El Gobierno de Carolina del Sur pide que se retire la bandera confederada
La polémica tras la matanza de nueve negros en Charleston fuerza a la gobernadora republicana a defender sacar la enseña frente al Capitolio en Columbia
Joan Faus
Columbia, El País
En la primera consecuencia política de la matanza racista de Charleston, la gobernadora de Carolina del Sur, Nikki Haley, pidió este lunes la retirada de la bandera de la Vieja Confederación que ondea frente al Capitolio estatal en Columbia. Presionada por la polémica desatada, la gobernadora republicana instó a los legisladores a aprobar sacar la enseña de los antiguos estados esclavistas del sur de Estados Unidos.
La petición llega a los cinco días de que Dylan Roof, un fundamentalista blanco de 21 años, matara a nueve fieles negros (incluido el senador estatal Clementa Pinckney) en una histórica iglesia afroamericana de Charleston. En varias fotografías en Internet, Roof aparece con la enseña confederada y confesó a la policía que quería iniciar una “guerra racial”.
“Es el momento de sacar la bandera de los terrenos del Capitolio”, dijo Haley en una rueda de prensa junto a legisladores estatales y nacionales, y poco después de que la Casa Blanca anunciara que el presidente Barack Obama viajará el viernes a Charleston para acudir al funeral de Pinckney.
Haley subrayó que los ciudadanos tienen el derecho de hacer un uso privado de la bandera, pero esgrimió que la matanza propicia analizar su presencia frente al Capitolio. La gobernadora, que hasta el ataque defendía la bandera, subrayó que para algunos ciudadanos es un legado histórico, pero para “muchos otros” es “un símbolo profundamente ofensivo de un pasado brutalmente racista”.
Al tener la categoría oficial de patrimonio histórico, la retirada de la confederada deben aprobarla dos tercios del Congreso del Carolina del Sur, en el que el Partido Republicano es mayoritario. Es una incógnita si existe suficiente consenso. Los legisladores retoman su actividad el martes con una votación presupuestaria. Una posibilidad es que añadan la bandera a ese debate o lo retomen en otra votación en julio.
La gobernadora, que hasta la matanza defendía la bandera, subraya que para algunos es un patrimonio histórico, pero para “muchos otros” es “un símbolo profundamente ofensivo de un pasado brutalmente racista”
Tras el ataque en la iglesia Emanuel, las banderas estadounidense y estatal, en la cúpula del Capitolio, se colocaron a media asta en homenaje a las víctimas de Charleston. Sin embargo, la bandera de la Confederación no se arrió.
Ese contraste reavivó el debate sobre la confederada y las protestas a favor de la retirada de la bandera, situada desde el año 2000 en un parque frente al Congreso en la capital de Carolina del Sur. En las cuatro décadas anteriores, ondeó en la cúpula del edificio hasta ser trasladada a su ubicación actual tras intensas protestas y amenazas de boicot empresarial.
Los detractores identifican la enseña -un aspa azul con estrellas blancas sobre un fondo rojo- con todos los males del sur de EE UU: la esclavitud que imperó hasta la derrota de la Confederación en la Guerra Civil (1861-65) contra los Estados unionistas del norte, los linchamientos a afroamericanos hasta bien entrado el siglo XX, la segregación racial de los negros que fue legal hasta hace cincuenta años y el fundamentalismo blanco de personas como Roof y grupos como el Ku Klux Klan, que sigue visible en partes de Carolina del Sur.
Los partidarios, en cambio, consideran la bandera una seña de identidad y un legado histórico que es independiente de su connotación racial. Es habitual ver reproducciones de la bandera a lo largo del sur del país, pero es infrecuente, dado su controvertido significado, verla en lugares públicos.
Las palabras de la gobernadora llegan en un momento en que la polémica se había convertido en un debate nacional y amenazaba con afectar a la reputación del Estado, que ha reaccionado a la matanza de Charleston con una impecable muestra de unidad.
Tras estallar el jueves en Internet la polémica sobre la bandera, el malestar se visualizó el sábado: unas 1.500 personas, la mayoría blancas, protestaron contra la enseña en las escaleras del Capitolio de Columbia, de 133.000 habitantes y en el interior del Estado.
La controversia ha obligado a los líderes políticos, sobre todo del Partido Republicano -que tiene un feudo en el sur-, a tomar partido. Los políticos estatales han pasado de mostrarse inicialmente ambiguos -como la gobernadora Haley, y el senador nacional republicano y candidato presidencial Lindsey Graham- a defender este lunes el desmantelamiento de la bandera. El viraje refleja el auge de la polémica y su significado de fondo: la bandera concentra los traumas raciales del sur y lo aboca a reexaminar su pasado incómodo.
Joan Faus
Columbia, El País
En la primera consecuencia política de la matanza racista de Charleston, la gobernadora de Carolina del Sur, Nikki Haley, pidió este lunes la retirada de la bandera de la Vieja Confederación que ondea frente al Capitolio estatal en Columbia. Presionada por la polémica desatada, la gobernadora republicana instó a los legisladores a aprobar sacar la enseña de los antiguos estados esclavistas del sur de Estados Unidos.
La petición llega a los cinco días de que Dylan Roof, un fundamentalista blanco de 21 años, matara a nueve fieles negros (incluido el senador estatal Clementa Pinckney) en una histórica iglesia afroamericana de Charleston. En varias fotografías en Internet, Roof aparece con la enseña confederada y confesó a la policía que quería iniciar una “guerra racial”.
“Es el momento de sacar la bandera de los terrenos del Capitolio”, dijo Haley en una rueda de prensa junto a legisladores estatales y nacionales, y poco después de que la Casa Blanca anunciara que el presidente Barack Obama viajará el viernes a Charleston para acudir al funeral de Pinckney.
Haley subrayó que los ciudadanos tienen el derecho de hacer un uso privado de la bandera, pero esgrimió que la matanza propicia analizar su presencia frente al Capitolio. La gobernadora, que hasta el ataque defendía la bandera, subrayó que para algunos ciudadanos es un legado histórico, pero para “muchos otros” es “un símbolo profundamente ofensivo de un pasado brutalmente racista”.
Al tener la categoría oficial de patrimonio histórico, la retirada de la confederada deben aprobarla dos tercios del Congreso del Carolina del Sur, en el que el Partido Republicano es mayoritario. Es una incógnita si existe suficiente consenso. Los legisladores retoman su actividad el martes con una votación presupuestaria. Una posibilidad es que añadan la bandera a ese debate o lo retomen en otra votación en julio.
La gobernadora, que hasta la matanza defendía la bandera, subraya que para algunos es un patrimonio histórico, pero para “muchos otros” es “un símbolo profundamente ofensivo de un pasado brutalmente racista”
Tras el ataque en la iglesia Emanuel, las banderas estadounidense y estatal, en la cúpula del Capitolio, se colocaron a media asta en homenaje a las víctimas de Charleston. Sin embargo, la bandera de la Confederación no se arrió.
Ese contraste reavivó el debate sobre la confederada y las protestas a favor de la retirada de la bandera, situada desde el año 2000 en un parque frente al Congreso en la capital de Carolina del Sur. En las cuatro décadas anteriores, ondeó en la cúpula del edificio hasta ser trasladada a su ubicación actual tras intensas protestas y amenazas de boicot empresarial.
Los detractores identifican la enseña -un aspa azul con estrellas blancas sobre un fondo rojo- con todos los males del sur de EE UU: la esclavitud que imperó hasta la derrota de la Confederación en la Guerra Civil (1861-65) contra los Estados unionistas del norte, los linchamientos a afroamericanos hasta bien entrado el siglo XX, la segregación racial de los negros que fue legal hasta hace cincuenta años y el fundamentalismo blanco de personas como Roof y grupos como el Ku Klux Klan, que sigue visible en partes de Carolina del Sur.
Los partidarios, en cambio, consideran la bandera una seña de identidad y un legado histórico que es independiente de su connotación racial. Es habitual ver reproducciones de la bandera a lo largo del sur del país, pero es infrecuente, dado su controvertido significado, verla en lugares públicos.
Las palabras de la gobernadora llegan en un momento en que la polémica se había convertido en un debate nacional y amenazaba con afectar a la reputación del Estado, que ha reaccionado a la matanza de Charleston con una impecable muestra de unidad.
Tras estallar el jueves en Internet la polémica sobre la bandera, el malestar se visualizó el sábado: unas 1.500 personas, la mayoría blancas, protestaron contra la enseña en las escaleras del Capitolio de Columbia, de 133.000 habitantes y en el interior del Estado.
La controversia ha obligado a los líderes políticos, sobre todo del Partido Republicano -que tiene un feudo en el sur-, a tomar partido. Los políticos estatales han pasado de mostrarse inicialmente ambiguos -como la gobernadora Haley, y el senador nacional republicano y candidato presidencial Lindsey Graham- a defender este lunes el desmantelamiento de la bandera. El viraje refleja el auge de la polémica y su significado de fondo: la bandera concentra los traumas raciales del sur y lo aboca a reexaminar su pasado incómodo.