El Pentágono experimenta con una mujer desfigurada por un chimpancé
Washington, Clarín
El Ejército de Estados Unidos está utilizando el desgraciado caso de Charla Nash, una mujer de Connecticut que recibió un trasplante de cara tras el ataque de un chimpancé en 2009, como banco de pruebas para encontrar el mejor tratamiento para los soldados que vuelven desfigurados de las zonas de conflicto.
El Pentágono ha pagado las operaciones a las que se sometió Nash en 2012 y está siguiendo muy de cerca todo el proceso de recuperación con la esperanza de encontrar el mejor tratamiento para las graves lesiones con las que los militares vuelven de la guerra. Entre 50 y 60 soldados son ahora mismo candidatos para un trasplante, según fuentes del ejército.
Charla Nash está a punto de participar en un experimento financiado por el Penágono en el que un grupo de médicos de Boston tratará de reducir la cantidad de drogas antirechazo que está tomando. Nash ha afirmado estar encantada de participar en este estudio que podría ayudar a miles de personas en el futuro.
Nash bromea con su situación. A veces se considera un proyecto de ciencias. Pero esta mujer de 61 años, hija de un veterano de la Fuerza Aérea, asegura sentir "satisfacción" por poder sacar "algo bueno de todo este mal".
"Me preguntaron si podían y les dije que por supuesto, que estaría encantada de ayudar de cualquier manera posible", dijo Nash, que ahora vive sola en Boston.
Charla perdió la nariz, los labios, los párpados y las manos cuando fue mutilada por un chimpancé de 90 kilos llamado Travis que era mascota de su amiga Sandra Herold.
Los médicos también tuvieron que quitarle los ojos a causa de una enfermedad transmitida por el chimpancé que la dejó ciega.
En 2012 le trasplantaron los rasgos faciales de una mujer muerta y las dos manos, pero su cuerpo las rechazó. Ahora se pasa las horas escuchando la radio o libros grabados -el último, Guerra y Paz- en un modesto apartamento. También trabaja un par de días a la semana con un entrenador en un gimnasio para mantenerse en forma.
Cada seis semanas, Charla Nash se somete a pruebas de laboratorio para los militares en el centro Brigham and Women's. También le realizan resonancias magnéticas y tomografías computarizadas para determinar qué señales está enviando su cerebro a su nuevo rostro. Además, los médicos examinan cómo las arterias envían sangre a la zona trasplantada.
El ejército también está interesado en cualquier cicatriz alrededor de la boca y en los párpados. "Tiene sentido para nosotros mirar a la comunidad civil y obtener experiencias para evaluar si esto es una buena solución para los militares", dijo el doctor Brian Pfister.
Cerca de 35 trasplantes totales o parciales de cara se han realizado en todo el mundo desde que se hizo el primero en Francia en 2005. El Departamento de Defensa estima que 560 soldados han sufrido heridas faciales graves en Irak y Afganistán. De ellos, unos 50 ó 60 podrían ser candidatos para un trasplante de cara, dijo Pfister.
El Pentágono está proporcionando subvenciones a 14 centros médicos en los Estados Unidos a través de su programa de trasplante de manos y rostro. La cara y las extremidades son las dos partes lesionadas con más frecuencia en la guerra.
Los medicamentos inmunosupresores para los pacientes trasplantados acostumbran a ser una solución de por vida y conllevan riesgos como el cáncer, las infecciones virales y el daño renal. Por estos peligros, se descarta hacer muchos trasplantes de partes del cuerpo no vitales, como los pulgares. Pero eso podría cambiar si los medicamentos no tienen que ser un compromiso de por vida.
"De repente, no es tan alocado pensar en trasplantar dedos o una oreja", afirmó el doctor Bohdan Pomahac, quien dirigió el equipo de cirugía en el trasplante de Nash. Charla utilizará a partir de ahora interleukin-2, un medicamento que normalmente se usa para tratar cánceres de piel y de riñón.
La esperanza es que esta sustancia promueva el crecimiento de las células buenas que protegen el trasplante mientras ataca las que quieren rechazarlo. Nash ha experimentado muy pocos episodios de rechazo, haciendo de ella la candidata idónea para el experimento.
El Ejército de Estados Unidos está utilizando el desgraciado caso de Charla Nash, una mujer de Connecticut que recibió un trasplante de cara tras el ataque de un chimpancé en 2009, como banco de pruebas para encontrar el mejor tratamiento para los soldados que vuelven desfigurados de las zonas de conflicto.
El Pentágono ha pagado las operaciones a las que se sometió Nash en 2012 y está siguiendo muy de cerca todo el proceso de recuperación con la esperanza de encontrar el mejor tratamiento para las graves lesiones con las que los militares vuelven de la guerra. Entre 50 y 60 soldados son ahora mismo candidatos para un trasplante, según fuentes del ejército.
Charla Nash está a punto de participar en un experimento financiado por el Penágono en el que un grupo de médicos de Boston tratará de reducir la cantidad de drogas antirechazo que está tomando. Nash ha afirmado estar encantada de participar en este estudio que podría ayudar a miles de personas en el futuro.
Nash bromea con su situación. A veces se considera un proyecto de ciencias. Pero esta mujer de 61 años, hija de un veterano de la Fuerza Aérea, asegura sentir "satisfacción" por poder sacar "algo bueno de todo este mal".
"Me preguntaron si podían y les dije que por supuesto, que estaría encantada de ayudar de cualquier manera posible", dijo Nash, que ahora vive sola en Boston.
Charla perdió la nariz, los labios, los párpados y las manos cuando fue mutilada por un chimpancé de 90 kilos llamado Travis que era mascota de su amiga Sandra Herold.
Los médicos también tuvieron que quitarle los ojos a causa de una enfermedad transmitida por el chimpancé que la dejó ciega.
En 2012 le trasplantaron los rasgos faciales de una mujer muerta y las dos manos, pero su cuerpo las rechazó. Ahora se pasa las horas escuchando la radio o libros grabados -el último, Guerra y Paz- en un modesto apartamento. También trabaja un par de días a la semana con un entrenador en un gimnasio para mantenerse en forma.
Cada seis semanas, Charla Nash se somete a pruebas de laboratorio para los militares en el centro Brigham and Women's. También le realizan resonancias magnéticas y tomografías computarizadas para determinar qué señales está enviando su cerebro a su nuevo rostro. Además, los médicos examinan cómo las arterias envían sangre a la zona trasplantada.
El ejército también está interesado en cualquier cicatriz alrededor de la boca y en los párpados. "Tiene sentido para nosotros mirar a la comunidad civil y obtener experiencias para evaluar si esto es una buena solución para los militares", dijo el doctor Brian Pfister.
Cerca de 35 trasplantes totales o parciales de cara se han realizado en todo el mundo desde que se hizo el primero en Francia en 2005. El Departamento de Defensa estima que 560 soldados han sufrido heridas faciales graves en Irak y Afganistán. De ellos, unos 50 ó 60 podrían ser candidatos para un trasplante de cara, dijo Pfister.
El Pentágono está proporcionando subvenciones a 14 centros médicos en los Estados Unidos a través de su programa de trasplante de manos y rostro. La cara y las extremidades son las dos partes lesionadas con más frecuencia en la guerra.
Los medicamentos inmunosupresores para los pacientes trasplantados acostumbran a ser una solución de por vida y conllevan riesgos como el cáncer, las infecciones virales y el daño renal. Por estos peligros, se descarta hacer muchos trasplantes de partes del cuerpo no vitales, como los pulgares. Pero eso podría cambiar si los medicamentos no tienen que ser un compromiso de por vida.
"De repente, no es tan alocado pensar en trasplantar dedos o una oreja", afirmó el doctor Bohdan Pomahac, quien dirigió el equipo de cirugía en el trasplante de Nash. Charla utilizará a partir de ahora interleukin-2, un medicamento que normalmente se usa para tratar cánceres de piel y de riñón.
La esperanza es que esta sustancia promueva el crecimiento de las células buenas que protegen el trasplante mientras ataca las que quieren rechazarlo. Nash ha experimentado muy pocos episodios de rechazo, haciendo de ella la candidata idónea para el experimento.