De Siria a Bélgica, 20 años después

Un comerciante y su sobrino cuentan sus respectivas odiseas hasta Bruselas

Belén Domínguez Cebrián
Bruselas, El País
Hazim A. (nombre ficticio para no entorpecer su proceso de asilo) llegó a Bruselas antes del verano en búsqueda de refugio. Huyó de Zeidal, uno de los barrios cristianos en los suburbios de Homs, al norte de Damasco, donde los bombardeos del régimen de Bachar el Asad y la violencia extrema del Estado Islámico (EI) han hecho de la ciudad un infierno. Este joven de 17 años, de mirada inocente, pelo negro y bigote incipiente, espera estos días el visto bueno de las autoridades belgas para obtener el asilo. Pero como tantos otros compatriotas, tuvo que pagar a la mafia en Turquía para subirse a una barca que le llevase a Grecia. Y a otras mafias en Atenas para poder entrar en Bélgica “con una visa falsa”, reconoce su tío William, que regenta una tienda de ultramarinos. “El funcionamiento de los traficantes es igual que hace 20 años”, explica mientras recuerda su periplo para alcanzar la ansiada UE, allá por 1995.


William A. emigró desde Siria hasta Bélgica hace 20 años. Abandonó su ciudad, Qamishli —en la frontera con Turquía— junto a sus padres y siete hermanos en búsqueda de una mejor calidad de vida. Y aunque el motivo difiere del de su sobrino Hazim, para él la historia se repite: “Pagamos a las mafias en Hungría exactamente igual que se está haciendo ahora [20 años después] con los que huyen de la guerra en mi país”, sostiene desde su pequeño negocio al norte de Bruselas. “¡A la mafia no les importan nada nadie, son unos ladrones!”, exclama.

La familia A. son sirios cristianos, una de las religiones más perseguidas en Irak y Siria por los islamistas. William, que lleva colgado del cuello a un Jesús en la cruz tallado en oro amarillo, confiesa que ha pagado 8.800 euros a las mafias para conseguir traer a su sobrino, pero con una estrategia muy pensada. “Escogimos a Hazim porque es estudiante y aún no ha hecho el servicio militar obligatorio. Si le dan el asilo antes de que cumpla los 18, podrá solicitar la reagrupación familiar y traer a sus padres y otros dos hermanos que quedaron en Siria”, explica. Su protección internacional podría llegar dentro de entre seis meses y un año, según las autoridades. Bastante menos de los siete años que esperó su tío William, que ahora goza, incluso, de la nacionalidad belga.

Los traficantes “están por todas partes. Se sabe quiénes son por el boca a boca”, sostiene William. Hace 20 años sus padres pagaron tres millones y medio de francos belgas (86.762 euros) a la mafia para que él, sus tíos y sus siete hermanos llegaran a Bruselas. De Qamishli hasta Damasco. En la capital siria se fueron en avión hasta Hungría, donde pasaron un mes intentando contactar a la mafia de aquel entonces. Desde Budapest, los traficantes les guiaron por Eslovaquia y República Checa donde les metieron en un tren hasta Alemania. “En la frontera [entre Alemania y República Checa] pagamos a una persona para que nos llevara a Fráncfort, donde nos esperaba un primo mío”, explica mientras recuerda, más aliviado, el final del viaje: por fin llegaron en coche hasta Bruselas.

Casi el mismo recorrido hizo el pasado julio Kaled, de Basora (Irak). Con 23 años espera ahora en una casa de acogida a las afueras de Bruselas a que las autoridades le den el asilo. “Quiero trabajar y no recordar lo que está pasando allí [en Irak y Siria] nunca más”, cuenta con una gran, y sobrecogedora, timidez. Kaled pagó 5.800 euros a las mafias en Turquía para conseguir un hueco en una barca de plástico con otras 50 personas. “Tuve que tirar mi pasaporte al mar para que la guardia costera turca no me detuviera”, explica a través de un traductor del árabe al inglés que tiene instalado en su móvil.

Después de Grecia llegó Macedonia, y después Serbia, y después Hungría, Austria, Alemania y Bélgica. "Todo gracias a Alá", suspira.

Entradas populares