L’Équipe denuncia el uso de motores en las bicicletas
París, As
L'Équipe publica en su edición de este jueves 2 de abril una doble página sobre dopaje tecnológico, con un contundente titular: "Motores en las bicicletas, ¿una bomba de efecto retardado?". Para apoyar su información, el diario francés habló con un ingeniero húngaro que se dedica a la fabricación (una docena al año) de estos aparatos, Istvan Varjas. Según este especialista, los motores se usan desde 1998 y su evolución ha sido tal que no se detectan en la actualidad: "Son totalmente silenciosos e ilocalizables para los mecánicos. Disponen de distintas medidas de potencia y de mayor o menor autonomía".
El periódico especula sobre su ubicación en las bicis: desde los cuadros hasta, lo más probable, los bujes de las ruedas. Tendrían el tamaño de un stick USB y estarían conectados con el pulsómetro de los corredores. Así, podrían entrar en acción como una ayuda suplementaria cuando el corazón alcanza el umbral máximo de esfuerzo. Varjas asegura que nunca ha vendido sus productos directamente a nadie del pelotón, pero que lo ha hecho a través de gente en Mónaco, a un precio que va de 100.000 a 150.000 euros. "A los aficionados les costó una década creer que se utilizaba EPO. Es lo mismo para los motores, y se emplean desde hace 17 años", concluye categórico.
La Comisión Independiente para la Reforma del Ciclismo (CIRC) ya advirtió de la amenaza del dopaje tecnológico. Para Brian Cookson, presidente de la Unión Ciclista Internacional (UCI), se trata de "un problema muy serio". L'Équipe sospecha por los numerosos cambios de bicicleta durante las carreras y señala a Cancellara, Contador o Hesjedal. De Cancellara extrañan dos aceleraciones "artificiales" de 2010, en Flandes y Roubaix. Sobre Contador dice que los controles de bicis le ponen nervioso y que usó sus propias ruedas en las cronos del Tour de 2009. Y de Hesjedal recuerda el extraño movimiento de su rueda cuando se cayó en la séptima etapa de la Vuelta de 2014.
L'Équipe publica en su edición de este jueves 2 de abril una doble página sobre dopaje tecnológico, con un contundente titular: "Motores en las bicicletas, ¿una bomba de efecto retardado?". Para apoyar su información, el diario francés habló con un ingeniero húngaro que se dedica a la fabricación (una docena al año) de estos aparatos, Istvan Varjas. Según este especialista, los motores se usan desde 1998 y su evolución ha sido tal que no se detectan en la actualidad: "Son totalmente silenciosos e ilocalizables para los mecánicos. Disponen de distintas medidas de potencia y de mayor o menor autonomía".
El periódico especula sobre su ubicación en las bicis: desde los cuadros hasta, lo más probable, los bujes de las ruedas. Tendrían el tamaño de un stick USB y estarían conectados con el pulsómetro de los corredores. Así, podrían entrar en acción como una ayuda suplementaria cuando el corazón alcanza el umbral máximo de esfuerzo. Varjas asegura que nunca ha vendido sus productos directamente a nadie del pelotón, pero que lo ha hecho a través de gente en Mónaco, a un precio que va de 100.000 a 150.000 euros. "A los aficionados les costó una década creer que se utilizaba EPO. Es lo mismo para los motores, y se emplean desde hace 17 años", concluye categórico.
La Comisión Independiente para la Reforma del Ciclismo (CIRC) ya advirtió de la amenaza del dopaje tecnológico. Para Brian Cookson, presidente de la Unión Ciclista Internacional (UCI), se trata de "un problema muy serio". L'Équipe sospecha por los numerosos cambios de bicicleta durante las carreras y señala a Cancellara, Contador o Hesjedal. De Cancellara extrañan dos aceleraciones "artificiales" de 2010, en Flandes y Roubaix. Sobre Contador dice que los controles de bicis le ponen nervioso y que usó sus propias ruedas en las cronos del Tour de 2009. Y de Hesjedal recuerda el extraño movimiento de su rueda cuando se cayó en la séptima etapa de la Vuelta de 2014.