Kim Jong-un exclama ante las masas que está listo para la guerra con EEUU
El líder de Corea del Norte lanza un duro mensaje en los fastos de del 70 aniversario de la fundación del partido único
Macarena Vidal Liy
Pyongyang, El País
Corea del Norte está dispuesta a ir a la guerra si EE UU la provoca. Su líder supremo, Kim Jong-un, así lo ha afirmado al presidir uno de los mayores desfiles militares en la historia de su país. Para marcar la importancia de la ocasión -el 70 aniversario oficial de la fundación del Partido de los Trabajadores que gobierna en Pyongyang-, Kim habló en público por primera vez en dos años y medio. Y envió un mensaje repleto de la retórica bélica que tanto abunda en la propaganda oficial del país.
“El armamento revolucionario del Partido significa que estamos preparados para combatir en cualquier tipo de guerra que provoquen los imperialistas estadounidenses”, señaló el dirigente norcoreano, dirigiéndose al público presente en la plaza Kim Il-sung desde el balcón del Palacio de la Cultura del Pueblo. Apoyándose sobre un podio y entre los aplausos de los miles de asistentes al evento, subrayó que “estamos dispuestos a defender a nuestra gente y a los cielos azules de nuestra patria”.
Bajo la balconada, miles de soldados, muchos de ellos en formaciones en uniforme de época para evocar los combates de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Corea (1950-1953), desfilaban a lo largo de la plaza entonando lemas como “Defenderemos a Kim Jong-un hasta la muerte”. Aviones militares sobrevolaban la plaza en una formación con la forma del número 70 y la hoz, el martillo y el pincel que representan el símbolo del partido, en un evento que solo comenzó cuando se disiparon la lluvia y las nubes que habían cubierto Pyongyang durante la mañana.
Como es usual en los desfiles norcoreanos, la marcha también contó con la participación de civiles enfervorecidos. Miles de ellos.
Ataviados con sus mejores galas, ellos de traje y corbata y ellas en traje tradicional coreano (“jeogori”), desfilaban agitando flores de plástico de colores y desgañitándose al pronunciar lemas en pro del Partido y de su líder. Algunos de ellos llegaban a verter lágrimas de emoción.
“Todos hemos llorado después de escuchar a nuestro gran líder. ¿Qué otro mandatario en todo el mundo dice que se inclina ante el pueblo, qué otro mandatario es tan humano?”, declaraba tras la marcha Gol San-chol, uno de los participantes y que asegura que se presentó para participar de manera voluntaria. Kim Jong-ju, de 30 años y casi homónimo de su líder, declaraba previamente que “somos el pueblo más feliz del mundo, porque tenemos a Kim Jong-un con nosotros”.
Medio año de preparativos
El desfile se preparaba cuidadosamente desde el pasado mayo. Desde entonces los soldados ensayaban en una antigua base aérea en las afueras de Pyongyang, reformada para este tipo de pruebas.
El Gobierno norcoreano tenía gran interés en que todo saliera perfecto. Históricamente, Corea del Norte había empleado el reparto de suministros, especialmente los alimentos, como instrumento para controlar a la población. Pero tras la hambruna de los años 90 se vio obligado a tolerar, si no a incentivar, una economía informal de mercados que ha disminuido drásticamente la importancia del Estado como proveedor del sustento diario. Eso ha convertido a la propaganda, el otro gran pilar del régimen, en un factor cada vez más imprescindible para ganarse la voluntad de los ciudadanos. Cuando esa herramienta falla, se impone un sistema de castigos durísimos, que incluyen la tortura y el internamiento en campos de trabajo, como ha denunciado la Comisión de Derechos Humanos de la ONU.
Según explica Chris Richardson, de la Universidad de Sydney y autor de la tesis “Políticas y Prácticas sobre la Infancia en la RDPC”, “el Estado lleva a cabo un esfuerzo muy meditado para atraer de nuevo a las generaciones más jóvenes” mediante la propaganda, una tarea cada vez más complicada dado que la relativa prosperidad económica.
Por un lado, “está redoblando su narrativa revolucionaria, la celebración de su mitología, de la que el desfile del 70 aniversario forma parte. Es una mitología tan grandiosa, tan extravagante (los norcoreanos creen que el padre de la nación, Kim Il-sung, se marchó a liberar a la patria a los 12 años) que necesita acumular mentira sobre mentira”, explica Richardson.
Pero por otro, también tolera las primeras tímidas manifestaciones de cultura extranjera que comienzan a verse en Pyongyang: las elites se dejan ver bebiendo capuchinos o llevando mochilas de Disney, algo insólito hace apenas unos años. “Están permitiendo la entrada de contenido extranjero cuidadosamente filtrado, con la esperanza de que servirá de una especie de vacuna”, opina el experto.
“La era de Kim Jong-un se caracteriza por su inversión en circo: mucho entretenimiento, mucho contar las viejas leyendas de maneras más modernas, pero -se pregunta Richardson- ¿cuánto tiempo puede durar? ¿Cuántas veces puedes ir a un parque de atracciones, a un parque acuático, antes de que empieces a pensar ‘quiero algo más que esto’?”
Macarena Vidal Liy
Pyongyang, El País
Corea del Norte está dispuesta a ir a la guerra si EE UU la provoca. Su líder supremo, Kim Jong-un, así lo ha afirmado al presidir uno de los mayores desfiles militares en la historia de su país. Para marcar la importancia de la ocasión -el 70 aniversario oficial de la fundación del Partido de los Trabajadores que gobierna en Pyongyang-, Kim habló en público por primera vez en dos años y medio. Y envió un mensaje repleto de la retórica bélica que tanto abunda en la propaganda oficial del país.
“El armamento revolucionario del Partido significa que estamos preparados para combatir en cualquier tipo de guerra que provoquen los imperialistas estadounidenses”, señaló el dirigente norcoreano, dirigiéndose al público presente en la plaza Kim Il-sung desde el balcón del Palacio de la Cultura del Pueblo. Apoyándose sobre un podio y entre los aplausos de los miles de asistentes al evento, subrayó que “estamos dispuestos a defender a nuestra gente y a los cielos azules de nuestra patria”.
Bajo la balconada, miles de soldados, muchos de ellos en formaciones en uniforme de época para evocar los combates de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Corea (1950-1953), desfilaban a lo largo de la plaza entonando lemas como “Defenderemos a Kim Jong-un hasta la muerte”. Aviones militares sobrevolaban la plaza en una formación con la forma del número 70 y la hoz, el martillo y el pincel que representan el símbolo del partido, en un evento que solo comenzó cuando se disiparon la lluvia y las nubes que habían cubierto Pyongyang durante la mañana.
Como es usual en los desfiles norcoreanos, la marcha también contó con la participación de civiles enfervorecidos. Miles de ellos.
Ataviados con sus mejores galas, ellos de traje y corbata y ellas en traje tradicional coreano (“jeogori”), desfilaban agitando flores de plástico de colores y desgañitándose al pronunciar lemas en pro del Partido y de su líder. Algunos de ellos llegaban a verter lágrimas de emoción.
“Todos hemos llorado después de escuchar a nuestro gran líder. ¿Qué otro mandatario en todo el mundo dice que se inclina ante el pueblo, qué otro mandatario es tan humano?”, declaraba tras la marcha Gol San-chol, uno de los participantes y que asegura que se presentó para participar de manera voluntaria. Kim Jong-ju, de 30 años y casi homónimo de su líder, declaraba previamente que “somos el pueblo más feliz del mundo, porque tenemos a Kim Jong-un con nosotros”.
Medio año de preparativos
El desfile se preparaba cuidadosamente desde el pasado mayo. Desde entonces los soldados ensayaban en una antigua base aérea en las afueras de Pyongyang, reformada para este tipo de pruebas.
El Gobierno norcoreano tenía gran interés en que todo saliera perfecto. Históricamente, Corea del Norte había empleado el reparto de suministros, especialmente los alimentos, como instrumento para controlar a la población. Pero tras la hambruna de los años 90 se vio obligado a tolerar, si no a incentivar, una economía informal de mercados que ha disminuido drásticamente la importancia del Estado como proveedor del sustento diario. Eso ha convertido a la propaganda, el otro gran pilar del régimen, en un factor cada vez más imprescindible para ganarse la voluntad de los ciudadanos. Cuando esa herramienta falla, se impone un sistema de castigos durísimos, que incluyen la tortura y el internamiento en campos de trabajo, como ha denunciado la Comisión de Derechos Humanos de la ONU.
Según explica Chris Richardson, de la Universidad de Sydney y autor de la tesis “Políticas y Prácticas sobre la Infancia en la RDPC”, “el Estado lleva a cabo un esfuerzo muy meditado para atraer de nuevo a las generaciones más jóvenes” mediante la propaganda, una tarea cada vez más complicada dado que la relativa prosperidad económica.
Por un lado, “está redoblando su narrativa revolucionaria, la celebración de su mitología, de la que el desfile del 70 aniversario forma parte. Es una mitología tan grandiosa, tan extravagante (los norcoreanos creen que el padre de la nación, Kim Il-sung, se marchó a liberar a la patria a los 12 años) que necesita acumular mentira sobre mentira”, explica Richardson.
Pero por otro, también tolera las primeras tímidas manifestaciones de cultura extranjera que comienzan a verse en Pyongyang: las elites se dejan ver bebiendo capuchinos o llevando mochilas de Disney, algo insólito hace apenas unos años. “Están permitiendo la entrada de contenido extranjero cuidadosamente filtrado, con la esperanza de que servirá de una especie de vacuna”, opina el experto.
“La era de Kim Jong-un se caracteriza por su inversión en circo: mucho entretenimiento, mucho contar las viejas leyendas de maneras más modernas, pero -se pregunta Richardson- ¿cuánto tiempo puede durar? ¿Cuántas veces puedes ir a un parque de atracciones, a un parque acuático, antes de que empieces a pensar ‘quiero algo más que esto’?”