Erdogan frena el diálogo con curdos antes de las elecciones turcas
Diyarbakir, AP
El proceso de paz para poner fin a décadas de enfrentamientos violentos entre Turquía y rebeldes curdos ha sido uno de los logros emblemáticos del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan.
Pero con las elecciones parlamentarias de junio en el horizonte, el presidente ha pisado el freno en las conversaciones, y expuesto una poco habitual división en su partido.
Hasta hace poco, todo parecía apuntar a un acuerdo para que el Partido de los Trabajadores del Curdistán, o PKK, dejara las armas tras una insurgencia de tres décadas en la que han muerto decenas de miles de personas.
El mes pasado, el encarcelado líder rebelde curdo Abdulá Ocalan recibió autorización para emitir un comunicado en curdo que se leyó ante cientos de miles de personas que celebraban una festividad de su comunidad en Diyarbakir, el corazón del sureste curdo de Turquía. Hace una década, ni la celebración ni el comunicado habrían sido concebibles.
El acto formaba parte de un calculado esfuerzo de llegar a un acuerdo final, que incluiría una ley concediendo más autonomía y derechos para los curdos, que suponen el 20% de los 78 millones de habitantes del país.
Las negociaciones, comenzadas en secreto a finales de 2012 con Ocalan, eran un riesgo político para Erdogan en un país que a menudo ha demonizado a los rebeldes curdos. Los gobernantes turcos desde el fundador de la república, Mustafá Kemal Ataturk, han mantenido estrictas represiones sobre la cultura curda e incluso se refirieron a los curdos como "turcos de montaña" para negar su identidad étnica.
Pero el alto el fuego negociado en las conversaciones ha sido un impulso para Erdogan y para el país. A cambio, el presidente ha suavizado algunas de las restricciones a falta de un acuerdo más amplio.
Erdogan, sin embargo, detuvo el proceso de improviso.
Apenas unos días antes de la celebración curda, afirmó que "no hay una cuestión curda", implicando que los agravios de los curdos ya se han resuelto. Después sancionó a los miembros de su propio partido por considerar una concesión clave reclamada por los curdos.
Esto provocó una poco habitual crítica a Erdogan por parte de un veterano del partido, el vice primer ministro Bulent Arinc, que cofundó con Erdogan el Partido Justicia y Desarrollo, o AKP. Arinc acusó al mandatario de interferir con las negociaciones, que según dijo deberían ser tarea del primer ministro, y prometió que el gobierno seguiría adelante.
Erdogan, que dirige un gobierno cada vez más autoritario, parece haber ganado. El mes pasado, en un golpe al proceso de paz, el Parlamento aprobó una ley de seguridad que concede amplios poderes a la policía. Los partidos curdos y el PKK incluyeron la retirada de esa ley entre sus demandas para que las conversaciones continuaran.
La explicación para la apuesta de Erdogan parece estar en la política electoral y sus ambiciones futuras de cambiar la constitución y liderar un sistema con una presidencia fuerte. Ante los signos de que aumenta el apoyo a los partidos de oposición, incluyendo el curdo HDP, Erdogan parece haber decidido que más avances de paz no ayudarán a su causa.
"Erdogan tiene un plan, y es aumentar las tensiones y la polarización antes de las elecciones. Este plan le ha funcionado muy bien en el pasado", dijo Sukru Kucuksahin, columnista del diario liberal turco Hurriyet, señalando que si el HDP no consigue suficientes diputados para tener su propio grupo parlamentario, el AKP saldría beneficiado "y el gobierno hace todo lo que puede para asegurar que así ocurre".
Pero la maniobra podría tener efectos indeseados, ya que muchos liberales no curdos parecen decididos a votar por el HDP para aumentar su presencia en la cámara.
En ese caso, Erdogan podría aspirar a canjear concesiones a los curdos por el apoyo del HDP a la reforma constitucional.
Pero el carismático líder del HDP, Selahattin Demirtas, pareció rechazar esa posibilidad tras las últimas declaraciones de Erdogan.
"Señor Recep Tayyip Erdogan: mientras el HDP exista, mientras el HDP siga respirando en estas tierras", afirmó, "usted nunca será el líder (de un sistema presidencial)".
El proceso de paz para poner fin a décadas de enfrentamientos violentos entre Turquía y rebeldes curdos ha sido uno de los logros emblemáticos del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan.
Pero con las elecciones parlamentarias de junio en el horizonte, el presidente ha pisado el freno en las conversaciones, y expuesto una poco habitual división en su partido.
Hasta hace poco, todo parecía apuntar a un acuerdo para que el Partido de los Trabajadores del Curdistán, o PKK, dejara las armas tras una insurgencia de tres décadas en la que han muerto decenas de miles de personas.
El mes pasado, el encarcelado líder rebelde curdo Abdulá Ocalan recibió autorización para emitir un comunicado en curdo que se leyó ante cientos de miles de personas que celebraban una festividad de su comunidad en Diyarbakir, el corazón del sureste curdo de Turquía. Hace una década, ni la celebración ni el comunicado habrían sido concebibles.
El acto formaba parte de un calculado esfuerzo de llegar a un acuerdo final, que incluiría una ley concediendo más autonomía y derechos para los curdos, que suponen el 20% de los 78 millones de habitantes del país.
Las negociaciones, comenzadas en secreto a finales de 2012 con Ocalan, eran un riesgo político para Erdogan en un país que a menudo ha demonizado a los rebeldes curdos. Los gobernantes turcos desde el fundador de la república, Mustafá Kemal Ataturk, han mantenido estrictas represiones sobre la cultura curda e incluso se refirieron a los curdos como "turcos de montaña" para negar su identidad étnica.
Pero el alto el fuego negociado en las conversaciones ha sido un impulso para Erdogan y para el país. A cambio, el presidente ha suavizado algunas de las restricciones a falta de un acuerdo más amplio.
Erdogan, sin embargo, detuvo el proceso de improviso.
Apenas unos días antes de la celebración curda, afirmó que "no hay una cuestión curda", implicando que los agravios de los curdos ya se han resuelto. Después sancionó a los miembros de su propio partido por considerar una concesión clave reclamada por los curdos.
Esto provocó una poco habitual crítica a Erdogan por parte de un veterano del partido, el vice primer ministro Bulent Arinc, que cofundó con Erdogan el Partido Justicia y Desarrollo, o AKP. Arinc acusó al mandatario de interferir con las negociaciones, que según dijo deberían ser tarea del primer ministro, y prometió que el gobierno seguiría adelante.
Erdogan, que dirige un gobierno cada vez más autoritario, parece haber ganado. El mes pasado, en un golpe al proceso de paz, el Parlamento aprobó una ley de seguridad que concede amplios poderes a la policía. Los partidos curdos y el PKK incluyeron la retirada de esa ley entre sus demandas para que las conversaciones continuaran.
La explicación para la apuesta de Erdogan parece estar en la política electoral y sus ambiciones futuras de cambiar la constitución y liderar un sistema con una presidencia fuerte. Ante los signos de que aumenta el apoyo a los partidos de oposición, incluyendo el curdo HDP, Erdogan parece haber decidido que más avances de paz no ayudarán a su causa.
"Erdogan tiene un plan, y es aumentar las tensiones y la polarización antes de las elecciones. Este plan le ha funcionado muy bien en el pasado", dijo Sukru Kucuksahin, columnista del diario liberal turco Hurriyet, señalando que si el HDP no consigue suficientes diputados para tener su propio grupo parlamentario, el AKP saldría beneficiado "y el gobierno hace todo lo que puede para asegurar que así ocurre".
Pero la maniobra podría tener efectos indeseados, ya que muchos liberales no curdos parecen decididos a votar por el HDP para aumentar su presencia en la cámara.
En ese caso, Erdogan podría aspirar a canjear concesiones a los curdos por el apoyo del HDP a la reforma constitucional.
Pero el carismático líder del HDP, Selahattin Demirtas, pareció rechazar esa posibilidad tras las últimas declaraciones de Erdogan.
"Señor Recep Tayyip Erdogan: mientras el HDP exista, mientras el HDP siga respirando en estas tierras", afirmó, "usted nunca será el líder (de un sistema presidencial)".