Obama afronta una revuelta demócrata por su política comercial

Los senadores del partido del presidente rechazan darle poderes para negociar directamente un acuerdo con países del Pacífico

Marc Bassets
Washington, El País
El presidente Barack Obama afronta una de las mayores revueltas de su partido desde que llegó a la Casa Blanca. Los senadores del Partido Demócrata derrotaron este martes una propuesta que le otorgaba poderes para negociar un acuerdo comercial con los países de la cuenca del Pacífico.


Esta vez los líderes republicanos le apoyaban. El acuerdo es una de las prioridades de Obama antes de abandonar el poder. Con el pacto nuclear con Irán, debe definir su legado.

La Administración Obama pedía poderes para negociar el acuerdo final directamente, sin pasar por el Congreso

Obama está acostumbrado a que los republicanos torpedeen en el Congreso cualquier iniciativa suya. Esta ha sido la tónica en los más de seis años que lleva en el poder. En el tramo final del segundo y último mandato, el presidente de Estados Unidos descubre que su aliado más fiable es el Partido Republicano y que tiene en frente al Partido Demócrata, el suyo.

El motivo de la revuelta es la negociación del acuerdo comercial con once países de la cuenca del Pacífico, americanos y asiáticos, que representan, junto a EE UU, el 40% de la economía y un tercio del comercio mundial. El acuerdo con la UE no entra todavía en el debate estadounidense: lo más probable es que corresponda al sucesor de Obama rubricarlo.

La política comercial del presidente Barack Obama pasó este martes el primer examen en el Congreso. Un voto preliminar --no definitivo-- en el Senado sirvió a promotores y detractores del Asociación Transpacífica (el nombre del tratado, TTP en sus iniciales en inglés) para las medir las fuerzas.

El presidente perdió. Las negociaciones con países incluidos en el acuerdo, entre ellos Japón, corren el riesgo de descarrilar.
La senadora Warren lidera la rebelión

La senadora Elizabeth Warren, líder de la facción progresista (o populista, como dicen en EE UU) del Partido Demócrata, encabeza la revuelta contra la política comercial de Barack Obama.

Este martes, en un discurso en Washington, arremetió contra los acuerdos “que benefician a las multinacionales a expensas de los trabajadores”. También ha instado al presidente a “desclasificar” el texto que se negocia “si tan seguro está de que es un buen acuerdo”.

La senadora por Massachusetts sostiene que el acuerdo con los países de la cuenca del Pacífico, que incluyen a Japón pero no a China, puede servir para desarticular la regulación de Wall Street. “Se equivoca del todo”, replicó Obama.

La Administración Obama pedía poderes para negociar el acuerdo final directamente, sin pasar por el Congreso. Es lo que en jerga de la política comercial se denomina fast-track, o vía rápida. Se trata de evitar que, una vez cerrado un acuerdo que compromete a una docena de países, los legisladores estadounidenses puedan reabrirlo con enmiendas y desbaratarlo. La ley de la vía rápida contempla que el Congreso vote el acuerdo final, empaquetado y sellado, con un sí o un no.

Obama necesitaba en el Senado un mínimo de 60 votos, de un total de cien, para superar la minoría de bloqueo. No lo consiguió. La propuesta cosechó 52 votos a favor -ocho menos de los requeridos- y 45 en contra. Contaba con la mayoría republicana y con su jefe, Mitch McConnell, pero esto no basta ante la oposición del líder demócrata en el Senado, Harry Reid, y de la mayoría de senadores de este partido. Solo un senador demócrata votó a favor de la propuesta.

Tradicionalmente los republicanos han favorecido los tratados de libre comercio: amplían las posibilidades de las empresas estadounidenses para exportar y expanden el capitalismo.

Los demócratas, y en particular su base sindical, ven en la apertura de las fronteras a productos y servicios extranjeros un incentivo para armonizar los salarios a la baja. Y denuncian que tratados como el que se adoptó en 1994 con México y Canadá son una de las causas de las deslocalizaciones que han destruido centenares de miles de empleos y han dejado paisajes desolados en ciudades industriales del Medio Oeste.

Durante la campaña que le llevó a la Casa Blanca, en 2008, Obama era uno de esos demócratas. Ahora defiende que el acuerdo con los países del Asia-Pacífico es “el más progresista de la historia” y argumenta que beneficiará las exportaciones estadounidenses y creará empleo.

Otro argumento es que, si EE UU no toma la iniciativa en la región, China, que no participa en la negociación, lo hará. Dentro de giro asiático, el intento de redirigir la política exterior de EE UU a Asia ante el ascenso chino, el tratado es clave. El presidente demócrata confía en que los republicanos le salven. Washington, al revés.

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