Fuego real sobre la estrella informativa de Estados Unidos
Brian Williams deja temporalmente el programa tras arreciar las críticas por su bulo sobre Irak
La NBC investiga también sus crónicas del Katrina en 2005
Vicente Jiménez
Nueva York, El País
Esta vez, el fuego sobre Brian Williams es real. Los 57 segundos de disculpa pública del periodista por haber falseado durante años un incidente de 2003 en la guerra de Irak han bastado para fulminar diez años de credibilidad, los que lleva al frente del informativo nocturno más visto de la televisión de Estados Unidos, el NBC Nightly News. La presión para que la cadena destituya a su anchorman, un cadáver periodístico a juzgar por el tamaño del escándalo, ha alcanzado niveles insoportables, hasta el punto de que ni siquiera el anuncio de una investigación interna sobre la veracidad de los relatos en primera persona del presentador, de 55 años, ha calmado a los lobos de las redes sociales.
Presionado por las críticas, Williams anunció este sábado que dejaba temporalmente el programa sin fijar fecha de regreso. "Se ha hecho dolorosamente evidente que estoy siendo noticia en exceso debido a mis acciones", explicó en un mensaje al equipo directivo de NBC News. "A mi regreso, seguiré trabajando para ser digno de la confianza de quienes creen en nosotros", añadió.
Bajo el ruido de la indignación de muchos y la burla de la mayoría palpita la verdadera cuestión del drama de Williams: si el modelo de los hombres ancla de los informativos, basado durante décadas en una confianza ciega en su veracidad, hace aguas en medio de una lucha descarnada por una audiencia en declive que reclama historias cada vez más dramáticas. Todo ello agitado por el terremoto provocado, también en la televisión, por la revolución digital.
El espectáculo de grandes presentadores con chaleco y casco en zonas de guerra es habitual desde los tiempos de Walter Cronkite en Vietnam. Es una manera de añadir credibilidad a la estrella, simpatizar con los militares y alimentar al patriotismo de la audiencia de un país en guerra permanente. Williams mantuvo la tradición de su antecesor, Tom Brokaw, autor de un panegírico sobre los soldados estadounidenses en la Segunda Guerra Mundial. El problema llegó cuando las hazañas bélicas se convirtieron en el ariete para ganar audiencia y los reporteros tenían que corresponder con historias cada vez más calientes y sabrosas.
Williams está en un callejón sin salida. Su continuidad al frente del principal telenoticias de EE UU está condenada tanto si mintió durante años al narrar con detalles un ataque que nunca se produjo contra el helicóptero en el que sobrevolaba el desierto de Irak como si cometió un “terrible error”, como defendió ante sus televidentes, e incurrió en lo que los neurólogos denominan falsos recuerdos.
La asunción como una experiencia propia de hechos impactantes conocidos a través de los medios de comunicación es muy frecuente. Hillary Clinton, durante la campaña para la nominación presidencial de 2008, narró cómo doce años antes, siendo primera dama, tuvo que correr junto a su hija en Bosnia para escapar del fuego de los francotiradores serbios, algo que nunca sucedió. En España, como recordó Javier Cercas en su libro Anatomía de un instante, muchos españoles todavía hoy creen haber visto en directo por televisión el asalto del golpista Antonio Tejero al Congreso el 23-F, cuando en realidad esas imágenes se emitieron mucho después.
La forma en que Williams ha ido contando su incidente podría avalar esta idea, ya que en su primer relato del mismo, en 2003, informó de que el helicóptero atacado era uno que le precedía. Ha sido con el paso de los años, con una traca final la semana pasada en la retransmisión de un homenaje a un veterano de Irak, cuando el periodista se incluyó entre la tripulación del aparato atacado. Ese testimonio indignó una vez más a los militares, que esta vez sí decidieron salir al paso del bulo para denunciarlo.
El problema para Williams es que esta patología de la mente es incompatible con un presentador con 9,3 millones de televidentes cada noche y un contrato de 10 millones de dólares renovado por otros cinco años el pasado mes de diciembre. Las críticas hacia el periodista han alcanzado ya a la dirección de la NBC por su actitud pasiva durante los once años que ha durado el bulo. Veteranos, comentaristas y ciudadanos indignados han pedido de forma masiva su destitución en los medios tradicionales y en las redes sociales. El propio Brokaw, anchorman de la cadena antes que Williams, dejó caer un lacónico comentario cuando fue interrogado por el futuro de su sucesor: “Depende de Brian y de los ejecutivos de NBC News."
La investigación interna anunciada por la cadena no calmará las aguas. Al contrario, las encrespará aún más. Las pesquisas abordarán no sólo el incidente de Irak, sino también las crónicas y relatos que Williams hizo durante y después de su cobertura del huracán Katrina en 2005. Williams aseguró que vio cadáveres flotando en el barrió francés de Nueva Orleans, que contrajo disentería por beber agua contaminada y que fue testigo de saqueos, enfrentamientos armados e incluso suicidios. Todos esos relatos están ahora en cuarentena. Ni hubo inundaciones en el barrio francés, ni casos de disentería, ni tanta violencia como se contó, afirman testigos del desastre en los foros de Internet.
No hay piedad para el caído. Si EE UU adora a sus héroes, no hay país más cruel con los que se revelan unos farsantes. Las redes ponen en duda incluso que hubiera salvado cachorros cuando era bombero voluntario, como declaró a la revista Esquire. La portada del rotativo The New York Post le presentó con una enorme nariz de Pinocho y los humoristas le destrozan en sus monólogos. Un sondeo de la revista Variety entre mil lectores que presenciaron las disculpas del periodista arroja un resultado demoledor: el 80% opina que debe dejar su puesto.
La respetada publicación militar Star and Stripes se pregunta en su primera página si las explicaciones dadas por Williams sobre el incidente de Irak son suficientes o si debe dimitir. “¿Es suficiente?”, rezaba su principal titular. Enlodarse con cuestiones relativas a la milicia en una sociedad de exacerbado patriotismo que recibe cadáveres envueltos en la bandera desde cualquier rincón del mundo desde hace décadas es la mejor manera de acabar defenestrado.
Todo suma contra Williams, incluso la anteriormente celebrada vis cómica con la que acudía a los shows televisivos nocturnos o el hecho de que su hija Allison triunfe en la serie de televisión Girls. Cualquier cosa vale para enviar a Williams al panteón de caídos del periodismo que ocupan otras viejas glorias como Dan Rather, que dimitió en 2005 de la CBS por un reportaje adulterado sobre los servicios prestados por George W. Bush en la Guardia Nacional.
Desde su disculpa del miércoles, Williams no había vuelto a abordar el asunto hasta este sábado, cuando ha anunciado su retiro temporal. Pese a que su futuro es, de momento, una incógnita, son pocos los que creen que sobrevivirá. Entre ellos destaca Andy Lewis, comentarista de Fox News. “Brian Williams saldrá de esta”, escribió en su cuenta de Twitter. “Si sobrevivió a un ataque con granadas podrá resistir esto”.
“El periodista más fiable de nuestro tiempo”
V. J.
Sustituir “al periodista más fiable de nuestro tiempo”, tal y como le definió Deborah Turness, presidenta de NBC News, no sería una cuestión sencilla. La compañía ha invertido estos años millones de dólares en la imagen de Brian Williams, con campañas centradas en el que era su gran activo: la confianza que despertaba entre los ciudadanos.
Antes de su confesión del pasado miércoles, el periodista era una de las personas más creíbles. El índice de celebridades The Marketing Arm le situó en el puesto 23º de su clasificación de personas más confiables, junto a Denzel Washington o Warren E. Buffet. Entre los grandes consumidores (entre 25 y 50 años), universo fundamental para la rentabilidad publicitaria de las cadenas de televisión, Williams tenía la confianza del 75%. El desastre para la NBC es que el periodista no es un cualquiera, sino uno de los mascarones de proa de la cadena junto a Jimmy Fallon, Matt Lauer y Bob Costas.
El bulo de Williams estalla en un momento de máxima competencia por la franja nocturna de la información. El periodista reúne a 9,3 millones de televidentes de media cada noche, frente a los 8,7 de la ABC y los 7,3 de la CBS, según Nielsen. Su destitución o dimisión sería un nuevo golpe para Turness. Desde su incorporación en 2013, ha tenido que retirar a David Gregory como presentador del programa Meet the press por sus bajos niveles de audiencia (Gregory llevaba 20 años en la cadena). También tuvo que afrontar el despido de Jamie Horowitz al frente del programa Today apenas dos meses después de haberlo contratado.
Por si esto fuera poco, el escándalo llega después de varios fiascos cometidos por profesionales de la cadena. Este mes, el corresponsal Bill Neely informó de que los sospechosos de los asesinatos de la revista francesa Charlie Hebdo estaban muertos o detenidos, lo que se demostró falso. Hace una semana, la NBC informó de que el sargento Bowe Bergdahl, cautivo en Afganistán durante cinco años, iba a ser acusado de deserción. Nunca sucedió nada semejante.
La NBC investiga también sus crónicas del Katrina en 2005
Vicente Jiménez
Nueva York, El País
Esta vez, el fuego sobre Brian Williams es real. Los 57 segundos de disculpa pública del periodista por haber falseado durante años un incidente de 2003 en la guerra de Irak han bastado para fulminar diez años de credibilidad, los que lleva al frente del informativo nocturno más visto de la televisión de Estados Unidos, el NBC Nightly News. La presión para que la cadena destituya a su anchorman, un cadáver periodístico a juzgar por el tamaño del escándalo, ha alcanzado niveles insoportables, hasta el punto de que ni siquiera el anuncio de una investigación interna sobre la veracidad de los relatos en primera persona del presentador, de 55 años, ha calmado a los lobos de las redes sociales.
Presionado por las críticas, Williams anunció este sábado que dejaba temporalmente el programa sin fijar fecha de regreso. "Se ha hecho dolorosamente evidente que estoy siendo noticia en exceso debido a mis acciones", explicó en un mensaje al equipo directivo de NBC News. "A mi regreso, seguiré trabajando para ser digno de la confianza de quienes creen en nosotros", añadió.
Bajo el ruido de la indignación de muchos y la burla de la mayoría palpita la verdadera cuestión del drama de Williams: si el modelo de los hombres ancla de los informativos, basado durante décadas en una confianza ciega en su veracidad, hace aguas en medio de una lucha descarnada por una audiencia en declive que reclama historias cada vez más dramáticas. Todo ello agitado por el terremoto provocado, también en la televisión, por la revolución digital.
El espectáculo de grandes presentadores con chaleco y casco en zonas de guerra es habitual desde los tiempos de Walter Cronkite en Vietnam. Es una manera de añadir credibilidad a la estrella, simpatizar con los militares y alimentar al patriotismo de la audiencia de un país en guerra permanente. Williams mantuvo la tradición de su antecesor, Tom Brokaw, autor de un panegírico sobre los soldados estadounidenses en la Segunda Guerra Mundial. El problema llegó cuando las hazañas bélicas se convirtieron en el ariete para ganar audiencia y los reporteros tenían que corresponder con historias cada vez más calientes y sabrosas.
Williams está en un callejón sin salida. Su continuidad al frente del principal telenoticias de EE UU está condenada tanto si mintió durante años al narrar con detalles un ataque que nunca se produjo contra el helicóptero en el que sobrevolaba el desierto de Irak como si cometió un “terrible error”, como defendió ante sus televidentes, e incurrió en lo que los neurólogos denominan falsos recuerdos.
La asunción como una experiencia propia de hechos impactantes conocidos a través de los medios de comunicación es muy frecuente. Hillary Clinton, durante la campaña para la nominación presidencial de 2008, narró cómo doce años antes, siendo primera dama, tuvo que correr junto a su hija en Bosnia para escapar del fuego de los francotiradores serbios, algo que nunca sucedió. En España, como recordó Javier Cercas en su libro Anatomía de un instante, muchos españoles todavía hoy creen haber visto en directo por televisión el asalto del golpista Antonio Tejero al Congreso el 23-F, cuando en realidad esas imágenes se emitieron mucho después.
La forma en que Williams ha ido contando su incidente podría avalar esta idea, ya que en su primer relato del mismo, en 2003, informó de que el helicóptero atacado era uno que le precedía. Ha sido con el paso de los años, con una traca final la semana pasada en la retransmisión de un homenaje a un veterano de Irak, cuando el periodista se incluyó entre la tripulación del aparato atacado. Ese testimonio indignó una vez más a los militares, que esta vez sí decidieron salir al paso del bulo para denunciarlo.
El problema para Williams es que esta patología de la mente es incompatible con un presentador con 9,3 millones de televidentes cada noche y un contrato de 10 millones de dólares renovado por otros cinco años el pasado mes de diciembre. Las críticas hacia el periodista han alcanzado ya a la dirección de la NBC por su actitud pasiva durante los once años que ha durado el bulo. Veteranos, comentaristas y ciudadanos indignados han pedido de forma masiva su destitución en los medios tradicionales y en las redes sociales. El propio Brokaw, anchorman de la cadena antes que Williams, dejó caer un lacónico comentario cuando fue interrogado por el futuro de su sucesor: “Depende de Brian y de los ejecutivos de NBC News."
La investigación interna anunciada por la cadena no calmará las aguas. Al contrario, las encrespará aún más. Las pesquisas abordarán no sólo el incidente de Irak, sino también las crónicas y relatos que Williams hizo durante y después de su cobertura del huracán Katrina en 2005. Williams aseguró que vio cadáveres flotando en el barrió francés de Nueva Orleans, que contrajo disentería por beber agua contaminada y que fue testigo de saqueos, enfrentamientos armados e incluso suicidios. Todos esos relatos están ahora en cuarentena. Ni hubo inundaciones en el barrio francés, ni casos de disentería, ni tanta violencia como se contó, afirman testigos del desastre en los foros de Internet.
No hay piedad para el caído. Si EE UU adora a sus héroes, no hay país más cruel con los que se revelan unos farsantes. Las redes ponen en duda incluso que hubiera salvado cachorros cuando era bombero voluntario, como declaró a la revista Esquire. La portada del rotativo The New York Post le presentó con una enorme nariz de Pinocho y los humoristas le destrozan en sus monólogos. Un sondeo de la revista Variety entre mil lectores que presenciaron las disculpas del periodista arroja un resultado demoledor: el 80% opina que debe dejar su puesto.
La respetada publicación militar Star and Stripes se pregunta en su primera página si las explicaciones dadas por Williams sobre el incidente de Irak son suficientes o si debe dimitir. “¿Es suficiente?”, rezaba su principal titular. Enlodarse con cuestiones relativas a la milicia en una sociedad de exacerbado patriotismo que recibe cadáveres envueltos en la bandera desde cualquier rincón del mundo desde hace décadas es la mejor manera de acabar defenestrado.
Todo suma contra Williams, incluso la anteriormente celebrada vis cómica con la que acudía a los shows televisivos nocturnos o el hecho de que su hija Allison triunfe en la serie de televisión Girls. Cualquier cosa vale para enviar a Williams al panteón de caídos del periodismo que ocupan otras viejas glorias como Dan Rather, que dimitió en 2005 de la CBS por un reportaje adulterado sobre los servicios prestados por George W. Bush en la Guardia Nacional.
Desde su disculpa del miércoles, Williams no había vuelto a abordar el asunto hasta este sábado, cuando ha anunciado su retiro temporal. Pese a que su futuro es, de momento, una incógnita, son pocos los que creen que sobrevivirá. Entre ellos destaca Andy Lewis, comentarista de Fox News. “Brian Williams saldrá de esta”, escribió en su cuenta de Twitter. “Si sobrevivió a un ataque con granadas podrá resistir esto”.
“El periodista más fiable de nuestro tiempo”
V. J.
Sustituir “al periodista más fiable de nuestro tiempo”, tal y como le definió Deborah Turness, presidenta de NBC News, no sería una cuestión sencilla. La compañía ha invertido estos años millones de dólares en la imagen de Brian Williams, con campañas centradas en el que era su gran activo: la confianza que despertaba entre los ciudadanos.
Antes de su confesión del pasado miércoles, el periodista era una de las personas más creíbles. El índice de celebridades The Marketing Arm le situó en el puesto 23º de su clasificación de personas más confiables, junto a Denzel Washington o Warren E. Buffet. Entre los grandes consumidores (entre 25 y 50 años), universo fundamental para la rentabilidad publicitaria de las cadenas de televisión, Williams tenía la confianza del 75%. El desastre para la NBC es que el periodista no es un cualquiera, sino uno de los mascarones de proa de la cadena junto a Jimmy Fallon, Matt Lauer y Bob Costas.
El bulo de Williams estalla en un momento de máxima competencia por la franja nocturna de la información. El periodista reúne a 9,3 millones de televidentes de media cada noche, frente a los 8,7 de la ABC y los 7,3 de la CBS, según Nielsen. Su destitución o dimisión sería un nuevo golpe para Turness. Desde su incorporación en 2013, ha tenido que retirar a David Gregory como presentador del programa Meet the press por sus bajos niveles de audiencia (Gregory llevaba 20 años en la cadena). También tuvo que afrontar el despido de Jamie Horowitz al frente del programa Today apenas dos meses después de haberlo contratado.
Por si esto fuera poco, el escándalo llega después de varios fiascos cometidos por profesionales de la cadena. Este mes, el corresponsal Bill Neely informó de que los sospechosos de los asesinatos de la revista francesa Charlie Hebdo estaban muertos o detenidos, lo que se demostró falso. Hace una semana, la NBC informó de que el sargento Bowe Bergdahl, cautivo en Afganistán durante cinco años, iba a ser acusado de deserción. Nunca sucedió nada semejante.