Irán respalda la ofensiva militar contra los yihadistas en Irak
La aviación de EE UU se mantiene al margen de la operación de Tikrit
Ángeles Espinosa
Dubái, El País
Las fuerzas iraquíes que desde el lunes tratan de desalojar de Tikrit al grupo yihadista Estado Islámico (EI) no cuentan con el apoyo aéreo de Estados Unidos, como sí ocurre en otros frentes de batalla en Irak. Esa ausencia, confirmada por el Pentágono, contrasta con el relevante peso de Irán en la mayor contraofensiva emprendida hasta ahora por el Gobierno de Bagdad. Aunque algunos analistas intuyen un entendimiento, otros temen que la prominencia de Teherán signifique una claudicación ante su expansionismo, o advierten del peligro de agravar las tensiones sectarias que el EI trata de aprovechar.
“Considero que ha habido un acuerdo tácito con los iraquíes de que en las zonas donde están presentes los asesores iraníes, no lo estarán ni EE UU ni la coalición, y tal ha sido el caso en las provincias de Babilonia, Diyala y Saladino”, explica Sajad Jiyad, investigador del Instituto Iraquí para la Reforma Económica. En su opinión, “esto tiene sentido y funciona para ambas partes”.
Irak no ha pedido apoyo aéreo para la ofensiva de Tikrit, según declaró el coronel Steve Warren, portavoz del Pentágono, el pasado martes. Esa operación, desarrollada a apenas 180 kilómetros de Bagdad, depende básicamente de las milicias respaldadas por Irán que, según sus portavoces, constituyen hasta dos tercios de las 30.000 tropas movilizadas. Además, cuenta con el respaldo de un contingente de la Fuerza Qods, el brazo para operaciones exteriores de la Guardia Revolucionaria (los pasdarán).
Reforzando esa imagen, los medios iraníes e iraquíes afines han divulgado una vez más fotografías del jefe de esa fuerza, el general Qasem Soleimani, en la línea de frente. Su presencia no deja de ser embarazosa para EE UU, contra cuya presencia en Irak Soleimani dirigió una mortífera campaña hace tan sólo unos años. Aunque el hasta ahora esquivo comandante ya se dejó ver en la reconquista de Amerli, en esta ocasión ha aparecido junto a los líderes de las milicias chiíes, a las que sirve de “consejero militar”.
“Esta es la muestra más obvia de apoyo iraní, con artillería y demás”, ha admitido el jefe del Estado Mayor norteamericano, el general Martin Dempsey, ante el comité de las Fuerzas Armadas de la Cámara de Representantes, según ha recogido la prensa norteamericana.
Para algunos observadores, constituye la prueba de que en su intento de alcanzar un acuerdo nuclear con Teherán, EE UU le está dando rienda suelta para asentar su poder en Irak y por extensión en Siria, Líbano y Yemen. El secretario de Estado norteamericano, John Kerry, afirmó el jueves en Riad que, incluso si logra un pacto, su país “no va a quitar la vista de las acciones desestabilizadoras de Irán en la región”. Respondía así a la preocupación de su homólogo saudí, el príncipe Saud al Faisal, de que ese país “está haciéndose con Irak”.
“No creo que las conversaciones nucleares tengan mucho efecto en la lucha contra el EI”, desestima Jiyad, quien no obstante se muestra convencido de que “los políticos presionan a sus respectivos militares y servicios secretos para que no lleven a cabo actividades que puedan interpretarse como un ataque”. Aún así, considera que ambos van a seguir “intentando limitar la influencia del otro en Irak y el resto de Oriente Próximo”.
Hay analistas que van más lejos y estiman que la implicación iraní resulta positiva, ya que está ayudando a los iraquíes a frenar el avance de las huestes del EI mientras los asesores estadounidenses preparan al Ejército. “La estrategia de EE UU en Irak ha tenido éxito hasta ahora gracias a Irán”, ha declarado a The New York Times Vali Nasr, antiguo asesor del presidente Obama y decano de la Escuela de Estudios Internacionales de la Universidad Johns Hopkins, tras señalar que los iraníes llevan el peso de las batallas terrestres.
“Es la progresión lógica de lo que han estado haciendo en el este del país”, ha declarado en referencia a la actual ofensiva el jefe del Mando Central (CENTCOM), el general Lloyd Austin, ante el mismo comité que el general Dempsey.
Tikrit, con la importante refinería de Baiji al norte y Samarra al sur, vía de acceso hacia al ansiado cinturón de Bagdad, asegurado por el Ejército iraquí y las milicias chiíes, cayó en manos de los yihadistas el pasado verano. Sin embargo, la ofensiva para su reconquista no es igual que la trazada para recuperar el este del país. A diferencia de esa zona, de población mixta suní y chií, Tikrit, capital de la provincia de Saladino, es el vértice norte del llamado triángulo suní, además del lugar natal del ejecutado expresidente Sadam Husein. Eso suscita el temor a que la población local pueda ver el avance de las fuerzas gubernamentales como una “invasión chií” e inflamar la fractura sectaria que ha alentado el EI. De que eso no suceda depende el éxito de la operación y la posibilidad de extenderla a Mosul, el bastión del califato proclamado en junio por Abubaker al Bagdadi.
Ángeles Espinosa
Dubái, El País
Las fuerzas iraquíes que desde el lunes tratan de desalojar de Tikrit al grupo yihadista Estado Islámico (EI) no cuentan con el apoyo aéreo de Estados Unidos, como sí ocurre en otros frentes de batalla en Irak. Esa ausencia, confirmada por el Pentágono, contrasta con el relevante peso de Irán en la mayor contraofensiva emprendida hasta ahora por el Gobierno de Bagdad. Aunque algunos analistas intuyen un entendimiento, otros temen que la prominencia de Teherán signifique una claudicación ante su expansionismo, o advierten del peligro de agravar las tensiones sectarias que el EI trata de aprovechar.
“Considero que ha habido un acuerdo tácito con los iraquíes de que en las zonas donde están presentes los asesores iraníes, no lo estarán ni EE UU ni la coalición, y tal ha sido el caso en las provincias de Babilonia, Diyala y Saladino”, explica Sajad Jiyad, investigador del Instituto Iraquí para la Reforma Económica. En su opinión, “esto tiene sentido y funciona para ambas partes”.
Irak no ha pedido apoyo aéreo para la ofensiva de Tikrit, según declaró el coronel Steve Warren, portavoz del Pentágono, el pasado martes. Esa operación, desarrollada a apenas 180 kilómetros de Bagdad, depende básicamente de las milicias respaldadas por Irán que, según sus portavoces, constituyen hasta dos tercios de las 30.000 tropas movilizadas. Además, cuenta con el respaldo de un contingente de la Fuerza Qods, el brazo para operaciones exteriores de la Guardia Revolucionaria (los pasdarán).
Reforzando esa imagen, los medios iraníes e iraquíes afines han divulgado una vez más fotografías del jefe de esa fuerza, el general Qasem Soleimani, en la línea de frente. Su presencia no deja de ser embarazosa para EE UU, contra cuya presencia en Irak Soleimani dirigió una mortífera campaña hace tan sólo unos años. Aunque el hasta ahora esquivo comandante ya se dejó ver en la reconquista de Amerli, en esta ocasión ha aparecido junto a los líderes de las milicias chiíes, a las que sirve de “consejero militar”.
“Esta es la muestra más obvia de apoyo iraní, con artillería y demás”, ha admitido el jefe del Estado Mayor norteamericano, el general Martin Dempsey, ante el comité de las Fuerzas Armadas de la Cámara de Representantes, según ha recogido la prensa norteamericana.
Para algunos observadores, constituye la prueba de que en su intento de alcanzar un acuerdo nuclear con Teherán, EE UU le está dando rienda suelta para asentar su poder en Irak y por extensión en Siria, Líbano y Yemen. El secretario de Estado norteamericano, John Kerry, afirmó el jueves en Riad que, incluso si logra un pacto, su país “no va a quitar la vista de las acciones desestabilizadoras de Irán en la región”. Respondía así a la preocupación de su homólogo saudí, el príncipe Saud al Faisal, de que ese país “está haciéndose con Irak”.
“No creo que las conversaciones nucleares tengan mucho efecto en la lucha contra el EI”, desestima Jiyad, quien no obstante se muestra convencido de que “los políticos presionan a sus respectivos militares y servicios secretos para que no lleven a cabo actividades que puedan interpretarse como un ataque”. Aún así, considera que ambos van a seguir “intentando limitar la influencia del otro en Irak y el resto de Oriente Próximo”.
Hay analistas que van más lejos y estiman que la implicación iraní resulta positiva, ya que está ayudando a los iraquíes a frenar el avance de las huestes del EI mientras los asesores estadounidenses preparan al Ejército. “La estrategia de EE UU en Irak ha tenido éxito hasta ahora gracias a Irán”, ha declarado a The New York Times Vali Nasr, antiguo asesor del presidente Obama y decano de la Escuela de Estudios Internacionales de la Universidad Johns Hopkins, tras señalar que los iraníes llevan el peso de las batallas terrestres.
“Es la progresión lógica de lo que han estado haciendo en el este del país”, ha declarado en referencia a la actual ofensiva el jefe del Mando Central (CENTCOM), el general Lloyd Austin, ante el mismo comité que el general Dempsey.
Tikrit, con la importante refinería de Baiji al norte y Samarra al sur, vía de acceso hacia al ansiado cinturón de Bagdad, asegurado por el Ejército iraquí y las milicias chiíes, cayó en manos de los yihadistas el pasado verano. Sin embargo, la ofensiva para su reconquista no es igual que la trazada para recuperar el este del país. A diferencia de esa zona, de población mixta suní y chií, Tikrit, capital de la provincia de Saladino, es el vértice norte del llamado triángulo suní, además del lugar natal del ejecutado expresidente Sadam Husein. Eso suscita el temor a que la población local pueda ver el avance de las fuerzas gubernamentales como una “invasión chií” e inflamar la fractura sectaria que ha alentado el EI. De que eso no suceda depende el éxito de la operación y la posibilidad de extenderla a Mosul, el bastión del califato proclamado en junio por Abubaker al Bagdadi.