El más latino de los Bush aspira a liderar la vuelta de los republicanos
Jeb, el más prometedor de los hijos de George H. W. Bush, siempre quiso ser presidente
Marc Bassets
Nueva York, El País
Cuando el lunes, en su feudo de Miami, el republicano John Ellis Bush anuncie oficialmente que es candidato a la Casa Blanca, se convertirá en el tercer miembro de la familia en aspirar a la presidencia de Estados Unidos. Su padre, George Herbert Walker, y su hermano, George Walker, fueron presidentes. Casado con una mexicana, Jeb es el más latino de la estirpe. Su ventaja: la red de contactos y donantes que le da el apellido. El inconveniente: el mismo apellido, asociado a una presidencia, la de su hermano, que casi nadie reivindica.
Jeb, acrónimo de John Ellis Bush, siempre fue el más prometedor de los hijos del presidente George H. W. Bush. George Walker era el bromista, el diletante, el que nunca llegaría a nada. A finales de 1998, cuando Jeb acababa de ser elegido gobernador de Florida, George Walker, que, contra pronóstico, ya era gobernador de Texas, le dijo a Jeb:
—Yo no crecí queriendo ser presidente de Estados Unidos.
—Yo sí—, replicó Jeb, siete años más joven.
—Sí. Es cierto.
El diálogo lo reproduce el periodista S. V. Dáte en Jeb. America's next Bush (Jeb. El próximo Bush de América), el libro más completo sobre la etapa de Jeb Bush como gobernador de Florida, entre 1999 y 2009. Jeb creció soñando con la Casa Blanca, pero su hermano llegó antes.
Jeb cree que ahora le toca a él, y buena parte de su trabajo en la campaña consistirá en definirse respecto a su padre y su hermano. El padre fue el último presidente en no salir reelegido, pero durante su mandato, entre 1989 y 1993, Estados Unidos derrotó a la URSS en la Guerra Fría y expulsó al Irak de Sadam Hussein con una coalición internacional y con el amparo de la ONU. Su legado mejora con los años, hasta el punto de que el demócrata Barack Obama reivindica la realpolitik de Poppy, como llama la familia a George H. W. El hermano es distinto. Su presidencia, entre 2001 y 2009, terminó con la peor recesión en décadas, dos guerras sin victoria y nadie en el Partido Republicano que reivindicase sus ideas. El apellido quedó tocado.
Esta semana, durante una gira por Europa, Jeb Bush ha marcado las distancias con el hermano. Mientras que George W. era un hombre con conocimientos vagos de política internacional y eslóganes a veces maniqueos, en sus escalas en Alemania, Polonia y Estonia Jeb ha demostrado que se siente cómodo en los detalles de la diplomacia, que es un hombre viajado y estudiado. El diario The New York Times destacaba ayer que, en un discurso en Berlín, Jeb citó a su padre, muy querido en Alemania por su papel en la reunificación. Del hermano, ni una sola mención.
Aunque en su etapa de gobernador del Estado de Florida Jeb Bush puso en marcha políticas fiscales y educativas apegadas a la ortodoxia conservadora, ahora acentúa su perfil pragmático. En ningún ámbito esto es tan claro como en la inmigración. Bush se ha distanciado de la política de mano dura y fronteras cerradas propias de los republicanos.
Su esposa, Columba, nació en México. El castellano es una lengua de uso corriente en su casa. El presidente George H. W. llamaba a sus nietos —los hijos de Jeb y Columba— los “morenitos”. De joven Jeb vivió en Venezuela. Su feudo político, su hogar, se encuentra en Miami, una metrópolis estadounidense y latinoamericana.
Un latino cultural
Jeb Bush, convertido al catolicismo, es un latino cultural, capaz de conectar con el grupo demográfico más pujante de Estados Unidos: un segmento electoral, el de los ciudadanos de origen latinoamericano, que se inclina hacia el Partido Demócrata y cuyo voto, en las dos últimas elecciones presidenciales, fue decisivo para la elección de Barack Obama.
Bush dispone de una red de financiación al que ningún otro rival puede aspirar. Al formalizar la candidatura, verá reducida su capacidad de coordinarse con los grupos externos que recaudan dinero sin límites legales.
A más de medio año del inicio de las primarias y caucus (asambleas electivas) que decidirá el candidato republicano, conviene mirar las encuestas con cautela. Pero su condición de favorito está en duda. Los sondeos reflejan un empate entre Bush, el gobernador de Wisconsin, Scott Walker, y el senador Marco Rubio, un competidor incómodo.
Rubio, hijo de cubanos, es de Florida, como Bush, pero es más joven (tiene 44 años; Bush, 62). Carece de la carga del apellido. Para las bases derechistas, Bush es sinónimo de establishment. Si los republicanos nominan a Bush y los demócratas a la exprimera dama Hillary Clinton, las familias que, con el intervalo de Obama, han dominado Washington desde 1989, se disputarán la presidencia en 2016.
Marc Bassets
Nueva York, El País
Cuando el lunes, en su feudo de Miami, el republicano John Ellis Bush anuncie oficialmente que es candidato a la Casa Blanca, se convertirá en el tercer miembro de la familia en aspirar a la presidencia de Estados Unidos. Su padre, George Herbert Walker, y su hermano, George Walker, fueron presidentes. Casado con una mexicana, Jeb es el más latino de la estirpe. Su ventaja: la red de contactos y donantes que le da el apellido. El inconveniente: el mismo apellido, asociado a una presidencia, la de su hermano, que casi nadie reivindica.
Jeb, acrónimo de John Ellis Bush, siempre fue el más prometedor de los hijos del presidente George H. W. Bush. George Walker era el bromista, el diletante, el que nunca llegaría a nada. A finales de 1998, cuando Jeb acababa de ser elegido gobernador de Florida, George Walker, que, contra pronóstico, ya era gobernador de Texas, le dijo a Jeb:
—Yo no crecí queriendo ser presidente de Estados Unidos.
—Yo sí—, replicó Jeb, siete años más joven.
—Sí. Es cierto.
El diálogo lo reproduce el periodista S. V. Dáte en Jeb. America's next Bush (Jeb. El próximo Bush de América), el libro más completo sobre la etapa de Jeb Bush como gobernador de Florida, entre 1999 y 2009. Jeb creció soñando con la Casa Blanca, pero su hermano llegó antes.
Jeb cree que ahora le toca a él, y buena parte de su trabajo en la campaña consistirá en definirse respecto a su padre y su hermano. El padre fue el último presidente en no salir reelegido, pero durante su mandato, entre 1989 y 1993, Estados Unidos derrotó a la URSS en la Guerra Fría y expulsó al Irak de Sadam Hussein con una coalición internacional y con el amparo de la ONU. Su legado mejora con los años, hasta el punto de que el demócrata Barack Obama reivindica la realpolitik de Poppy, como llama la familia a George H. W. El hermano es distinto. Su presidencia, entre 2001 y 2009, terminó con la peor recesión en décadas, dos guerras sin victoria y nadie en el Partido Republicano que reivindicase sus ideas. El apellido quedó tocado.
Esta semana, durante una gira por Europa, Jeb Bush ha marcado las distancias con el hermano. Mientras que George W. era un hombre con conocimientos vagos de política internacional y eslóganes a veces maniqueos, en sus escalas en Alemania, Polonia y Estonia Jeb ha demostrado que se siente cómodo en los detalles de la diplomacia, que es un hombre viajado y estudiado. El diario The New York Times destacaba ayer que, en un discurso en Berlín, Jeb citó a su padre, muy querido en Alemania por su papel en la reunificación. Del hermano, ni una sola mención.
Aunque en su etapa de gobernador del Estado de Florida Jeb Bush puso en marcha políticas fiscales y educativas apegadas a la ortodoxia conservadora, ahora acentúa su perfil pragmático. En ningún ámbito esto es tan claro como en la inmigración. Bush se ha distanciado de la política de mano dura y fronteras cerradas propias de los republicanos.
Su esposa, Columba, nació en México. El castellano es una lengua de uso corriente en su casa. El presidente George H. W. llamaba a sus nietos —los hijos de Jeb y Columba— los “morenitos”. De joven Jeb vivió en Venezuela. Su feudo político, su hogar, se encuentra en Miami, una metrópolis estadounidense y latinoamericana.
Un latino cultural
Jeb Bush, convertido al catolicismo, es un latino cultural, capaz de conectar con el grupo demográfico más pujante de Estados Unidos: un segmento electoral, el de los ciudadanos de origen latinoamericano, que se inclina hacia el Partido Demócrata y cuyo voto, en las dos últimas elecciones presidenciales, fue decisivo para la elección de Barack Obama.
Bush dispone de una red de financiación al que ningún otro rival puede aspirar. Al formalizar la candidatura, verá reducida su capacidad de coordinarse con los grupos externos que recaudan dinero sin límites legales.
A más de medio año del inicio de las primarias y caucus (asambleas electivas) que decidirá el candidato republicano, conviene mirar las encuestas con cautela. Pero su condición de favorito está en duda. Los sondeos reflejan un empate entre Bush, el gobernador de Wisconsin, Scott Walker, y el senador Marco Rubio, un competidor incómodo.
Rubio, hijo de cubanos, es de Florida, como Bush, pero es más joven (tiene 44 años; Bush, 62). Carece de la carga del apellido. Para las bases derechistas, Bush es sinónimo de establishment. Si los republicanos nominan a Bush y los demócratas a la exprimera dama Hillary Clinton, las familias que, con el intervalo de Obama, han dominado Washington desde 1989, se disputarán la presidencia en 2016.