Las elecciones griegas complican el papel del FMI en el tercer rescate
El Fondo solo contempla una participación mínima en el plan y con más reformas y una reestructuración profunda de la deuda como condición previa
Amanda Mars
Washington, El País
La convocatoria de elecciones en Grecia añade incertidumbre a la ya difícil negociación para que el Fondo Monetario Internacional (FMI) participe en el tercer rescate heleno. De entrada, el Fondo solo contempla una aportación económica mínima y con un acuerdo previo de alivio de la deuda pública del país. Estaba previsto que se pudiera concretar en la revisión del primer programa, en octubre, y empezar a negociar en septiembre. Con una convocatoria electoral encima de la mesa, las conversaciones con el Fondo se complican.
El nuevo rescate europeo de Grecia, de 86.000 millones de euros, no necesita la reducida aportación que el FMI estaría dispuesto a hacer por motivos estrictamente económicos. Europa, y especialmente Alemania, quieren involucrar al organismo para reforzar la credibilidad del programa en clave interna y contar con el consejo técnico de sus expertos. El Fondo solo se plantea participar con la condición de que Grecia apruebe en el Parlamento las reformas fiscales y de pensiones —las promesas ya no le valen— y que los socios de la zona euro acuerden un plan de reestructuración de la deuda helena, que de momento no ha suscitado grandes apoyos.
La aportación económica, según fuentes conocedoras de la negociación, quedaría probablemente por debajo del dinero que le ha quedado pendiente del rescate anterior, inconcluso, y que suma unos 16.000 millones de dólares. En la institución de Washington está grabado a fuego que Grecia se convirtió en junio en el primer país desarrollado en ser moroso con el organismo y le costaría mucho lograr apoyos internos para una aportación más generosa.
Para el profesor de Harvard y ex economista jefe del Fondo, Kenneth Rogoff, “el escenario ideal para el Fondo sería que el Mecanismo Europeo de Estabilidad le comprase su participación y que su papel fuera solo como consejero técnico”. “Y sospecho que el BCE también estaría contento con ello”, añade.
De momento, el llamado alivio de la deuda griega ya se ha convertido en un elemento innegociable para el FMI. En 2010 aceptó un rescate sin medidas para reducir la deuda bajo el argumento de que primaba frenar el riesgo sistémico —con España, Portugal e Italia en riesgo de contagio—, y en 2012 se conformó con la quita del sector privado y una leve extensión de plazos. Luego la situación mejoró, Grecia volvió a financiarse en el mercado, pero la falta de avance en las reformas y la crisis política rompieron la baraja. El Fondo ahora no ve riesgo sistémico pero sí cree insostenible una deuda pública que calcula llegará al 200% del PIB en dos años.
Hay otras partidas en juego. ¿Cómo digerirían países más pobres que Grecia que el Fondo ceda de nuevo? “Los mercados financieros se van a poner muy duros para los países emergentes, que dependen de las exportaciones y que tienen altas deudas en dólares, así que se puede intuir que algunos de ellos necesitarán algún programa del FMI si el crecimiento de China sigue atascándose”, apunta Rogoff. En ese caso, añade, “puede resultar muy complicado que el organismo le dé a Grecia un trato mucho más suave del que ofrece a América Latina o Asia”.
Una inquietud que admiten fuentes conocedoras de la institución. Ha habido críticas internas de quienes ven un sesgo europeísta en el Fondo, dirigido desde 2011 por la francesa Christine Lagarde. Y, por otra parte, hay quien ve claves políticas, porque Lagarde se juega la reelección al cargo en 2016.
"Necesidades políticas"
El alemán Jacob F. Kirkegaard, del Peterson Institute en Washington, señala que los recelos del Fondo reflejan el rechazo a creer las vagas promesas de Europa sobre una reestructuración de la deuda griega pero también responde a “necesidades políticas” en varios flancos: “De Lagarde personalmente, que necesita mostrar una independencia de la zona euro para asegurarse otros cinco años de mandato; y del FMI, como organización, que necesita mostrar que está en el centro del debate entre ajuste y estímulos y que pide esfuerzos tanto a deudores como a acreedores”, concluye.
Y también, a su juicio, hay una derivada política en EEUU, donde “la Administración de Obama, con Bernie Sanders [el precandidato demócrata más progresista] subiendo en las encuestas, necesita satisfacer la fuerte solidaridad por Grecia en amplias parte del partido Demócrata”.
Es un sentir que reflejó bien el secretario del Tesoro estadounidense, Jack Lew, al defender un plan de reestructuración o alivio ara la deuda griega, algo que el pasado julio tuvo una respuesta con sorna del ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, quien le propuso a Lew lidiar con Grecia y pasar el problema de Puerto Rico a los europeos.
Pero el tono de Schäuble ha cambiado considerablemente. El miércoles en el Parlamento alemán, ante de la votación del nuevo rescate griego, no tuvo problema en defender alguna medida de alivio para la deuda griega. Es el único modo de que FMI entre en el juego, pero, aún así, el acuerdo para ello va a ser complicado.
La dificultad de una quita de la deuda
Una extensión de los plazos. Los socios del euro solo están dispuestos a extender los plazos de pago de la deuda griega. El FMI sólo renunciaría a una quita directa, es decir, a perdonarle una parte de lo adeudado, si hay reformas profundas fiscal y de pensiones.
La quita no es políticamente aceptable en una Europa en la que los contribuyentes ya han pagado mucho y han sufrido recortes sociales. El FMI pide una extensión “drástica”, como plasmó en su informe de julio. Plantean un periodo de gracia de alrededor de 30 años en el conjunto de la deuda europea, lo que al final supone una suerte de quita indirecta de la misma.
Amanda Mars
Washington, El País
La convocatoria de elecciones en Grecia añade incertidumbre a la ya difícil negociación para que el Fondo Monetario Internacional (FMI) participe en el tercer rescate heleno. De entrada, el Fondo solo contempla una aportación económica mínima y con un acuerdo previo de alivio de la deuda pública del país. Estaba previsto que se pudiera concretar en la revisión del primer programa, en octubre, y empezar a negociar en septiembre. Con una convocatoria electoral encima de la mesa, las conversaciones con el Fondo se complican.
El nuevo rescate europeo de Grecia, de 86.000 millones de euros, no necesita la reducida aportación que el FMI estaría dispuesto a hacer por motivos estrictamente económicos. Europa, y especialmente Alemania, quieren involucrar al organismo para reforzar la credibilidad del programa en clave interna y contar con el consejo técnico de sus expertos. El Fondo solo se plantea participar con la condición de que Grecia apruebe en el Parlamento las reformas fiscales y de pensiones —las promesas ya no le valen— y que los socios de la zona euro acuerden un plan de reestructuración de la deuda helena, que de momento no ha suscitado grandes apoyos.
La aportación económica, según fuentes conocedoras de la negociación, quedaría probablemente por debajo del dinero que le ha quedado pendiente del rescate anterior, inconcluso, y que suma unos 16.000 millones de dólares. En la institución de Washington está grabado a fuego que Grecia se convirtió en junio en el primer país desarrollado en ser moroso con el organismo y le costaría mucho lograr apoyos internos para una aportación más generosa.
Para el profesor de Harvard y ex economista jefe del Fondo, Kenneth Rogoff, “el escenario ideal para el Fondo sería que el Mecanismo Europeo de Estabilidad le comprase su participación y que su papel fuera solo como consejero técnico”. “Y sospecho que el BCE también estaría contento con ello”, añade.
De momento, el llamado alivio de la deuda griega ya se ha convertido en un elemento innegociable para el FMI. En 2010 aceptó un rescate sin medidas para reducir la deuda bajo el argumento de que primaba frenar el riesgo sistémico —con España, Portugal e Italia en riesgo de contagio—, y en 2012 se conformó con la quita del sector privado y una leve extensión de plazos. Luego la situación mejoró, Grecia volvió a financiarse en el mercado, pero la falta de avance en las reformas y la crisis política rompieron la baraja. El Fondo ahora no ve riesgo sistémico pero sí cree insostenible una deuda pública que calcula llegará al 200% del PIB en dos años.
Hay otras partidas en juego. ¿Cómo digerirían países más pobres que Grecia que el Fondo ceda de nuevo? “Los mercados financieros se van a poner muy duros para los países emergentes, que dependen de las exportaciones y que tienen altas deudas en dólares, así que se puede intuir que algunos de ellos necesitarán algún programa del FMI si el crecimiento de China sigue atascándose”, apunta Rogoff. En ese caso, añade, “puede resultar muy complicado que el organismo le dé a Grecia un trato mucho más suave del que ofrece a América Latina o Asia”.
Una inquietud que admiten fuentes conocedoras de la institución. Ha habido críticas internas de quienes ven un sesgo europeísta en el Fondo, dirigido desde 2011 por la francesa Christine Lagarde. Y, por otra parte, hay quien ve claves políticas, porque Lagarde se juega la reelección al cargo en 2016.
"Necesidades políticas"
El alemán Jacob F. Kirkegaard, del Peterson Institute en Washington, señala que los recelos del Fondo reflejan el rechazo a creer las vagas promesas de Europa sobre una reestructuración de la deuda griega pero también responde a “necesidades políticas” en varios flancos: “De Lagarde personalmente, que necesita mostrar una independencia de la zona euro para asegurarse otros cinco años de mandato; y del FMI, como organización, que necesita mostrar que está en el centro del debate entre ajuste y estímulos y que pide esfuerzos tanto a deudores como a acreedores”, concluye.
Y también, a su juicio, hay una derivada política en EEUU, donde “la Administración de Obama, con Bernie Sanders [el precandidato demócrata más progresista] subiendo en las encuestas, necesita satisfacer la fuerte solidaridad por Grecia en amplias parte del partido Demócrata”.
Es un sentir que reflejó bien el secretario del Tesoro estadounidense, Jack Lew, al defender un plan de reestructuración o alivio ara la deuda griega, algo que el pasado julio tuvo una respuesta con sorna del ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, quien le propuso a Lew lidiar con Grecia y pasar el problema de Puerto Rico a los europeos.
Pero el tono de Schäuble ha cambiado considerablemente. El miércoles en el Parlamento alemán, ante de la votación del nuevo rescate griego, no tuvo problema en defender alguna medida de alivio para la deuda griega. Es el único modo de que FMI entre en el juego, pero, aún así, el acuerdo para ello va a ser complicado.
La dificultad de una quita de la deuda
Una extensión de los plazos. Los socios del euro solo están dispuestos a extender los plazos de pago de la deuda griega. El FMI sólo renunciaría a una quita directa, es decir, a perdonarle una parte de lo adeudado, si hay reformas profundas fiscal y de pensiones.
La quita no es políticamente aceptable en una Europa en la que los contribuyentes ya han pagado mucho y han sufrido recortes sociales. El FMI pide una extensión “drástica”, como plasmó en su informe de julio. Plantean un periodo de gracia de alrededor de 30 años en el conjunto de la deuda europea, lo que al final supone una suerte de quita indirecta de la misma.