La guerra agrava la situación de los presos en Ucrania
Zhdanivka, AP
La colonia de gatos que viven en los terrenos de la penitenciaría de Zhdanivka desapareció cuando arreciaban los combates en Ucrania. En la prisión se corre la voz de que los presos se los comieron cuando se acabaron los alimentos.
Los suministros médicos también escasean, algo que amenaza la vida de casi 400 prisioneros que necesitan tratamiento. El principal flagelo es la tuberculosis. La enfermedad se propaga como reguero de pólvora en las prisiones y desarrolla variantes difíciles de tratar a menos que se la encare de la manera adecuada.
"La tuberculosis es tan común en las prisiones que muchos presos no la consideran una enfermedad mortal: piensan que contraerla es una parte normal de la vida en prisión", dijo en un reciente informe la organización Médicos sin Fronteras. "Algunos incluso nos dicen que no les importa morir o no".
El edificio gris de tres pisos está dentro de un perímetro rodeado de alambrados de púas y torres de vigilancia. Zhdanivka está desde el año pasado en control de los separatistas respaldados por los rusos. Los suministros del gobierno ucraniano han cesado y las autoridades rebeldes no han llenado el vacío.
Las autoridades de la prisión permitieron a periodistas de The Associated Press visitar el hospital en la prisión de Zhdanivka la semana pasada, aunque bajo estrecha vigilancia.
El subdirector de la prisión, con uniforme militar y sentado detrás de una bandera de lo que denominan República Popular de Donetsk, explicó las reglas: No se puede caminar sin escolta. No se puede hacer contacto con los presos. No se pueden grabar videos de los muros o las torres. Después de recibir mascarillas sanitarias y pases, los visitantes entraron en las alas de las celdas seguidos de cerca por un guardia que restringía frecuentemente los movimientos de la AP: "No se puede filmar aquí. No vayan allí; están haciendo reparaciones".
La mayoría de los presos se mostraron amistosos y deseosos de hablar, pero los guardias se lo impedían. "Mi familia probablemente cree que estoy muerto", dijo un prisionero antes que el guardia interrumpiera bruscamente el diálogo.
Los únicos prisioneros que no se mostraron dispuestos a hablar estaban en el Bloque 3, un grupo de unos 70 que rechazaron tratamiento médico en protesta porque temen que los médicos estén probando medicamentos con ellos.
La responsabilidad de tratar a los presos pasó en 2011 a organizaciones como Médicos sin Fronteras. Pero su papel —y su responsabilidad— ha crecido notablemente desde el estallido de la guerra el año pasado. MSF dice que 170 pacientes tratados en cinco centros de encausados y prisiones en áreas circundantes se han vuelto resistentes a los medicamentos para la tuberculosis.
La colonia de gatos que viven en los terrenos de la penitenciaría de Zhdanivka desapareció cuando arreciaban los combates en Ucrania. En la prisión se corre la voz de que los presos se los comieron cuando se acabaron los alimentos.
Los suministros médicos también escasean, algo que amenaza la vida de casi 400 prisioneros que necesitan tratamiento. El principal flagelo es la tuberculosis. La enfermedad se propaga como reguero de pólvora en las prisiones y desarrolla variantes difíciles de tratar a menos que se la encare de la manera adecuada.
"La tuberculosis es tan común en las prisiones que muchos presos no la consideran una enfermedad mortal: piensan que contraerla es una parte normal de la vida en prisión", dijo en un reciente informe la organización Médicos sin Fronteras. "Algunos incluso nos dicen que no les importa morir o no".
El edificio gris de tres pisos está dentro de un perímetro rodeado de alambrados de púas y torres de vigilancia. Zhdanivka está desde el año pasado en control de los separatistas respaldados por los rusos. Los suministros del gobierno ucraniano han cesado y las autoridades rebeldes no han llenado el vacío.
Las autoridades de la prisión permitieron a periodistas de The Associated Press visitar el hospital en la prisión de Zhdanivka la semana pasada, aunque bajo estrecha vigilancia.
El subdirector de la prisión, con uniforme militar y sentado detrás de una bandera de lo que denominan República Popular de Donetsk, explicó las reglas: No se puede caminar sin escolta. No se puede hacer contacto con los presos. No se pueden grabar videos de los muros o las torres. Después de recibir mascarillas sanitarias y pases, los visitantes entraron en las alas de las celdas seguidos de cerca por un guardia que restringía frecuentemente los movimientos de la AP: "No se puede filmar aquí. No vayan allí; están haciendo reparaciones".
La mayoría de los presos se mostraron amistosos y deseosos de hablar, pero los guardias se lo impedían. "Mi familia probablemente cree que estoy muerto", dijo un prisionero antes que el guardia interrumpiera bruscamente el diálogo.
Los únicos prisioneros que no se mostraron dispuestos a hablar estaban en el Bloque 3, un grupo de unos 70 que rechazaron tratamiento médico en protesta porque temen que los médicos estén probando medicamentos con ellos.
La responsabilidad de tratar a los presos pasó en 2011 a organizaciones como Médicos sin Fronteras. Pero su papel —y su responsabilidad— ha crecido notablemente desde el estallido de la guerra el año pasado. MSF dice que 170 pacientes tratados en cinco centros de encausados y prisiones en áreas circundantes se han vuelto resistentes a los medicamentos para la tuberculosis.