Madre Teresa de El Cairo sirve a los pobres de Egipto

El Cairo, AP
En un barrio pobre habitado por legiones de recogedores informales de basura de El Cairo, niños en sandalias hechas girones caminan por los callejones enlodados y llenos de basura para llegar al centro comunitario de Mamá Maggie, donde les lavan los pies, les curan las heridas y los alientan a aprender y a jugar.


Hace unos días, la propia "Mamá" Maggie Gobran, vestida toda de blanco, le lavó la cara y los pies a una niña que había perdido el brazo derecho en un accidente de una máquina, antes de darle un par de sandalias nuevas y enviarla a jugar con los otros. "Quiero que cada niño sepa cuánto los quiero. Los aprecio y los respeto", dijo.

Su organización, llamada Niños de Esteban, por el primer mártir del cristianismo, ha creado casi 90 de esos centros, y Gobran calcula que han ayudado a más de 30.000 familias egipcias de bajos ingresos. Los servicios se centran en los cristianos coptos, una minoría que desde hace mucho se ha que quejado de discriminación, aunque Gobran dice que también ayudan a niños musulmanes.

Estos días hay más personas que nunca necesidades de sus servicios. El levantamiento de 2011 que derrocó al autócrata Hosni Mubarak llevó a años de inestabilidad que han cobrado un alto precio a la economía. Las áreas informales en que Gobran se centra, donde los empobrecidos vecinos instalan sus propias líneas eléctricas y tuberías de agua, crecen sin cesar.

Gobran, una cristiana copta de 65 años, ha trabajado en esas áreas desde hace más de tres décadas y ha sido comparada con la Madre Teresa, pero proviene de una familia de clase media alta. Anteriormente fue ejecutiva de mercadotecnia y profesora de informática en la respetada American University de El Cairo.

En el barrio pobre de Manshiyet Nasr viven los recolectores de basura de la ciudad, quienes tienen extensos programas de reciclaje. Niños en ropas raídas recorren las calles llenas de lodo mientras sus padres buscan entre montañas de basura, que llega al lugar en carritos tirados por burros desde todas partes de esta ciudad de 18 millones de habitantes.

Pero en el centro comunitario existe un mundo diferente. En el patio, una maestra y un grupo de niños alegres juegan con un paracaídas. Otro grupo dibuja. En el piso de arriba, un médico le examina una úlcera que tiene una niña en un pie, y adolescentes que dejaron la escuela aprenden a hacer zapatos de cuero.

Los Niños de Esteban han ofrecido desde hace mucho programas de educación a los niños, que Gobran dice son cruciales para romper el ciclo generacional de la pobreza, pero a los siete años los menores tienen que depender del estado.

En las decrépitas escuelas públicas de Egipto, maestros mal pagados con frecuencia dependen de clases privadas para vivir y las familias deben pagar de su bolsillo por la atención personalizada. Se calcula que en el país se gastan 2.400 millones de dólares al año en clases privadas, según la ONU, y que el gasto adicional se considera esencial para aprobar los exámenes.

Este año, el Foro Económico Mundial clasificó a Egipto en el lugar 141 de 144 países en materia de calidad de la educación. A pesar de grandes avances en décadas recientes, casi 30% de los adultos egipcios son analfabetos, según la ONU.

En respuesta, la organización abrió su primera escuela en 2012 en Khosoos, una localidad pobre al norte de El Cairo.

"Mamá Maggie pensó en la Escuela Farah debido a los problemas de educación. Y escogió este vecindario porque es una de las áreas más densamente pobladas y uno de los barrios pobres más antiguos", dijo Ines Fawzy Malak, directora dela escuela.

Con pocos alumnos por aula, instalaciones limpias y énfasis en la creatividad, la Escuela Farah es un enorme contraste con las atestadas y poco disciplinadas aulas en las escuelas públicas en todo el país.

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