30 años después de ser un icono, esta mujer vuelve a ser el símbolo de una injusticia
De Javier Taeño | Gaceta trotamundos
Han pasado más de 30 años desde que se tomó una de las fotos más famosas de la historia. La imagen de una niña afgana de 12 años que estaba refugiada en Pakistán y cuyos profundos ojos verdes dieron la vuelta al mundo y la convirtieron en un icono.
Ahora, tres décadas después, la cara de Sharbat Gula vuelve a ser representativa, pero en esta ocasión no está en la portada de National Geographic como aquella vez, en esa foto tomada por Steve McCurry, sino que simplemente está en una tarjeta de residencia falsa que muestra las enormes dificultades y persecución que sufren los afganos en Pakistán.
Y es que con la situación actual pakistaní y la forma de actuar con los refugiados del país vecino, Sharbat no debería tener esa tarjeta, que es clave para el día a día. Sin ella los extranjeros no pueden comprar una casa o abrir una cuenta en el banco, por lo que hay un mercado negro muy importante que se encarga de entregarles estas identificaciones falsas con las que poder hacer una vida normal en el país.
Sharbat Gula en su foto de la tarjeta de residencia falsa.Sharbat Gula en su foto de la tarjeta de residencia falsa.
La corrupción y el soborno están a la orden del día y para los 3 millones de refugiados afganos es la única oportunidad de integrarse. Sharbat, al igual que otros miembros de su familia, tenía también la suya, pero fue descubierta por las autoridades pakistaníes en agosto de 2014 y por eso su foto vuelve a ser icónica, aunque ya asciende a 22.000 el número de tarjetas de residencia incautadas.
Pese a la mejora de la situación en Afganistán, con la derrota de los talibanes, lo cierto es que las miles y miles de personas que fueron acogidas por Pakistán en los años 80 no se deciden a volver. Han construido sus vidas allí y no terminan de fiarse, pero también tienen muchas dificultades en el país de acogida. De hecho suelen ser culpados de terrorismo y delincuencia y lo cierto es que las autoridades se esfuerzan para ponerles difíciles las cosas y así conseguir su marcha.
Incluso el Gobierno ha amenazado con cancelar su condición de refugiados, aunque de momento no lo ha hecho. Unas prácticas que ya ha denunciado Human Rights Watch.
“El Gobierno de Pakistán está empañando su merecida buena reputación por la hospitalidad hacia los refugiados al tolerar la repatriación coercitiva y punitiva y potencialmente ilegal de refugiados afganos”, manifestó su director adjunto en Asia, Phelim Kine.
Sharbat solo es la refugiada más conocida de una realidad que incluye a millones. Y es que los afganos lo único que quieren es poder hacer su vida tranquilamente, sin trabas y con respeto. Les sigue tocando luchar por ello.
Han pasado más de 30 años desde que se tomó una de las fotos más famosas de la historia. La imagen de una niña afgana de 12 años que estaba refugiada en Pakistán y cuyos profundos ojos verdes dieron la vuelta al mundo y la convirtieron en un icono.
Ahora, tres décadas después, la cara de Sharbat Gula vuelve a ser representativa, pero en esta ocasión no está en la portada de National Geographic como aquella vez, en esa foto tomada por Steve McCurry, sino que simplemente está en una tarjeta de residencia falsa que muestra las enormes dificultades y persecución que sufren los afganos en Pakistán.
Y es que con la situación actual pakistaní y la forma de actuar con los refugiados del país vecino, Sharbat no debería tener esa tarjeta, que es clave para el día a día. Sin ella los extranjeros no pueden comprar una casa o abrir una cuenta en el banco, por lo que hay un mercado negro muy importante que se encarga de entregarles estas identificaciones falsas con las que poder hacer una vida normal en el país.
Sharbat Gula en su foto de la tarjeta de residencia falsa.Sharbat Gula en su foto de la tarjeta de residencia falsa.
La corrupción y el soborno están a la orden del día y para los 3 millones de refugiados afganos es la única oportunidad de integrarse. Sharbat, al igual que otros miembros de su familia, tenía también la suya, pero fue descubierta por las autoridades pakistaníes en agosto de 2014 y por eso su foto vuelve a ser icónica, aunque ya asciende a 22.000 el número de tarjetas de residencia incautadas.
Pese a la mejora de la situación en Afganistán, con la derrota de los talibanes, lo cierto es que las miles y miles de personas que fueron acogidas por Pakistán en los años 80 no se deciden a volver. Han construido sus vidas allí y no terminan de fiarse, pero también tienen muchas dificultades en el país de acogida. De hecho suelen ser culpados de terrorismo y delincuencia y lo cierto es que las autoridades se esfuerzan para ponerles difíciles las cosas y así conseguir su marcha.
Incluso el Gobierno ha amenazado con cancelar su condición de refugiados, aunque de momento no lo ha hecho. Unas prácticas que ya ha denunciado Human Rights Watch.
“El Gobierno de Pakistán está empañando su merecida buena reputación por la hospitalidad hacia los refugiados al tolerar la repatriación coercitiva y punitiva y potencialmente ilegal de refugiados afganos”, manifestó su director adjunto en Asia, Phelim Kine.
Sharbat solo es la refugiada más conocida de una realidad que incluye a millones. Y es que los afganos lo único que quieren es poder hacer su vida tranquilamente, sin trabas y con respeto. Les sigue tocando luchar por ello.