Estados Unidos suspende el programa de formación de rebeldes sirios

El proyecto estaba dotado con unos 500 millones de dólares

Marc Bassets
Washington, El País
La Administración Obama anunció este viernes cambios en su estrategia en Siria. El Pentágono paralizará el programa para entrenar y equipar a rebeldes moderados. Este plan, adoptado por el Congreso en 2014 con un coste de 500 millones de dólares (440 millones de euros), era un pilar de la política del presidente Barack Obama ante una guerra civil que, en cuatro años, ha dejado más de 240.000 muertos. La intervención militar de Rusia desconcierta a Obama, paralizado entre la lucha contra el Estado Islámico y la oposición al régimen de Bachar El Asad, a quien atribuye la responsabilidad del conflicto.


Según la nueva estrategia, en vez de entrenar y equipar a una nueva fuerza de la oposición en Siria, a partir de ahora Estados Unidos entrenará y equipará a fuerzas existentes.

Puede parecer un matiz, pero las implicaciones son notables. El nuevo plan significa que la Administración Obama rebaja el listón de exigencia ante sus potenciales aliados y, al mismo, tiempo, asume el fracaso de la estrategia actual.

El objetivo era hasta este viernes crear una fuerza moderada adiestrada y controlada por Estados Unidos. Se trataba de formar en países vecinos y lanzar al campo de batalla a combatientes afines. Era en esencia una fuerza patrocinada por Washington, que, con un sistema estricto de control de los antecedentes de los milicianos, debía evitar la infiltración de extremistas en sus filas.

Ahora EE UU relaja los criterios. Ya no formará a su propia fuerza, sino que buscará a líderes militares que ya combatan sobre el terreno, comprobará sus antecedentes, los equipará con armas y munición y delegará en ellos la lucha en favor de los intereses estadounidenses.

La razón del cambio es el fracaso, admitido por la Administración Obama, del plan para formar y equipar a una fuerza rebelde. Debían ser 15.000 en los tres primeros años, de los que 5.400 iban a ser entrenados durante el primer año. El Pentágono admitió en septiembre que sólo cuatro o cinco estaban en combate.

No fue el único problema. Algunos rebeldes que en los meses previos entraron en combate sufrieron pérdidas ante los yihadistas. Y parte de su equipamiento, proporcionado por EE UU, acabo en manos del Frente Al Nusra, vinculado a Al Qaeda.

“Sigo convencido de que una derrota duradera del ISIS [acrónimo inglés para designar al Estado Islámico] en Siria depende en parte del éxito de fuerzas sobre el terreno locales, motivadas y capaces”, dijo el secretario de Defensa, Ashton Carter. “Creo que los cambios que hoy instituimos aumentarán con el tiempo el poder de combate contra las fuerzas del ISIS en Siria y al final ayudarán a que nuestra campaña logre una derrota duradera de ISIS”, añadió.

Una nueva revisión

El nuevo plan es otro ajuste, uno más, en la estrategia estadounidense en Siria. Cuando la guerra estalló, en 2011, Obama pedía la marcha del dictador El Asad. Después estableció una línea roja: si El Asad usaba armas químicas, EE UU intervendría militarmente. El Asad las usó, según el espionaje estadounidense, pero en septiembre de 2013, cuando todo estaba listo para lanzar los primeros misiles, Obama dio marcha atrás. Un plan ruso permitió retirar las armas y evitar unos bombardeos a los que el Congreso se oponía.

En los meses siguientes, los avances del Estado Islámico y otros grupos yihadistas contrarios a El Asad obligaron a revisar de nuevo la política de la Casa Blanca. En septiembre de 2014, EE UU comenzó a bombardear en Siria, pero no a El Asad sino al Estado Islámico, adversario del presidente sirio.

El rompecabezas se acaba de complicar en las últimas semanas con la llegada masiva de refugiados a Europa —en lo que va de año han llegado 580.000— y con el despliegue militar de Rusia en defensa de El Asad. EE UU ha lamentado que los bombardeos rusos apunten no al Estado Islámico, sino a rebeldes moderados, algunos de ellos afines a EE UU.

Nada es sencillo en la guerra siria. La Administración Obama se opone a El Asad, sí, pero señala que la misión de los rebeldes a los que patrocina no es luchar contra El Asad sino contra el Estado Islámico. Y el presidente de EE UU denuncia las atrocidades de ambos bandos, pero se mantiene firme en la negativa a ampliar la intervención con una zona de exclusión aérea, y menos con el despliegue de tropas.

Obama tiene presentes las lecciones de Irak, Afganistán y Libia, intervenciones militares recientes en las que EE UU ha perdido sangre, dinero y credibilidad. En Siria no ve soluciones claras. El fracaso del plan para entrenar y armar rebeldes sirios es la última demostración.

Las claves

Estados Unidos pide desde 2011 la renuncia del presidente sirio Bachar el Asad por su represión de las protestas opositoras. Cuatro años de guerra civil han causado al menos 240.000 muertes. La expansión del grupo yihadista Estado Islámico (EI) ha hecho que el Gobierno estadounidense acepte que El Asad permanezca a corto plazo en el poder tras una hipotética resolución política al conflicto.
Desde hace un año, EE UU bombardea posiciones del EI, que también es enemigo del régimen de El Asad. Desde la semana pasada, Rusia, aliada del régimen, bombardea a un amplio espectro de grupos opositores, lo que desconcierta a EE UU. No hay militares estadounidenses desplegados sobre el terreno.
El Pentágono inició en mayo un programa de entrenamiento de rebeldes para que luchen contra los extremistas. El programa se suspendió este viernes después de que se reclutaran a muchos menos insurgentes de los previstos. EE UU ha decidido rebajar sus ambiciones. A partir de ahora no creará una fuerza nueva sino que trabajara con ya existentes. Escogerá a comandantes de unidades rebeldes, pero no a sus combatientes. Solo entrenará y dará armas a los comandantes.

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