Los otros terremotos de Nepal
La corrupción y la enorme pobreza del país complican la reconstrucción tras el seísmo
Macarena Vidal Liy
Bakhtapur, El País
Shreesha Sitikhee, maestra de 28 años, se encarama peligrosamente a los restos de lo que fue su vivienda en el distrito de Bakhtapur, a 20 kilómetros de Katmandú y uno de los más afectados por el terremoto del día 25. En lo que era la cocina, en el tercer piso, les quedan aún unos kilos de arroz y lentejas, y necesita recuperarlos como sea. “Si no, pasaremos hambre. La ayuda internacional ha empezado a llegar, pero aún no en cantidades suficientes”.
“Mucha gente lo ha perdido todo. Esperamos que el Gobierno nos ayude, pero ya veremos. Hay mucha corrupción, nuestra política es muy inestable, y eso ha impedido que se desarrolle nuestro país”, apunta, mientras se cubre la cabeza con un pañuelo para protegerse del polvo que se levanta entre los escombros.
El lamento de Sitikhee es generalizado entre los nepalíes. Son numerosas las quejas sobre la situación política y sobre cómo el Gobierno que encabeza el primer ministro, Sushil Koirala, ha gestionado el desastre, que ha costado más de 6.600 vidas, ha causado 14.000 heridos, 450.000 desplazados internos y ha afectado a 8 de los 28 millones de habitantes de este país, uno de los más pobres del mundo con un PIB per cápita de 2.400 dólares anuales (2.150 euros). El terremoto encontró a Koirala de viaje en Indonesia y el primer ministro tardó tres días en dirigirse a la nación para admitir que los recursos eran “limitados”, mientras la ayuda más básica tardaba días en llegar a los damnificados.
Las tareas pendientes son enormes: suministrar agua, comida, abrigo y saneamiento a los afectados. Para restablecer los servicios y reconstruir las 300.000 viviendas destruidas o dañadas, el Gobierno calcula que necesitará 2.000 millones de dólares (1.785 millones de euros).
Es un trabajo titánico, que hubiera supuesto una durísima prueba para cualquier Estado. En Nepal es una tarea ímproba. Lo complica la pobreza y la falta de infraestructuras; la difícil orografía de un país encajado entre algunas de las cordilleras más altas del mundo, y la fragilidad del sistema político de un pueblo que hace poco más de una década aún vivía bajo un régimen semifeudal.
Si hay una fecha clave en la historia reciente de Nepal es el 1 de junio de 2001. Esa noche el príncipe heredero, Dipendra, asesinó a su padre, el rey, y a nueve miembros de la familia real antes de suicidarse. Su tío Gyanendra heredó la corona, aunque muy debilitado por su impopularidad y por el auge de una guerrilla maoísta surgida en los años noventa para derrocar la monarquía y acabar con un sistema de castas y etnias dominantes.
Un acuerdo de paz patrocinado por la ONU en 2006 motivó la formación de un Gobierno de transición y la abolición formal de la monarquía dos años después. Pero en una década, los partidos, divididos en luchas intestinas y plagados por la corrupción, han sido incapaces de llegar a un acuerdo para aprobar una Constitución.
En el caso del terremoto llueve sobre mojado, apunta el representante en Nepal de Asia Foundation, George Varghese. Solo en lo que va de año, el Gobierno ya gestionó de manera inadecuada problemas como un avión accidentado de Turkish Airlines o un brote de fiebre aftosa.
A lo largo de los próximos meses es poco probable que la situación vaya a mejorar y que los partidos dejen sus diferencias de lado para unirse ante la catástrofe nacional. “Lo dudo. Habrá una llegada masiva de ayuda en los próximos meses y los partidos competirán por el control”, según el profesor Michael Hutt, especialista en Nepal en la School of Oriental and African Studies (SOAS) londinense.
Tampoco parece probable, pese al descontento social, que vaya a producirse un relevo en el Ejecutivo. La credibilidad de los políticos es demasiado baja. “Las opciones oscilan entre los que están ahora en el Gobierno o alguien que ya ha estado y ha sido igual de incompetente”, subraya Varghese. Hutt, por su parte, sí ve posible “un aumento de la influencia de India y China”, los dos grandes vecinos que mayor y más rápida ayuda han prestado.
Mucho dependerá también de la celeridad con la que llegue la ayuda, se consiga realojar a los damnificados y reactivar la actividad económica. Una tarea que llevará meses, si no años.
A falta de Estado, redes ciudadanas
M. V. L.
“Un diputado vive detrás del templo donde nos refugiamos. Pues desde el terremoto no ha venido a visitarnos a ver cómo estamos ni una sola vez”, se queja Salina Bajracharya, maestra y estudiante de administración de empresas de 25 años. Tras perder su casa en el centro de Bakhtapur y encontrar refugio en el templo de la Estupa de Buda, junto con otras 150 personas, y ante la falta de ayuda oficial, ella y otra decena de jóvenes se organizaron por su cuenta.
Aprovechando lo aprendido sobre gestión en sus cursos universitarios, Salina y sus compañeros hicieron un listado de refugiados, reunieron los víveres disponibles y los repartieron según las necesidades de cada familia. “Al principio nos faltaba agua y dimos una botella para cada dos personas. Luego mejoró algo y pudimos dar una botella para cada persona”. Usan un router de wifi alimentado por energía solar para llamar la atención sobre su caso en redes sociales y solicitar donaciones en especie. “No aceptamos dinero. Sería muy complicado repartirlo y podría crear problemas”.
Han colgado carteles a la entrada del templo que piden ayuda y denuncian: “Queremos saber cómo se distribuye la ayuda humanitaria extranjera. Necesitamos agua, comida y asistencia higiénica”.
“Al principio nuestros padres estaban en contra y nos dijeron que quitáramos los carteles. Pero ahora han visto que funciona”, apunta Bajracharya. Quien pasa por delante entra y deja la ayuda que traiga. En el caso de que sobre algo, lo comparten con otras pequeñas comunidades vecinas.
35 españoles sin localizar
El número de españoles sin localizar en Nepal tras el seísmo se redujo ayer de 59 a 35. El ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo explicó que la lista se ha reducido porque se ha obtenido permiso para consultar las listas de inmigración nepalíes y se ha comprobado que muchos españoles no localizados ya habían salido del país. En total quedan 580 españoles en Nepal, y 35 de ellos permanecen en paradero desconocido. Se espera que los cinco guardias civiles expertos en rescate de montaña que viajaron desde España empiecen a buscar este domingo a españoles en la zona que más preocupa, que es el Parque Nacional de Langtang. En este lugar hay siete nacionales españoles desaparecidos. De ellos, la mayoría son asturianos, aunque también hay una catalana.
Macarena Vidal Liy
Bakhtapur, El País
Shreesha Sitikhee, maestra de 28 años, se encarama peligrosamente a los restos de lo que fue su vivienda en el distrito de Bakhtapur, a 20 kilómetros de Katmandú y uno de los más afectados por el terremoto del día 25. En lo que era la cocina, en el tercer piso, les quedan aún unos kilos de arroz y lentejas, y necesita recuperarlos como sea. “Si no, pasaremos hambre. La ayuda internacional ha empezado a llegar, pero aún no en cantidades suficientes”.
“Mucha gente lo ha perdido todo. Esperamos que el Gobierno nos ayude, pero ya veremos. Hay mucha corrupción, nuestra política es muy inestable, y eso ha impedido que se desarrolle nuestro país”, apunta, mientras se cubre la cabeza con un pañuelo para protegerse del polvo que se levanta entre los escombros.
El lamento de Sitikhee es generalizado entre los nepalíes. Son numerosas las quejas sobre la situación política y sobre cómo el Gobierno que encabeza el primer ministro, Sushil Koirala, ha gestionado el desastre, que ha costado más de 6.600 vidas, ha causado 14.000 heridos, 450.000 desplazados internos y ha afectado a 8 de los 28 millones de habitantes de este país, uno de los más pobres del mundo con un PIB per cápita de 2.400 dólares anuales (2.150 euros). El terremoto encontró a Koirala de viaje en Indonesia y el primer ministro tardó tres días en dirigirse a la nación para admitir que los recursos eran “limitados”, mientras la ayuda más básica tardaba días en llegar a los damnificados.
Las tareas pendientes son enormes: suministrar agua, comida, abrigo y saneamiento a los afectados. Para restablecer los servicios y reconstruir las 300.000 viviendas destruidas o dañadas, el Gobierno calcula que necesitará 2.000 millones de dólares (1.785 millones de euros).
Es un trabajo titánico, que hubiera supuesto una durísima prueba para cualquier Estado. En Nepal es una tarea ímproba. Lo complica la pobreza y la falta de infraestructuras; la difícil orografía de un país encajado entre algunas de las cordilleras más altas del mundo, y la fragilidad del sistema político de un pueblo que hace poco más de una década aún vivía bajo un régimen semifeudal.
Si hay una fecha clave en la historia reciente de Nepal es el 1 de junio de 2001. Esa noche el príncipe heredero, Dipendra, asesinó a su padre, el rey, y a nueve miembros de la familia real antes de suicidarse. Su tío Gyanendra heredó la corona, aunque muy debilitado por su impopularidad y por el auge de una guerrilla maoísta surgida en los años noventa para derrocar la monarquía y acabar con un sistema de castas y etnias dominantes.
Un acuerdo de paz patrocinado por la ONU en 2006 motivó la formación de un Gobierno de transición y la abolición formal de la monarquía dos años después. Pero en una década, los partidos, divididos en luchas intestinas y plagados por la corrupción, han sido incapaces de llegar a un acuerdo para aprobar una Constitución.
En el caso del terremoto llueve sobre mojado, apunta el representante en Nepal de Asia Foundation, George Varghese. Solo en lo que va de año, el Gobierno ya gestionó de manera inadecuada problemas como un avión accidentado de Turkish Airlines o un brote de fiebre aftosa.
A lo largo de los próximos meses es poco probable que la situación vaya a mejorar y que los partidos dejen sus diferencias de lado para unirse ante la catástrofe nacional. “Lo dudo. Habrá una llegada masiva de ayuda en los próximos meses y los partidos competirán por el control”, según el profesor Michael Hutt, especialista en Nepal en la School of Oriental and African Studies (SOAS) londinense.
Tampoco parece probable, pese al descontento social, que vaya a producirse un relevo en el Ejecutivo. La credibilidad de los políticos es demasiado baja. “Las opciones oscilan entre los que están ahora en el Gobierno o alguien que ya ha estado y ha sido igual de incompetente”, subraya Varghese. Hutt, por su parte, sí ve posible “un aumento de la influencia de India y China”, los dos grandes vecinos que mayor y más rápida ayuda han prestado.
Mucho dependerá también de la celeridad con la que llegue la ayuda, se consiga realojar a los damnificados y reactivar la actividad económica. Una tarea que llevará meses, si no años.
A falta de Estado, redes ciudadanas
M. V. L.
“Un diputado vive detrás del templo donde nos refugiamos. Pues desde el terremoto no ha venido a visitarnos a ver cómo estamos ni una sola vez”, se queja Salina Bajracharya, maestra y estudiante de administración de empresas de 25 años. Tras perder su casa en el centro de Bakhtapur y encontrar refugio en el templo de la Estupa de Buda, junto con otras 150 personas, y ante la falta de ayuda oficial, ella y otra decena de jóvenes se organizaron por su cuenta.
Aprovechando lo aprendido sobre gestión en sus cursos universitarios, Salina y sus compañeros hicieron un listado de refugiados, reunieron los víveres disponibles y los repartieron según las necesidades de cada familia. “Al principio nos faltaba agua y dimos una botella para cada dos personas. Luego mejoró algo y pudimos dar una botella para cada persona”. Usan un router de wifi alimentado por energía solar para llamar la atención sobre su caso en redes sociales y solicitar donaciones en especie. “No aceptamos dinero. Sería muy complicado repartirlo y podría crear problemas”.
Han colgado carteles a la entrada del templo que piden ayuda y denuncian: “Queremos saber cómo se distribuye la ayuda humanitaria extranjera. Necesitamos agua, comida y asistencia higiénica”.
“Al principio nuestros padres estaban en contra y nos dijeron que quitáramos los carteles. Pero ahora han visto que funciona”, apunta Bajracharya. Quien pasa por delante entra y deja la ayuda que traiga. En el caso de que sobre algo, lo comparten con otras pequeñas comunidades vecinas.
35 españoles sin localizar
El número de españoles sin localizar en Nepal tras el seísmo se redujo ayer de 59 a 35. El ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo explicó que la lista se ha reducido porque se ha obtenido permiso para consultar las listas de inmigración nepalíes y se ha comprobado que muchos españoles no localizados ya habían salido del país. En total quedan 580 españoles en Nepal, y 35 de ellos permanecen en paradero desconocido. Se espera que los cinco guardias civiles expertos en rescate de montaña que viajaron desde España empiecen a buscar este domingo a españoles en la zona que más preocupa, que es el Parque Nacional de Langtang. En este lugar hay siete nacionales españoles desaparecidos. De ellos, la mayoría son asturianos, aunque también hay una catalana.