorismo desde los ataques. La policía ha multiplicado las redadas, tanto en Molenbeek —donde las autoridades insisten en que harán registros “casa por casa” si es necesario— como en otros distritos de Bruselas y en otras localidades, como la ciudad flamenca de Vilvoorde, otro de los focos desde donde parten combatientes a Siria.
Las autoridades belgas ya cancelaron esta semana el partido amistoso entre Bélgica y España, y este sábado recomendaron suspender el fútbol profesional durante el fin de semana —aunque la federación anunció que muchos de los partidos se jugarán pese a todo—, así como los eventos deportivos más importantes, los conciertos y cualquier acontecimiento que pueda servir como diana. Bélgica albergará en apenas unos días la final de la Copa Davis de tenis, que también podría suspenderse.
La tensión aumenta en el pequeño país centroeuropeo, que alberga a unos 600.000 musulmanes, un 6% de la población total (uno de los porcentajes más elevados de Europa, solo por detrás de Francia). En algunas zonas, esa proporción supera el 20%. La presión internacional ha subido enteros ante las conexiones con los ataques de París, que se repiten sistemáticamente cada vez que hay actos terroristas en el continente. Algunos medios internacionales han llegado a acusar a Bélgica de “Estado fallido”, a la vista de los flagrantes errores de seguridad, que han llevado al Gobierno a aprobar medidas de urgencia.
Bélgica ya estuvo en máximo nivel de alerta en mayo de 2014, tras un atentado al museo judío, a finales de 2007. La policía desbarató entonces un plan yihadista y detuvo a 14 personas que pretendían atacar una prisión para liberar al terrorista Nizar Trabelsi, extraditado después a EE UU. La alerta máxima se mantuvo dos semanas. El Ejecutivo no da pistas de cuánto puede durar esta vez: podría expirar hoy mismo, pero antes las autoridades tienen previsto reexaminar la situación.