Mujer afgana asesinada por turba se convierte en símbolo
Kabul, AP
Poetas, músicos y activistas ocuparon una sala vacía en un centro comercial de Kabul para rendir homenaje a la vida breve y la muerte violenta de una mujer que se ha convertido en símbolo de la lucha por la justicia y los derechos de la mujer, en un país que tradicionalmente eleva al rango de iconos nacionales a los señores de la guerra y los héroes del campo de batalla.
El nombre de Farjunda, una mujer de 27 años, fue muerta a golpes por una turba frenética aparentemente porque creían que ella había quemado un Corán, se ha vuelto una consigna para los afganos que esperan que el incidente provoque cambios profundos en Afganistán.
Los activistas dicen que el poder de la jerarquía religiosa está siendo cuestionado por primera vez en la historia moderna de Afganistán.
La opinión pública ha obligado a jerarcas religiosos y políticos conservadores a ofrecer disculpas por tratar de justificar la muerte de Farjunda. Al menos un funcionario fue destituido por decir que la mujer hubiera merecido esa muerte brutal si en verdad hubiera quemado el libro sagrado del islam.
Durante una vigilia en Kabul la semana pasada, a la luz de velas y presidida por un enorme afiche de la cara ensangrentada de Farjunda, un actor recitó pasajes de Shakespeare y se presentaron obras para conmemorar su muerte.
En el exterior, la documentalista Diana Saqeb exclamó: "No creeré en la humanidad de este país nunca más".
"Han pasado más de 10 días, pero todavía no puedo dormir, no puedo comer. Estas personas son asesinas, no son diferentes a los talibanes o 'Daesh', que también matan a la gente en nombre de Dios", dijo Saqeb. Daesh es uno de los acrónimos en árabe para el grupo Estado Islámico.
Sin embargo, para el activista Nader Nadery, el Estado de Derecho en Afganistán está en ascenso.
"Este es un verdadero punto de inflexión para las libertades civiles. Será difícil volver al estatus quo anterior, cuando solo los autoproclamados jerarcas religiosos dominaban el terreno moral a expensas de la justicia y la constitución. Si la lucha continúa, el desenlace será lo que necesita este país, que el estado de derecho sea claro y la religión ocupe su lugar en el contexto de la ley".
Farjunda, una erudita religiosa que como muchos afganos usaba sólo un nombre, fue asesinada el 19 de marzo después de una discusión con un vendedor ambulante en la mezquita de Shah-Do Shamshira, en Kabul.
Según los testigos, ella le dijo al hombre que dejara de vender amuletos a las mujeres sin hijos. Él gritó entonces a todo el que podía oír que ella había prendido fuego a un Corán.
Mientras la policía observaba, y en ocasiones participaba, Farjunda fue linchada a puñetazos, patadas, golpes con tablas de madera, lanzada desde un tejado, atropellada por un coche y aplastada con un bloque de hormigón. Su cuerpo fue arrastrado luego a lo largo de una calle principal, lanzado a la orilla del río Kabul. Allí le prendieron fuego.
El incidente, grabado con celulares y publicado en redes sociales, provocó manifestaciones en todo el país y vigilias en todo el mundo. El Ministerio del Interior dice que ha arrestado a 28 sospechosos y despidió a 19 policías. Las investigaciones realizadas por una comisión presidencial, que declaró a Farjunda inocente de quemar el Corán, continúan. El jueves, el gobierno ordenó el cierre de la mezquita hasta nuevo aviso.
Farjunda se ha vuelto un símbolo de los defensores de los derechos y la justicia. Las pancartas ahora comunes que muestran su rostro maltratado y desconcertado cuelgan junto al río. Una bandera de satén verde, en señal del martirio, fue colocada cerca de donde fue quemado su cuerpo. En la orilla pedregosa abajo, varios activistas plantaron un pino para marcar el lugar.
En Kabul, una cafetería que originalmente tomó su nombre del escritor colombiano Gabriel García Márquez lo ha cambiado por el de Café Farjunda, dijo el dueño, Mir Abdullah Miri, quien también dirige la Fundación para el Bienestar de las Mujeres de Afganistán, una pequeña organización no gubernamental que ayuda a las mujeres a vender artesanías y ser independientes económicamente.
"Ya he tenido que ceder a la presión de la mezquita local para que mi negocio sea una cafetería de sólo para mujeres, porque los líderes religiosos no quieren que se mezclen hombres y mujeres", dijo Miri.
Poetas, músicos y activistas ocuparon una sala vacía en un centro comercial de Kabul para rendir homenaje a la vida breve y la muerte violenta de una mujer que se ha convertido en símbolo de la lucha por la justicia y los derechos de la mujer, en un país que tradicionalmente eleva al rango de iconos nacionales a los señores de la guerra y los héroes del campo de batalla.
El nombre de Farjunda, una mujer de 27 años, fue muerta a golpes por una turba frenética aparentemente porque creían que ella había quemado un Corán, se ha vuelto una consigna para los afganos que esperan que el incidente provoque cambios profundos en Afganistán.
Los activistas dicen que el poder de la jerarquía religiosa está siendo cuestionado por primera vez en la historia moderna de Afganistán.
La opinión pública ha obligado a jerarcas religiosos y políticos conservadores a ofrecer disculpas por tratar de justificar la muerte de Farjunda. Al menos un funcionario fue destituido por decir que la mujer hubiera merecido esa muerte brutal si en verdad hubiera quemado el libro sagrado del islam.
Durante una vigilia en Kabul la semana pasada, a la luz de velas y presidida por un enorme afiche de la cara ensangrentada de Farjunda, un actor recitó pasajes de Shakespeare y se presentaron obras para conmemorar su muerte.
En el exterior, la documentalista Diana Saqeb exclamó: "No creeré en la humanidad de este país nunca más".
"Han pasado más de 10 días, pero todavía no puedo dormir, no puedo comer. Estas personas son asesinas, no son diferentes a los talibanes o 'Daesh', que también matan a la gente en nombre de Dios", dijo Saqeb. Daesh es uno de los acrónimos en árabe para el grupo Estado Islámico.
Sin embargo, para el activista Nader Nadery, el Estado de Derecho en Afganistán está en ascenso.
"Este es un verdadero punto de inflexión para las libertades civiles. Será difícil volver al estatus quo anterior, cuando solo los autoproclamados jerarcas religiosos dominaban el terreno moral a expensas de la justicia y la constitución. Si la lucha continúa, el desenlace será lo que necesita este país, que el estado de derecho sea claro y la religión ocupe su lugar en el contexto de la ley".
Farjunda, una erudita religiosa que como muchos afganos usaba sólo un nombre, fue asesinada el 19 de marzo después de una discusión con un vendedor ambulante en la mezquita de Shah-Do Shamshira, en Kabul.
Según los testigos, ella le dijo al hombre que dejara de vender amuletos a las mujeres sin hijos. Él gritó entonces a todo el que podía oír que ella había prendido fuego a un Corán.
Mientras la policía observaba, y en ocasiones participaba, Farjunda fue linchada a puñetazos, patadas, golpes con tablas de madera, lanzada desde un tejado, atropellada por un coche y aplastada con un bloque de hormigón. Su cuerpo fue arrastrado luego a lo largo de una calle principal, lanzado a la orilla del río Kabul. Allí le prendieron fuego.
El incidente, grabado con celulares y publicado en redes sociales, provocó manifestaciones en todo el país y vigilias en todo el mundo. El Ministerio del Interior dice que ha arrestado a 28 sospechosos y despidió a 19 policías. Las investigaciones realizadas por una comisión presidencial, que declaró a Farjunda inocente de quemar el Corán, continúan. El jueves, el gobierno ordenó el cierre de la mezquita hasta nuevo aviso.
Farjunda se ha vuelto un símbolo de los defensores de los derechos y la justicia. Las pancartas ahora comunes que muestran su rostro maltratado y desconcertado cuelgan junto al río. Una bandera de satén verde, en señal del martirio, fue colocada cerca de donde fue quemado su cuerpo. En la orilla pedregosa abajo, varios activistas plantaron un pino para marcar el lugar.
En Kabul, una cafetería que originalmente tomó su nombre del escritor colombiano Gabriel García Márquez lo ha cambiado por el de Café Farjunda, dijo el dueño, Mir Abdullah Miri, quien también dirige la Fundación para el Bienestar de las Mujeres de Afganistán, una pequeña organización no gubernamental que ayuda a las mujeres a vender artesanías y ser independientes económicamente.
"Ya he tenido que ceder a la presión de la mezquita local para que mi negocio sea una cafetería de sólo para mujeres, porque los líderes religiosos no quieren que se mezclen hombres y mujeres", dijo Miri.