China quiere recuperar mercado ante el parón del comercio mundial

Las autoridades del gigante asiático utilizan las devaluaciones para frenar el deterioro imparable de su balanza comercial

Ignacio Fariza
Madrid, El País
Las autoridades chinas quieren recuperar su parte del pastel del comercio mundial, tras el deterioro imparable de su balanza comercial por la caída de las exportaciones. Esa es la principal razón de que, tras un largo periodo de revalorización de su moneda, el yuan, hayan optado por devaluar su divisa. El problema es que este intento puede chocar con el hecho de que el comercio mundial se ha contraído en la primera mitad de 2015 y no tiene visos de recuperarse. China también intenta situar al yuan en la cesta de grandes divisas, frenar la salida de capitales y ganarse la confianza del FMI.


La cadencia es de tres o cuatro años. El verano de 2008 fue el del colapso de Lehman Brothers, que dio el verdadero pistoletazo de salida a la Gran Recesión. El de 2011 fue el de la crisis de deuda soberana europea, cuyas cicatrices aún son visibles en buena parte del Viejo Continente. Y muchos temen que el verano de 2015 sea recordado como el del punto de inflexión en la economía china, aquel en el que cambió definitivamente de rumbo tras una expansión que rompe cualquier esquema cíclico.

Aunque oficialmente el crecimiento de la segunda potencia mundial se mantiene en el 7%, una cifra marcada en rojo en Pekín, son pocos los analistas que confían en este dato y empiezan a ser mayoría las voces autorizadas que rebajan la expansión a casi la mitad: entre el 3,5% y el 4%.

Altamente dependiente del sector exterior, el gigante asiático se ha frenado en seco cuando sus exportaciones han empezado a flaquear. En julio, las ventas chinas al exterior se desplomaron un 8,3% respecto al mismo periodo del año anterior. En cinco de los siete primeros meses del año, las exportaciones se han situado en terreno negativo. Y la reacción del Gobierno chino ante esta encrucijada ha sido echar mano de una herramienta clásica de política económica: una devaluación en tres pasos (lunes, martes y miércoles) de su moneda.

Hasta ahí todo parece lógico. La gran fábrica global exporta menos, su producción se ralentiza, busca una salida cambiaria al callejón en el que se ha visto atrapadas y de paso manda un mensaje de fuerza al resto del mundo. Sin embargo, para comprender lo que realmente sucede en Pekín hay que fijar la vista un poco más allá y observar qué ocurre en el resto del planeta.

“China no es la causa del problema, sino su reflejo”, apunta el economista José Carlos Díez. “El problema de verdad es que el comercio mundial se ha parado”. El inicio abrupto de lo que muchos analistas temen que acabe convirtiéndose en el principio de una saga china ha ocultado un dato clave para entender el rompecabezas: el comercio mundial se ha frenado en seco.

Después de un 2014 de fuerte crecimiento, que culminó en récord histórico, los datos de los cinco primeros meses de 2015 apuntan a un punto de inflexión. Las transacciones comerciales mundiales han caído un 3,4% en volumen y un 17% en precio, según el índice que elabora mensualmente el instituto holandés CPB. En paralelo, el índice seco del Báltico, que refleja el coste de transporte de las mercancías a granel y que guarda una fuerte correlación con el dato de movimiento comercial general, se deja un 13% desde el pasado lunes, el día en el que el Banco Popular de China inició la devaluación del yuan. A estos preocupantes datos hay que sumar una segunda derivada: los emergentes también viven horas bajas arrastrados por el bajo precio de las materias primas y temen que a sus males se añada la incipiente debilidad china.

Juan Ignacio Crespo, estadístico del Estado, hace un análisis en dos planos: internamente, en China se aproxima el fin de varias burbujas [sobre todo inmobiliaria y bursátil] y, en el resto del mundo, la economía mundial no termina de arrancar. “Los principales motores se han parado”, sostiene. El débil crecimiento de las dos principales economías europeas, Francia y Alemania, en el segundo trimestre certifican su diagnóstico.

“Es evidente que, en los tres últimos meses, las perspectivas de la economía mundial han empeorado; hay muchos factores que no empujan precisamente al alza del comercio”, añade Alfredo Pastor, profesor de la escuela de negocios IESE y exsecretario de Estado de Economía.

Aunque excluye un ataque de pánico en China, este especialista en el gigante asiático califica de “difícil” el momento que atraviesa su economía por varios motivos: la lentitud del principal socio comercial chino, la UE, que no termina de recuperar vigor, y las dificultades de Pekín a la hora de llevar a cabo la anunciada transición de un modelo basado en las exportaciones a otro sustentado por el consumo interno.

Ahora queda por ver cuál será la reacción del resto de grandes potencias: nadie pierde de vista que ni Europa ni Estados Unidos pueden permitirse un declive chino con potencial de mutar en pesadilla si la enfermedad se transmite al resto del mundo emergente, ya de por sí golpeado tras una década de fuerte crecimiento. Menos aún si viene originada (o acompañada) por una contracción del comercio mundial de la que ya se observan las primeras señales.

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