¿Cómo vivió Bolivia la creación de Naciones Unidas?

La Paz, ANF
Hace casi 70 años, en octubre de 1945, nació la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Su representación en Bolivia y ANF dan inicio desde este día a una serie de artículos relacionados con esta importante fecha. Acá, el primero.


Los archivos de los periódicos de La Paz de hace siete décadas permiten ver cómo fue vivida y comentada la creación de la ONU desde Bolivia. La nueva institución nació sobre las cenizas de la Liga de las Naciones, creada después de la Primera Guerra Mundial y disuelta después de la Segunda, que no supo prevenir. El hecho fue recibido en el país con esperanza y escepticismo al mismo tiempo.

“¡A rey muerto, rey puesto!”, sentencia un comentario firmado por las iniciales J.L.C. en el diario paceño La Razón. “Fenecida la pomposa Liga de las Naciones, y tras sus funerales, cantados en todos los idiomas, el mundo se apercibe a saludar el nacimiento de su sucesora en el reinado de la esperanza: la Organización de las Naciones Unidas, sin los vicios y taras que llevaron a la anterior al desastre”. Es decir, según el misterioso J.L.C., “sin repetir el aislacionismo, como causa de la anemia y debilitamiento del organismo internacional; evitar el predominio unilateral de una o varias potencias, que fomenten la desunión y la desconfianza; adoptar previsiones prácticas para poner coto a las infracciones, antes de que sea demasiado tarde y la sanción signifique una guerra”. En conclusión, el analista escribe: “Por los cimientos se puede juzgar de la envergadura de una obra. Y por estas sesiones preparatorias, por el clima de cordialidad mayor o menor que en ellas predomine, podremos juzgar las perspectivas de la organización por nacer”.

En 1945 no funcionaba el Congreso en Bolivia, sino una Convención Nacional encargada de la redacción de una nueva constitución. Fue aquella la que recibió la flamante Carta de las Naciones Unidas para su evaluación y aprobación. El 3 de octubre, el honorable convencionista Camacho explicó que la Carta contiene “un fondo de grandes proyecciones humanitarias, con artículos de pura nobleza y de gran democracia (...) pero este documento no pasa de ser uno más de puro lirismo en la historia internacional de los pueblos”. También argumentó que “las grandes potencias son las primeras en quebrantar tal línea de conducta demostrando deseos de imperialismo desorbitado, lo que está reñido con los principios nobles de la democracia, dando así un mal ejemplo a las pequeñas potencias”. Pero el convencionista Camacho fue de los pocos en criticar la Carta. La polémica se centró más bien sobre la ausencia del Canciller durante el debate y la votación. “La presencia del Canciller es un formulismo”, dijo el honorable Lazo de la Vega, y el honorable Arce añadió que “no debe ponerse argumentos dilatorios a la aprobación de la Carta”, según relata El Diario. El 3 de octubre de 1945, la convención nacional boliviana aprobó la Carta de la ONU, que debía contar con la ratificación de 30 naciones para entrar en vigor.

Alternativa polémica

En la misma época, en Dublín, ciudad estadounidense, un grupo de ciudadanos convocados por el juez jubilado Roberts, propusieron una “modificación drástica de la carta de las Naciones Unidas o la convocación de una asamblea constituyente mundial”. Consideraban que la carta de las Naciones Unidas estaba “pasada de moda” y sugirieron como alternativa la creación de un gobierno federal mundial, con “limitada pero definitiva autoridad para prevenir la guerra y preservar la paz”. Esa propuesta alternativa, formulada por “un magistrado jubilado de la Suprema Corte de EE.UU. y un grupo de hombres y mujeres, eminentes en funciones del pensamiento, aunque desprovistas de investidura oficial”, mereció los aplausos de la página editorial de La Razón: “el posible empleo futuro de la bomba atómica atormenta a los personajes de Dublín, pero ese peligro desaparecería con la federación y la organización de un poder central, único autorizado a disponer de una fuerza militar poderosa”. La Razón veía en esta propuesta un “paso teórico avanzado” en relación a la carta de la ONU, percibida como “un instrumento que no es perfecto sino perfectible”.

Ubicación de la sede

Un cable de United Press, publicado por La Calle, informaba sobre las razones que dio, en Londres, el Comité Ejecutivo, para fundamentar su recomendación para que la sede de la ONU estuviera en Estados Unidos (por nueve votos a favor, tres a votos en contra y algunas abstenciones): “primero, garantía contra los desórdenes políticos locales, segundo, un mundo nuevo para las nuevas esperanzas de que la segunda tentativa de la liga de la paz internacional tendrá éxito y tercero, la facilidad de las comunicaciones y disposiciones de espacio para gigantes instalaciones”, resumió el delegado chino Victor Hoo. “¡Objeción!”, hizo saber el delegado francés, quién argumentó que la sede no debía hallarse en el territorio de ninguna de las potencias mundiales, para evitar “influencias indebidas”.

Un subcomité conformado por los jefes de cinco naciones latinoamericanas (incluyendo a Carlos Salamanca de Bolivia, además de los representantes de Brasil, Perú, Panamá y Cuba) se encargó de estudiar las proposiciones latinoamericanas sobre dónde convenía ubicar la sede de la ONU. De hecho, Salamanca participó solo, o con el apoyo de algún funcionario de la Legación de Bolivia en Londres, en cuatro de las siete comisiones preparatorias de la ONU en Londres (Asamblea General, Consejo de Seguridad, Consejo Económico, Mandatos, Legal, Finanzas y finalmente la comisión encargada con las gestiones de liquidación de la Liga de las Naciones).

No sabemos cuál fue el deseo de Salamanca y del gobierno boliviano. Pero, eso sí, filtró la información de que “los delegados del Medio Oriente y de algunos países latinoamericanos, especialmente el Brasil y Uruguay”, manifestaron su preferencia para que la sede se establezca “más cerca a Europa”. En sus “conversaciones extraoficiales”, el corresponsal de la agencia AP escuchó mencionar como posibles opciones de sede a Bruselas, Luxemburgo, Copenhague y Niza. En otro cable, firmado por la periodista Flora Lewis desde Londres, se habla más bien de El Cairo, La Habana y Tánger. “La cuestión de reinstalar la organización internacional de la paz en Suiza, donde la antigua Liga de las Naciones tenía su local en Ginebra, no ha merecido atención seria”, dijo un portavoz británico. Las delegaciones inglesa y holandesa se pronunciaron en favor de una amplia internacionalización de la sede, y destacaron que el país que haga de “anfitrión” no deba impedir en manera alguna que una persona o representante tenga acceso a la jefatura “por el hecho que el país que haga de anfitrión no esté de acuerdo con sus puntos de vista”. En la propuesta del delegado francés, el Consejo de Seguridad y acaso la Asamblea General podrían reunirse en Estados Unidos, mientas que el consejo social y económico podría concentrarse en Europa. El delegado norteamericano, Adlai Stevenson, argumento que “no se obtendrá beneficios de dejar a las Naciones Unidas sin hogar durante su primer año de funciones”. Al final, sabemos que el Secretario General, la Asamblea General y el Consejo de Seguridad están ubicados en Nueva York (EE.UU.)

¡Ya está!

La Organización de las Naciones Unidas entró en vigencia el 24 de octubre. “Este es un día memorable para los pueblos amantes de la paz de todas las naciones”, declaró desde Washington el secretario de Estado de EE.UU., James Byrnes, en una nota reproducida en La Calle. Otro periódico paceño, El Diario añadía, con mayor precisión, que la ONU comenzó su vida oficial a las “4h30 de la tarde” del 24 de octubre: “según la opinión corriente se elegirá a algún destacado estadista para el cargo de Secretario General de la ONU” (el primero fue el británico Gladwyn Jebb por un corto mandato transitorio de tres meses, y luego el noruego Trygve Lie desde 1946 hasta 1952).

En una columna de opinión titulada “el intríngulis de las Naciones Unidas” y publicada en La Razón, el diplomático boliviano –y eventualmente canciller de la República-- Enrique Finot compartía con los lectores su análisis sobre el balance de los poderes en la flamante institución: “se diría que las naciones pequeñas se debaten para conseguir que se las considere, si no en un pie de absoluta igualdad, por lo menos en condiciones de relativa consideración para sus intereses y derechos”. Finot se refería al “derecho de veto que se asignaron las potencias más poderosas” en la propuesta de “un Consejo que sería algo más que el Poder Ejecutivo de las Naciones Unidas, consejo compuesto de las grandes potencias por derecho propio”. También hace eco a la proposición de Cuba, para que todas las naciones tengan representación en el comité directivo de la asamblea, mientras que las grandes potencias insistían estuviera compuesto por solamente 14 miembros. Finot criticaba el “secreto en que las grandes naciones desean mantener las deliberaciones del comité de seguridad (…) que se reputa contrario al interés y a la dignidad de los pequeños estados. Quién sabe si en tales condiciones la intervención de las naciones menos favorecidas serviría para atenuar los choques entre los estados que detengan los mayores recursos del poder y de la fuerza”.

Problemas logísticos

Los problemas no pueden faltar en la creación de una organización de envergadura mundial. ¿Invitaremos a todos, o restringiremos la participación? ¿En virtud de qué criterios? La comisión de credenciales de la conferencia de la Oficina Internacional del Trabajo de la ONU (la OIT, originalmente creada por la Liga de las Naciones), reunida en Paris , determinó no tener la autoridad para excluir a los delegados del gobierno argentino de Juan Domingo Perón, acusado por el delegado de los obreros de México, de “fundarse sobre las teorías políticas de Hitler”. La delegación argentina, presente, no hizo uso de la palabra. Según un cable de Associated Press, “algunos delegados opinaron que es posible que la Unión Soviética realice nuevas maniobras para impedir que la Argentina ingrese” al Comité Ejecutivo de la Organización de las Naciones Unidas, encargado de ultimar los preparativos para la Asamblea General.

Y esa famosa primera Asamblea General en la historia de la institución, ¿cuándo debería llevarse a cabo? “Más tarde”, responde en inglés el anfitrión. “Siempre se produce una gran afluencia de público en Londres en los días de Navidad, lo que no permitiría alojar cumplidamente a los delegados”, advertía el delegado británico Webster. “El mundo se encuentra esperando que el Consejo de Seguridad, el Consejo Económico y Social y la Corte Internacional empiecen a funcionar. Las vacaciones de Navidad y Año Nuevo tienen importancia secundaria comparadas con la necesidad de organizar (la ONU) este mismo año”, remarcó el delegado de Estado Unidos, Stettinius.

Finalmente, ¿en qué lenguas debería comunicarse el flamante coro internacional? Ecuador pretendía que el español fuera admitido entre los idiomas oficiales de la ONU, en contraste con lo que ocurrió en la Liga de las Naciones. Comentario del comentarista boliviano Finot: “En Ginebra (sede de la Liga) se escucharon a veces discursos en francés de Sudamérica, que provocaban las burlas de los europeos que hablaban sus propias lenguas. Algún delegado paraguayo llegó a referirse al representante de Bolivia con estas palabras que disfrazaban su desprecio: ‘injerto de doctor de Chuquisaca y de actor de la Comedia Francesa’”.

En definitiva, la Segunda Guerra Mundial había finalizado y un viento de optimismo soplaba sobre el planeta. Una comisión de la Organización de Alimentos y Agricultura de las Naciones Unidas, reunida en la ciudad de Quebec (Canadá), declaró que “ya no es una utopía, sino una posibilidad práctica”, la perspectiva de eliminar una gran parte del hambre que existe en el mundo “en el curso de algunos años”, añadiendo que este propósito se debe “a los procesos científicos realizados en la producción de alimentos”.

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