Ciudad ucraniana lucha por volver a vivir

Debaltseve, AP
Cuando hay viento, el repiqueteo del techo de hierro corrugado sobre las ruinas de una estación de servicio suena como el de ametralladoras. Alrededor hay cuatro cisternas manchadas de aceite de máquina y una camioneta tendida de costado acribillada por esquirlas.


Debaltseve, centro de una de las más fieras batallas de la guerra de Ucrania, está en ruinas tres semanas después de haber sido tomada por separatistas prorrusos.

La lucha por el estratégico cruce ferroviario —una ciudad tranquila que antes de la guerra tenía 25.000 habitantes— es uno de los episodios más sombríos del conflicto en el este de Ucrania, que ha cobrado más de 6.000 vidas. El pueblo es crucial porque comunica directamente las dos ciudades principales en manos rebeldes, Donetsk y Luhansk. La presa era tan importante que el cese de fuego mediado por Rusia, Ucrania y las potencias occidentales no detuvo la ofensiva rebelde.

Al menos 179 soldados ucranianos murieron en la batalla, además de cientos de civiles.

La artillería pesada bombardeó Debaltseve durante un mes a partir de mediados de enero. La destrucción fue de tal magnitud, que el pueblo entero se ha convertido en una montaña de escombros. Hoy es tan irreconocible como las calles aledañas al aeropuerto de Donetsk, donde se combate desde hace nueve meses. Edificios enteros de apartamentos están abandonados y la luz del sol penetra por arriba como si un huracán se hubiera llevado el techo.

El único lugar donde había una multitud en Debaltseve una mañana reciente era una tienda donde los rebeldes entregaban pan gratis: una hogaza por persona. Del centenar de personas en la cola, la mayoría eran ancianos y débiles, y daban la impresión de que no se habían aseado durante días. En la estación ferroviaria cercana, un cohete Grad atravesaba un vagón. De los postes de electricidad colgaban cables sueltos.

Al otro lado de la calle, un hombre robusto de gorra cosaca negra, sentado frente a una carpa anaranjada en medio de la plaza principal daba órdenes a sus subordinados. Desde que tomaron la ciudad el 18 de febrero, los rebeldes atienden a la población desde esas carpas, distribuyen mantas y agua y recargan teléfonos celulares. Alexander Afendikov, autoproclamado alcalde de la ciudad, dice que quieren regresar a la ciudad lo antes posible.

"Las casas que no están destruidas, están dañadas", dijo. "El 99% de los vidrios están rotos".

Afendikov estaba entre los rebeldes que asediaban la ciudad con artillería. Ahora reciben materiales para la construcción y otro tipo de ayuda humanitaria de Rusia "organizaciones privadas" de diversos países, dijo Afendikov.

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