Plantados en Turquía ante la puerta de Europa
Turquía endurece los controles e impide el paso de los migrantes a Grecia
Andrés Mourenza
Edirne, El País
“¡Europa, Europa!” corean cientos de refugiados sirios sobre un montículo a la vera de la autopista que lleva a la ciudad turca de Edirne, fronteriza con Grecia y Bulgaria. Desde hace tres días, unos 1.600 sirios se aglomeran en este lugar —en tiendas de campaña o míseros cobijos— y otros 500 han acampado en la estación de autobuses de Edirne. Algunos han llegado en autocares, otros en coches, otros escondidos en camiones, los más tras largas caminatas de hasta 100 kilómetros, y todos con un único objetivo: que se les permita el paso por tierra a la UE y no se les obligue a arriesgar la vida en pateras.
“Queremos que el Gobierno turco nos deje llegar hasta la frontera con Grecia y que Europa nos deje entrar de forma legal, para que no tengamos que utilizar vías ilegales”, explica Faadi Husseini, uno de los líderes del grupo.
Hay una diferencia entre este grupo de sirios y los que han llegado a la UE durante el pasado mes. Los últimos han salido recientemente de Siria y son integrantes de una clase media con posibles.
Los últimos y más pobres
Estos de Edirne, en cambio, escaparon de Siria hace más de un año, son más pobres y han gastado la mayoría de sus ahorros intentando sobrevivir, por lo que no pueden permitirse los onerosos precios que cobran los traficantes por la travesía en patera. Muchos están hartos de malvivir en Turquía —“a veces ni siquiera nos pagan los trabajos que hacemos”, denuncia una joven— y de enfrentarse al rechazo de parte de la sociedad turca.
Pero, hace tres días, la Gendarmería les cortó el paso a escasos kilómetros de Edirne alegando órdenes de Ankara. Por ello han acampado como han podido en el montículo junto a la autopista: “Es horrible, de noche hace mucho frío y aquí hay muchos niños. Algunos han enfermado a causa del frío”, afirma el sirio Rony. Durante el día el calor es insoportable, pero al caer el sol el mercurio desciende a 13 grados. A pesar de la dureza de las condiciones, al menos otros 2.000 sirios aguardan en la estación de Estambul en espera de poder marchar hacia Edirne, porque se ha dado la orden de no vender a los refugiados sirios más billetes en dicha dirección.
Desde la muerte de Aylan Kurdi —el niño sirio ahogado cuando su familia trataba de alcanzar la isla griega de Kos— el Ejecutivo turco ha reforzado la seguridad en las costas y áreas fronterizas y ha emitido una normativa que prohíbe a “los refugiados” acercarse a menos de 15 kilómetros de cualquier límite territorial de Turquía. “Es por su propia seguridad, para evitar nuevas tragedias”, asegura a este diario una fuente del Gobierno de Ankara.
Turquía (con 80 millones de habitantes) acoge a unos dos millones de sirios huidos de la guerra y ha gastado ya 5.300 millones de euros en atenderlos. “La comunidad internacional sólo ha aportado 400 millones [para acogida en Turquía], no es suficiente”, lamenta este representante del Ejecutivo, que pide a los países de la UE que provean a los refugiados de “un tránsito legal”.
Andrés Mourenza
Edirne, El País
“¡Europa, Europa!” corean cientos de refugiados sirios sobre un montículo a la vera de la autopista que lleva a la ciudad turca de Edirne, fronteriza con Grecia y Bulgaria. Desde hace tres días, unos 1.600 sirios se aglomeran en este lugar —en tiendas de campaña o míseros cobijos— y otros 500 han acampado en la estación de autobuses de Edirne. Algunos han llegado en autocares, otros en coches, otros escondidos en camiones, los más tras largas caminatas de hasta 100 kilómetros, y todos con un único objetivo: que se les permita el paso por tierra a la UE y no se les obligue a arriesgar la vida en pateras.
“Queremos que el Gobierno turco nos deje llegar hasta la frontera con Grecia y que Europa nos deje entrar de forma legal, para que no tengamos que utilizar vías ilegales”, explica Faadi Husseini, uno de los líderes del grupo.
Hay una diferencia entre este grupo de sirios y los que han llegado a la UE durante el pasado mes. Los últimos han salido recientemente de Siria y son integrantes de una clase media con posibles.
Los últimos y más pobres
Estos de Edirne, en cambio, escaparon de Siria hace más de un año, son más pobres y han gastado la mayoría de sus ahorros intentando sobrevivir, por lo que no pueden permitirse los onerosos precios que cobran los traficantes por la travesía en patera. Muchos están hartos de malvivir en Turquía —“a veces ni siquiera nos pagan los trabajos que hacemos”, denuncia una joven— y de enfrentarse al rechazo de parte de la sociedad turca.
Pero, hace tres días, la Gendarmería les cortó el paso a escasos kilómetros de Edirne alegando órdenes de Ankara. Por ello han acampado como han podido en el montículo junto a la autopista: “Es horrible, de noche hace mucho frío y aquí hay muchos niños. Algunos han enfermado a causa del frío”, afirma el sirio Rony. Durante el día el calor es insoportable, pero al caer el sol el mercurio desciende a 13 grados. A pesar de la dureza de las condiciones, al menos otros 2.000 sirios aguardan en la estación de Estambul en espera de poder marchar hacia Edirne, porque se ha dado la orden de no vender a los refugiados sirios más billetes en dicha dirección.
Desde la muerte de Aylan Kurdi —el niño sirio ahogado cuando su familia trataba de alcanzar la isla griega de Kos— el Ejecutivo turco ha reforzado la seguridad en las costas y áreas fronterizas y ha emitido una normativa que prohíbe a “los refugiados” acercarse a menos de 15 kilómetros de cualquier límite territorial de Turquía. “Es por su propia seguridad, para evitar nuevas tragedias”, asegura a este diario una fuente del Gobierno de Ankara.
Turquía (con 80 millones de habitantes) acoge a unos dos millones de sirios huidos de la guerra y ha gastado ya 5.300 millones de euros en atenderlos. “La comunidad internacional sólo ha aportado 400 millones [para acogida en Turquía], no es suficiente”, lamenta este representante del Ejecutivo, que pide a los países de la UE que provean a los refugiados de “un tránsito legal”.