La guerra y la descoordinación de Europa alientan la ola de refugiados
El desgaste tras cinco años de conflicto en Siria se une a las flaquezas de la UE
Ana Carbajosa / Patricia R. Blanco
Madrid, El País
El flujo de refugiados que tratan de alcanzar un país seguro no es nuevo, pero en las últimas semanas ha alcanzado una dimensión sin precedentes desde la II Guerra Mundial. Las islas griegas se han convertido en el puerto de atraque de un ejército de pateras. La estación de tren de Budapest, en un campo de refugiados improvisado. Esas imágenes son apenas una minúscula muestra de los cientos de miles de personas que en los últimos meses han decidido salir con lo puesto de sus casas. La desesperanza generada por guerras como la siria, que no tiene visos de amainar, la llegada del invierno y la falta de una política europea clara y común para el asilo son algunas de las causas que explican la trágica confluencia de decisiones individuales.
El número de migrantes detectados en lo que va de año, 340.000, casi triplica el dato de 2014 en el mismo periodo, 123.500, según los registros de Frontex. Javier Quesada, jefe de análisis de riesgos de esta agencia europea, piensa que se ha producido un cambio en los últimos meses, según los testimonios que recogen sobre el terreno sus equipos. “El deterioro de la situación, prolongado en el tiempo, hace que sientan que en su país no hay vuelta atrás. Antes huían de amenazas más concretas. Ahora, nos encontramos con más desesperación”, considera.
La guerra siria ha entrado en su quinto año sin que se aprecie ningún síntoma de mejoría. Al revés. Los bombardeos del Ejército no cesan, el autodenominado Estado Islámico se hace fuerte e impone su ley del terror y la comunidad internacional hace tiempo que dejó de proponer planes de paz para el país. En lo que va de año, 85.000 sirios han llegado a Europa, frente a los 25.000 que lo hicieron en el mismo periodo del año pasado, según Frontex.
Al margen de la violencia, el día a día no ha dejado de complicarse para los sirios. Sus reservas se acaban tras cuatro años sin cosechas y una vida cada vez más cara. Para muchas familias sirias, la perspectiva de sobrevivir un año más al frío se ha vuelto insoportable, a menudo, sin electricidad, y sin combustible para la calefacción. “Pensábamos que tal vez la guerra mejoraría, pero nos dimos cuenta de que no hay esperanza”, contaba recientemente Abu Mohamed, un topógrafo de Duma, a las afueras de Damasco, que viajó con su mujer, maestra, hasta Melilla, donde pidió asilo.
Muchos de los que ahora viajan son desplazados internos que llevan tiempo cobijados en casa de algún familiar dentro de Siria —7,5 millones— o los que malviven varados en Turquía, Líbano, Jordania o Egipto —cuatro millones—. Esos países están saturados y ya han comenzado a imponer restricciones a las nuevas llegadas. “En Turquía, los 800.000 refugiados sirios que había en 2014, según datos de la ONU, son ahora alrededor de dos millones”, explica Jonathan Zaragoza Cristiani, investigador del Instituto Universitario Europeo en el Proyecto Borderlands. “Turquía hace lo que puede, pero al igual que Grecia deja pasar a los refugiados hacia los Balcanes, Turquía les deja pasar hacia Grecia”, estima.
Los ciudadanos sirios no han podido rehacer sus vidas en los países vecinos. En los campos les dan de comer, sí, pero poco más. “La ONU ya avisó de la falta de presupuesto para atender a los sirios en los campos de refugiados”, recuerda Zaragoza. Entonces, piensan que tal vez en Alemania o en otro país tengan una segunda oportunidad. “El hecho de que muchos lo hayan conseguido ya, hace que muchos otros se animen”, interpreta Demetrios Papademetriou, al frente del Migration Policy Institute en Europa.
Falta de canales legales
Más allá de la trágica situación en los países de origen, el sentimiento de urgencia viene marcado por las reverberaciones de determinadas decisiones políticas. La falta de una política de asilo común en la UE y de canales legales para que los refugiados puedan solicitar asilo en terceros países y llegar a Europa por vías ordinarias impide la entrada ordenada y produce picos de llegadas como el actual, según coinciden los expertos. “No parece que la UE tenga un sistema bien organizado para absorber a refugiados. Por ello, se ha creado un mercado para viajar ilegalmente”, explica Leonard Doyle, portavoz de la OIM (Organización Internacional para las Migraciones).
Que unos países de la UE ofrezcan más beneficios a los refugiados que otros, invita también a la concentración de migrantes en ciertos puntos de entrada a Europa. Alemania y Suecia suman el 47% de las solicitudes de asilo de sirios en Europa. Doyle destaca, además, que decisiones como la de Hungría de levantar una valla para frenar la entrada de migrantes alimenta la sensación de ahora o nunca que mueve a muchos.
Esa sensación viene también inducida por algunas medidas adoptadas por la UE para acabar con las mafias. “Los traficantes incrementan sus negocios, alentando el transporte hasta las fronteras de la UE”, analiza Gloria I. Ospina, historiadora y geógrafa de la población en la Universidad Complutense de Madrid e investigadora de la UNISCI (Unidad de Investigación sobre Seguridad y Cooperación Internacional). La operación de la UE lanzada el pasado junio contra los barcos de traficantes en la costa libia “ha cerrado un tapón, perola gente ha buscado otra ruta a través de Grecia”, añade Zaragoza.
La estación del año favorece, a su vez, la llegada masiva de migrantes por un clima que favorece las travesías en el mar. “Las mafias aprovechan la primavera y el verano para hacer el máximo negocio”, apunta Ospina.
No obstante, “el contrabando no es la causa de la migración, sino un síntoma”, subraya Alexander Betts, director del Centro de Estudios sobre los Refugiados de la Universidad de Oxford. Por eso, según analiza, la UE debe afrontar la situación, no con medidas contra las mafias, “sino haciendo frente a las causas profundas del movimiento de refugiados y garantizando caminos legales para acceder a Europa”.
Ana Carbajosa / Patricia R. Blanco
Madrid, El País
El flujo de refugiados que tratan de alcanzar un país seguro no es nuevo, pero en las últimas semanas ha alcanzado una dimensión sin precedentes desde la II Guerra Mundial. Las islas griegas se han convertido en el puerto de atraque de un ejército de pateras. La estación de tren de Budapest, en un campo de refugiados improvisado. Esas imágenes son apenas una minúscula muestra de los cientos de miles de personas que en los últimos meses han decidido salir con lo puesto de sus casas. La desesperanza generada por guerras como la siria, que no tiene visos de amainar, la llegada del invierno y la falta de una política europea clara y común para el asilo son algunas de las causas que explican la trágica confluencia de decisiones individuales.
El número de migrantes detectados en lo que va de año, 340.000, casi triplica el dato de 2014 en el mismo periodo, 123.500, según los registros de Frontex. Javier Quesada, jefe de análisis de riesgos de esta agencia europea, piensa que se ha producido un cambio en los últimos meses, según los testimonios que recogen sobre el terreno sus equipos. “El deterioro de la situación, prolongado en el tiempo, hace que sientan que en su país no hay vuelta atrás. Antes huían de amenazas más concretas. Ahora, nos encontramos con más desesperación”, considera.
La guerra siria ha entrado en su quinto año sin que se aprecie ningún síntoma de mejoría. Al revés. Los bombardeos del Ejército no cesan, el autodenominado Estado Islámico se hace fuerte e impone su ley del terror y la comunidad internacional hace tiempo que dejó de proponer planes de paz para el país. En lo que va de año, 85.000 sirios han llegado a Europa, frente a los 25.000 que lo hicieron en el mismo periodo del año pasado, según Frontex.
Al margen de la violencia, el día a día no ha dejado de complicarse para los sirios. Sus reservas se acaban tras cuatro años sin cosechas y una vida cada vez más cara. Para muchas familias sirias, la perspectiva de sobrevivir un año más al frío se ha vuelto insoportable, a menudo, sin electricidad, y sin combustible para la calefacción. “Pensábamos que tal vez la guerra mejoraría, pero nos dimos cuenta de que no hay esperanza”, contaba recientemente Abu Mohamed, un topógrafo de Duma, a las afueras de Damasco, que viajó con su mujer, maestra, hasta Melilla, donde pidió asilo.
Muchos de los que ahora viajan son desplazados internos que llevan tiempo cobijados en casa de algún familiar dentro de Siria —7,5 millones— o los que malviven varados en Turquía, Líbano, Jordania o Egipto —cuatro millones—. Esos países están saturados y ya han comenzado a imponer restricciones a las nuevas llegadas. “En Turquía, los 800.000 refugiados sirios que había en 2014, según datos de la ONU, son ahora alrededor de dos millones”, explica Jonathan Zaragoza Cristiani, investigador del Instituto Universitario Europeo en el Proyecto Borderlands. “Turquía hace lo que puede, pero al igual que Grecia deja pasar a los refugiados hacia los Balcanes, Turquía les deja pasar hacia Grecia”, estima.
Los ciudadanos sirios no han podido rehacer sus vidas en los países vecinos. En los campos les dan de comer, sí, pero poco más. “La ONU ya avisó de la falta de presupuesto para atender a los sirios en los campos de refugiados”, recuerda Zaragoza. Entonces, piensan que tal vez en Alemania o en otro país tengan una segunda oportunidad. “El hecho de que muchos lo hayan conseguido ya, hace que muchos otros se animen”, interpreta Demetrios Papademetriou, al frente del Migration Policy Institute en Europa.
Falta de canales legales
Más allá de la trágica situación en los países de origen, el sentimiento de urgencia viene marcado por las reverberaciones de determinadas decisiones políticas. La falta de una política de asilo común en la UE y de canales legales para que los refugiados puedan solicitar asilo en terceros países y llegar a Europa por vías ordinarias impide la entrada ordenada y produce picos de llegadas como el actual, según coinciden los expertos. “No parece que la UE tenga un sistema bien organizado para absorber a refugiados. Por ello, se ha creado un mercado para viajar ilegalmente”, explica Leonard Doyle, portavoz de la OIM (Organización Internacional para las Migraciones).
Que unos países de la UE ofrezcan más beneficios a los refugiados que otros, invita también a la concentración de migrantes en ciertos puntos de entrada a Europa. Alemania y Suecia suman el 47% de las solicitudes de asilo de sirios en Europa. Doyle destaca, además, que decisiones como la de Hungría de levantar una valla para frenar la entrada de migrantes alimenta la sensación de ahora o nunca que mueve a muchos.
Esa sensación viene también inducida por algunas medidas adoptadas por la UE para acabar con las mafias. “Los traficantes incrementan sus negocios, alentando el transporte hasta las fronteras de la UE”, analiza Gloria I. Ospina, historiadora y geógrafa de la población en la Universidad Complutense de Madrid e investigadora de la UNISCI (Unidad de Investigación sobre Seguridad y Cooperación Internacional). La operación de la UE lanzada el pasado junio contra los barcos de traficantes en la costa libia “ha cerrado un tapón, perola gente ha buscado otra ruta a través de Grecia”, añade Zaragoza.
La estación del año favorece, a su vez, la llegada masiva de migrantes por un clima que favorece las travesías en el mar. “Las mafias aprovechan la primavera y el verano para hacer el máximo negocio”, apunta Ospina.
No obstante, “el contrabando no es la causa de la migración, sino un síntoma”, subraya Alexander Betts, director del Centro de Estudios sobre los Refugiados de la Universidad de Oxford. Por eso, según analiza, la UE debe afrontar la situación, no con medidas contra las mafias, “sino haciendo frente a las causas profundas del movimiento de refugiados y garantizando caminos legales para acceder a Europa”.