El avance del caso de los correos privados pone a Clinton en aprietos
Las nuevas revelaciones coinciden con el auge de su rival Sanders en las encuestas
Joan Faus
Washington, El País
No está siendo una buena semana para Hillary Clinton. La favorita a la nominación del Partido Demócrata a las elecciones presidenciales de 2016 afronta nuevos problemas: avanza la investigación por su uso exclusivo de una cuenta privada de correo electrónico como secretaria de Estado; y Bernie Sanders, su mayor rival demócrata, se sitúa a la cabeza en las encuestas en uno de los primeros Estados que vota en el proceso de primarias en la carrera a la Casa Blanca.
Es muy pronto para calibrar el impacto de estas amenazas. Clinton mantiene, según los sondeos de la semana pasada, una amplia ventaja respecto a Sanders en el conjunto de Estados Unidos. Pero la realidad es que se está acortando en algunos Estados clave, y el caso de los correos privados está ganando peso y se presume como un asunto de debate permanente en la campaña.
“Todavía creo que Sanders no tiene capacidad de vencer a Clinton en unas primarias”, dice Chris Cillizza, analista político de The Washington Post, en un vídeo en la página web del diario. “Pero nunca pensé que Sanders supondría tanta amenaza para Clinton”.
Una encuesta difundida el miércoles sitúa por primera vez al senador demócrata a la cabeza en Nuevo Hampshire, el segundo Estado que celebra primarias a principios del próximo año: un 44% de votantes demócratas apoya a Sanders y un 37% a Clinton. Lo más significativo es que en marzo el respaldo a Sanders era del 8%.
El legislador por Vermont, que se declara socialista (un término peyorativo para muchos en Estados Unidos), ha llenado mítines en los últimos días en una gira por la Costa Oeste. Sanders no entra en la polémica de los emails sino que busca atacar a Clinton por el flanco izquierdista que enciende a las bases del partido en asuntos como la regulación financiera, el libre comercio o la política medioambiental.
El Buró de Investigaciones Federales (FBI, por sus siglas inglesas) ya tiene posesión del servidor privado de la ex primera dama, según informó este jueves la cadena CNN. Tras meses resistiéndose, el equipo de Clinton anunció el martes que entregaría el servidor -que estaba en su residencia privada en Nueva York- al Departamento de Justicia, que investiga si Clinton envió información clasificada y si quedó almacenada en el servidor.
Desde que se destapó en marzo que como jefa de la diplomacia estadounidense solo usaba un correo privado, Clinton ha asegurado que no envió información confidencial, que no tenía una cuenta gubernamental por mayor comodidad y ha pedido al Departamento de Estado que publique sus emails. Pero la opacidad del caso ha alimentado las habituales críticas de secretismo al matrimonio Clinton y ha dado munición a los candidatos republicanos en la pugna electoral.
La ley federal establece que deben entregarse todas las comunicaciones de altos cargos de la Administración para archivarlas. En octubre, el Departamento de Estado solicitó a los últimos cuatro secretarios su correspondencia privada. De los 60.000 correos de Clinton, su equipo solo entregó en diciembre los que consideró de trabajo. El resto -casi la mitad del total- los eliminó al considerarlos personales, lo que alimenta aún más las suspicacias de los críticos.
En paralelo, crecen los recelos sobre la seguridad de esos emails. El mismo día en que el equipo de la candidata demócrata anunciaba la entrega del servidor, el inspector general de las agencias de inteligencia estadounidenses comunicó por carta al Senado que dos correos que llegaron a la cuenta privada de Clinton contenían información más secreta de lo pensado inicialmente.
En julio, el inspector dijo que cuatro de los 40 correos analizados contenían información considerada entonces como clasificada. Sin embargo, el Departamento de Estado rebatió el martes esa versión y esgrimió que los correos circularon en sistemas desclasificados en el momento de su envío. Tras la resistencia inicial, la entrega del servidor parece ser un intento de la campaña de Clinton de contener el impacto de la investigación.
La clave del embrollo está en dirimir si es cierto, como alega la exsecretaria de Estado, que no envió ni recibió información considerada entonces clasificada. En caso de demostrarse lo contrario, sería un varapalo a la honestidad de la candidata. La investigación federal también busca analizar la seguridad del servidor privado para garantizar que la información no fuera sustraída por piratas informáticos y tratar de rescatar los 30.000 emails supuestamente personales que fueron borrados.
El serial, en cualquier caso, es una baza electoral para los republicanos. “Esto no es simplemente una cuestión de que ella no sea capaz de decir la verdad, es algo que ha puesto en riesgo la seguridad nacional y cuestiona ampliamente su capacidad para ser la comandante jefa de Estados Unidos”, dijo el miércoles el gobernador de Wisconsin, Scott Walker, que ocupa la tercera posición en los sondeos de los aspirantes conservadores a la Casa Blanca.
El equipo de Clinton es consciente de ello, busca minimizar el impacto de la controversia e insiste en que su estrategia es firme a los cuatro meses de anunciar la candidatura electoral. “Este tipo de sinsentido forma parte del territorio de una carrera presidencial”, escribió en un comunicado a simpatizantes la directora de comunicación de la aspirante demócrata, Jennifer Palmieri. “Lo sabemos, Hillary lo sabe, y esperamos que continúe hasta el día de las elecciones”.
Joan Faus
Washington, El País
No está siendo una buena semana para Hillary Clinton. La favorita a la nominación del Partido Demócrata a las elecciones presidenciales de 2016 afronta nuevos problemas: avanza la investigación por su uso exclusivo de una cuenta privada de correo electrónico como secretaria de Estado; y Bernie Sanders, su mayor rival demócrata, se sitúa a la cabeza en las encuestas en uno de los primeros Estados que vota en el proceso de primarias en la carrera a la Casa Blanca.
Es muy pronto para calibrar el impacto de estas amenazas. Clinton mantiene, según los sondeos de la semana pasada, una amplia ventaja respecto a Sanders en el conjunto de Estados Unidos. Pero la realidad es que se está acortando en algunos Estados clave, y el caso de los correos privados está ganando peso y se presume como un asunto de debate permanente en la campaña.
“Todavía creo que Sanders no tiene capacidad de vencer a Clinton en unas primarias”, dice Chris Cillizza, analista político de The Washington Post, en un vídeo en la página web del diario. “Pero nunca pensé que Sanders supondría tanta amenaza para Clinton”.
Una encuesta difundida el miércoles sitúa por primera vez al senador demócrata a la cabeza en Nuevo Hampshire, el segundo Estado que celebra primarias a principios del próximo año: un 44% de votantes demócratas apoya a Sanders y un 37% a Clinton. Lo más significativo es que en marzo el respaldo a Sanders era del 8%.
El legislador por Vermont, que se declara socialista (un término peyorativo para muchos en Estados Unidos), ha llenado mítines en los últimos días en una gira por la Costa Oeste. Sanders no entra en la polémica de los emails sino que busca atacar a Clinton por el flanco izquierdista que enciende a las bases del partido en asuntos como la regulación financiera, el libre comercio o la política medioambiental.
El Buró de Investigaciones Federales (FBI, por sus siglas inglesas) ya tiene posesión del servidor privado de la ex primera dama, según informó este jueves la cadena CNN. Tras meses resistiéndose, el equipo de Clinton anunció el martes que entregaría el servidor -que estaba en su residencia privada en Nueva York- al Departamento de Justicia, que investiga si Clinton envió información clasificada y si quedó almacenada en el servidor.
Desde que se destapó en marzo que como jefa de la diplomacia estadounidense solo usaba un correo privado, Clinton ha asegurado que no envió información confidencial, que no tenía una cuenta gubernamental por mayor comodidad y ha pedido al Departamento de Estado que publique sus emails. Pero la opacidad del caso ha alimentado las habituales críticas de secretismo al matrimonio Clinton y ha dado munición a los candidatos republicanos en la pugna electoral.
La ley federal establece que deben entregarse todas las comunicaciones de altos cargos de la Administración para archivarlas. En octubre, el Departamento de Estado solicitó a los últimos cuatro secretarios su correspondencia privada. De los 60.000 correos de Clinton, su equipo solo entregó en diciembre los que consideró de trabajo. El resto -casi la mitad del total- los eliminó al considerarlos personales, lo que alimenta aún más las suspicacias de los críticos.
En paralelo, crecen los recelos sobre la seguridad de esos emails. El mismo día en que el equipo de la candidata demócrata anunciaba la entrega del servidor, el inspector general de las agencias de inteligencia estadounidenses comunicó por carta al Senado que dos correos que llegaron a la cuenta privada de Clinton contenían información más secreta de lo pensado inicialmente.
En julio, el inspector dijo que cuatro de los 40 correos analizados contenían información considerada entonces como clasificada. Sin embargo, el Departamento de Estado rebatió el martes esa versión y esgrimió que los correos circularon en sistemas desclasificados en el momento de su envío. Tras la resistencia inicial, la entrega del servidor parece ser un intento de la campaña de Clinton de contener el impacto de la investigación.
La clave del embrollo está en dirimir si es cierto, como alega la exsecretaria de Estado, que no envió ni recibió información considerada entonces clasificada. En caso de demostrarse lo contrario, sería un varapalo a la honestidad de la candidata. La investigación federal también busca analizar la seguridad del servidor privado para garantizar que la información no fuera sustraída por piratas informáticos y tratar de rescatar los 30.000 emails supuestamente personales que fueron borrados.
El serial, en cualquier caso, es una baza electoral para los republicanos. “Esto no es simplemente una cuestión de que ella no sea capaz de decir la verdad, es algo que ha puesto en riesgo la seguridad nacional y cuestiona ampliamente su capacidad para ser la comandante jefa de Estados Unidos”, dijo el miércoles el gobernador de Wisconsin, Scott Walker, que ocupa la tercera posición en los sondeos de los aspirantes conservadores a la Casa Blanca.
El equipo de Clinton es consciente de ello, busca minimizar el impacto de la controversia e insiste en que su estrategia es firme a los cuatro meses de anunciar la candidatura electoral. “Este tipo de sinsentido forma parte del territorio de una carrera presidencial”, escribió en un comunicado a simpatizantes la directora de comunicación de la aspirante demócrata, Jennifer Palmieri. “Lo sabemos, Hillary lo sabe, y esperamos que continúe hasta el día de las elecciones”.