“Ya solo hay terror en Siria”

El cambio de la ley de asilo en Macedonia hace desaparecer mafias

Ladislao J. Moñino
Gevgelija (Macedonia), El País
De repente, por un camino secundario y empedrado que se bifurca hacia las vías del tren y hacia el campamento de refugiados instalado a las afueras de Gevgelija (15.000 habitantes), en la frontera de Macedonia con Grecia, comienza un goteo atropellado de seres humanos que transitan acelerados y en silencio. Sirios, en su mayoría, iraquíes y afganos corren hacia los autobuses situados al otro lado de un puente que atraviesa un río seco. Los rostros de mujeres con niños entre sus brazos, de adolescentes y de hombres, entremezclan a la carrera la angustia y la felicidad por poder empezar una nueva etapa en su migración a Europa occidental. Algunos se tapan la cara para no ser retratados. Acaban de abandonar el campamento con el certificado del Gobierno de Macedonia que les da 72 horas para cruzar el país y ahora se dirigen a la frontera con Serbia. Se agolpan a las puertas de los autobuses que, por 20 euros, les transportarán hasta la siguiente barrera en su tortuoso camino, situada a unos 200 kilómetros. Dos taxistas ofertan ese mismo viaje por 100 euros a pocos metros de los agentes de policía que tratan de poner orden en las colas.


“No hay vida en Siria, no hay agua, no hay comida, no hay trabajo, solo terror”, relata Kamel, que emprendió su huida acompañado de su esposa. “Yo soy decorador y tenía una empresa con 300 personas a mi cargo. Lo he perdido todo”, prosigue mientras intenta que no le arrebaten su privilegiada posición en la fila. “En Europa, al menos, se respetan los derechos humanos”, responde convencido cuando se le pregunta qué espera de su nueva vida. “Llevo tres días andando para llegar hasta aquí, tenía que elegir entre pagar en Grecia o aquí”, cuenta Omar, un iraquí veinteañero. Por la vestimenta o por los signos de cansancio se aprecian las diferencias económicas entre unos y otros. Algunos sirios tratan de parecer turistas para evitar problemas.

“Desde que el Gobierno macedonio cambió la ley de asilo, las condiciones para los refugiados han mejorado algo. Ahora hay autobuses y ya no tienen que atravesar el país andando. Los he visto en Kumanovo, a pocos kilómetros de Skopje, llegar con los pies destrozados, donde eran atendidos por la comunidad musulmana en la mezquita”, relata Andrés Díaz, un cooperante del Centro para el Diálogo Intercultural, que cifra entre 6.000 y 10.000 los refugiados que llegaban cada día a Gevgelija la semana pasada.

La mejora en el transporte al paso por Macedonia ha hecho que las mafias que carroñaban alrededor del campamento hayan desaparecido. Ahora solo se ven vendedores ambulantes que ofrecen un par de plátanos a dos euros. A pleno sol, con cerca de 30 grados, una cola con cientos de personas aguarda para entrar en el campamento.

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