Historias de argentinos que viajaron a Filadelfia por la visita del papa Francisco

Filadelfia AP
Había fila para sacarse fotos con los Papas "truchos", es decir, las siluetas de cartón con foto gigante de Francisco colocados en "gift-shops", salones de prensa y demás lugares de esta ciudad colapsada por la "Pope Francis-mania". Como no podía ser de otra manera, también había argentinos que, junto con banderas, se sacaban fotos con el "Papa trucho".


"Vivimos en Chicago, pero no nos quisimos perder la misa con el Papa y vinimos", contó a LA NACION Ana Isabella, de 43 años y madre de seis hijos: Joaquín de 13, Lucas, de 12, Mateo, de 9, Simón, de 5 y dos mellizas de 3 años, Belén y Fátima. "Vine sólo con los dos más grandes, dejé a los otros cuatro en casa con mi marido, ingeniero, y ellos verán esta fiesta por televisión", agregó.

Junto a ella estaba Patricia Campbell, de 42 años, una amiga que vive en Nueva York, donde su marido, médico, trabaja en un hospital. "No nos veíamos hace tiempo y nos organizamos para venir todos juntos y estamos encantadas. Ellos vinieron a Nueva York y desde ahí viajamos esta mañana en tren. Volvemos a la noche, porque no conseguimos hotel", contó.

"La idea de venir era participar en la misa, estar en presencia del Papa, que además, es argentino, recibir su bendición y juntarnos con la gente, con las familias de todo el mundo", dijo Ana. "Vinimos con encargos, cosas para bendecir, tengo esta caja llena de intenciones para ofrecer en la misa", agregó, abriendo la mochila y mostrando las cosas.

Entre los argentinos presentes en la última etapa del viaje de Francisco a Estados Unidos, también estaban Rosanna Mancinelli junto a su marido Carlos Merli y su hijo Matías, de 17 años, en silla de ruedas y que padece parálisis cerebral desde el nacimiento, ya que por error médico padeció asfixia durante el parto. Muchos periodistas se confundían a Matías con el niño, también en silla de ruedas y parálisis cerebral, que saludó al llegar ayer al aereopuerto de Filadelfia, cuando hizo detener su Fiat 500 y se bajó para saludarlo.

"No, no estuvimos en el aeropuerto, pero sí estuvimos ayer en la catedral, fue un privilegio escuchar al Papa, pero el servicio secreto se lo llevó justo cuando lo estábamos por saludar", contó, con cierta amargura, Rosanna, que forma parte de la Fraternidad Laical de agrupaciones de Santo Tomás de Aquino (Fasta), una institución de laicos de Rosario fundada hace más de 50 años por el padre Aníbal Fosebery, un dominico argentino.

Los Merli, de hecho, viven en Rosario pero, gracias a Fasta, desde que Matías tiene 18 meses viajan dos veces al año a Filadelfia para un tratamiento de rehabilitación en el Instituto para el logro del potencial, que se encuentra en las afueras de la ciudad. "Valoramos la generosidad de Filadelfia, que tanto nos ha ayudado y que testimonia que es verdad que es la ciudad del 'amor fraterno' (su nombre significa eso en griego antiguo)", dijo Rosanna. "Por eso le dejamos una carta al Papa -que conocíamos desde que era el cardenal Bergoglio porque vino a Rosario para ordenar a sacerdotes de Fasta y participó del jubileo de sus 50 años-, agradeciéndole a Filadelfia todo lo que hizo y hace por nosotros", agregó.

¿Qué significa para ella que el Papa sea argentino? "Es un orgullo, pero también es una bendición para nuestro país y, como Iglesia, una gran responsabilidad".

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