La seguridad frente al conflicto ya no garantiza ganar elecciones en Israel

La desigualdad social prima en los sondeos sobre la agenda centrada en el conflicto que enarbola Netanyahu

Juan Carlos Sanz
Jerusalén, El País
“La gente está harta de [Benjamín] Netanyahu”, proclamaba el sábado por la noche en el segundo canal de la televisión israelí el laborista Isaac Herzog, quien por supuesto se ofreció como alternativa. En vísperas de las legislativas de mañana, el primer ministro conservador y el cabeza de lista del centroizquierda se cruzaron acusaciones —Herzog, en el estudio, y Netanyahu, en directo desde su residencia oficial— en lo más parecido a un debate cara a cara que se ha visto en la campaña electoral.


“Van a capitular pronto ante las presiones internacionales”, tronó el líder del Likud, para acusar a su rival y a su aliada en la Unión Sionista, la exministra Tzipi Livni, de no apoyarle “ante el inmenso esfuerzo de seguridad emprendido” y de estar dispuestos a retirarse de Jerusalén oriental y volver a las fronteras anteriores a la guerra de 1967.“La comunidad internacional conoce su debilidad y no acepta sus planteamientos”, le replicó un Herzog que ha ido creciendo en los sondeos a costa de su oponente. “Los palestinos han detectado esa debilidad y por eso han adoptado medidas internacionales”, remachó el laborista.

Netanyahu ha intentado llevar a su terreno la campaña, que inauguró el día 3 con su polémico discurso ante el Congreso de EE UU. Pero el debate centrado exclusivamente en la agenda de seguridad se ha mostrado contraproducente para sus expectativas electorales. Tras encabezar todas las encuestas al disolver hace tres meses la Knesset (120 escaños en total), el Likud (20 diputados) se ha visto sobrepasado en el último sondeo autorizado antes de la jornada electoral por la Unión Sionista (24 escaños), que ha concurrido a los comicios con un programa de corte social y ha preferido pasar de puntillas sobre la cuestión palestina o la seguridad regional.

Aunque los datos macroeconómicos son positivos —con un crecimiento del PIB del 2,9% en 2014, una tasa de desempleo que se sitúa en el 6% y una renta per cápita de 38.000 dólares en el pasado ejercicio—, la desigualdad social no ha dejado de acrecentarse desde que Netanyahu llegó al poder en 2009. El alto precio de las viviendas, de los productos básicos de alimentación y las elevadas comisiones bancarias han extendido el malestar social desde el estallido de indignación social que conmovió en 2011 a la sociedad israelí.

La carestía de la vivienda irrumpió precisamente en la campaña electoral con un informe del Interventor General (defensor del pueblo), que constataba un aumento de un 55% del precio de compra entre 2008 y 2013, y de un 30% en los alquileres. Un piso de tamaño medio en Tel Aviv cuesta 650.000 euros, 440.00 en Jerusalén y 330.000 en Haifa (en el norte del país), mientras que un salario tipo ronda los 2.200 euros mensuales. De manera que un israelí necesitaría como mínimo los ingresos de 12 años de trabajo para adquirir una vivienda, frente los ocho necesarios en España o los seis de EE UU.Los analistas atribuyen el recalentamiento del mercado inmobiliario a la presencia de inversores locales y extranjeros, que se ven atraídos por los bajos intereses de los préstamos hipotecarios.

Los partidos de izquierda y de centro están haciendo hincapié en este grave problema social para echar el anzuelo en los caladeros de votantes del Likud desencantados por la gestión del Ejecutivo.Moshe Kahlon, que fue ministro de Comunicaciones con Netanyahu antes abandonar el partido gubernamental tras las protestas de los indignados en 2011, presenta ahora con su nuevo partido centrista, Kulanu, un programa para fomentar la competencia económica y poner fin a situaciones de cuasimonopolio, como ocurría antes en el sector de la telefonía móvil. Kahlon debe su popularidad —que le permite contar con hasta 10 escaños, según los sondeo— en la fuerte rebaja de tarifas que propiciaron las medidas liberalizadoras que adoptó en los servicios de telecomunicaciones.

Si se confirman sus buenas expectativas, el líder de Kulanu puede llegar a tener la llave para cerrar un acuerdo de coalición tras las elecciones de mañana.Netanyahu es consciente del auge que está cobrando su antiguo ministro y por eso se apresuró ayer a ofrecerle que sea su mano derecha para asuntos económicos. “Independientemente del número de escaños que obtenga, le reservaría la cartera de Finanzas si tengo que formar de nuevo Gobierno”, declaró el primer ministro a la Radio estatal israelí.Pero el primer ministro también comienza a buscar culpables para una eventual derrota en las urnas, al acusar en cada una de sus intervenciones a Gobiernos y magnates extranjeros, cuya identidad no ha desvelado, de estar financiando con “miles de millones de dólares” a sus rivales políticos para apearle del poder.

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