La resistencia de Grecia impide la escalada de sanciones a Rusia

La UE amplía las medidas en vigor, pero muestra fisuras para otra oleada

Claudi Pérez
Bruselas, El País
Grecia y el efecto Tsipras se colaron en las sanciones europeas a Rusia para amagar y no dar. Los ministros de Exteriores de la Unión acordaron ayer en Bruselas una prórroga de las medidas contra Moscú por la escalada de violencia en Ucrania, aunque la resistencia de Atenas —y de otras delegaciones, que prefirieron un perfil más bajo— hace difícil pensar en una ronda adicional de medidas económicas y financieras. A pesar de las disensiones, cristalizadas en la amenaza de veto heleno, Europa logró mantener la unidad y envió una señal inequívoca a Vladímir Putin: si el conflicto se recrudece, Rusia se expone a una nueva oleada de sanciones financieras, que podrían herir de gravedad la ya muy magullada economía rusa, abocada a una profunda recesión en 2015 por la imbatible combinación que forman las duras sanciones europeas y estadounidenses y el desplome de los precios del petróleo.


El posible veto de Grecia se quedó al final en una nota a pie de página: Alemania sigue llevando la voz cantante en Europa, y pese al grupo de países que piden más mano izquierda —y a un segundo bloque más belicoso que, por contra, reclama medidas más drásticas— impuso su ley tras una reunión de urgencia entre su ministro de Exteriores, Frank-Walter Steinmeier, y su homólogo griego, Nikos Kotzias.

Poco se sabe de esa reunión de apenas 20 minutos, más allá de que desatascó el bloqueo y facilitó el resultado final. Atenas consiguió suavizar levemente el lenguaje del comunicado conjunto, pero poco más. El acuerdo es concluyente. Y cumple exactamente con el guión previsto, a pesar del inevitable rifirrafe entre los Veintiocho, que mantienen diversos grados de dureza con Moscú en función de sus intereses particulares, pero que, al menos en ese asunto, se han mantenido unidos desde el principio.

La mayor dureza europea se expresa en un documento de conclusiones que fija tres líneas maestras. Una: la UE prorroga hasta septiembre las sanciones, pese a que no tenía que decidirlo hasta mediados de marzo. Dos: en apenas unos días, ampliará la lista negra de personas y entidades sancionadas. Y tres, lo fundamental: si la cosa empeora —y a la espera de señales en EE UU, partidario de más severidad—, Europa amenaza con una ronda de castigo. La Comisión preparará en los próximos días esas medidas, que, en todo caso no se decidirán al menos hasta la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno del próximo 12 de febrero.

El ministro heleno consiguió suavizar el lenguaje del comunicado

La UE se enfrenta a una guerra en las afueras, a una crisis económica que la corroe por dentro y a una fractura que, por todo ello, separa al Norte del Sur en lo económico y, a grandes rasgos, al Este y al Oeste en lo geopolítico.

Los países más cercanos a Ucrania y Rusia (más Reino Unido) pedían, en general, una retórica mucho más beligerante con Putin, empeñado en desempolvar la Gran Rusia a pesar de los pesares. Y un segundo bloque más variopinto, en el que figuran Grecia y Bulgaria, Italia y España, Francia y otros países, reclaman lo contrario con el argumento de que las sanciones están haciendo mella en el PIB ruso —y de paso en el europeo—, pero son un fiasco desde el punto de vista de su objetivo declarado: conseguir que Moscú recapacite y busque una salida negociada. En medio de esas dos fuerzas, la jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini, convocó un consejo extraordinario por los últimos acontecimientos en el este de Ucrania y protagonizó un ejercicio de funambulismo: rebajó la retórica del comunicado oficial —victoria pírrica, o simbólica, de Grecia— y mantuvo lo esencial: la ampliación de sanciones y la amenaza inequívoca de subir un peldaño más el nivel de castigo si la situación se agrava.

“Hubo consenso tras una profunda discusión y habrá medidas adecuadas si la situación no mejora o si empeora”, concedió Mogherini. La italiana midió mucho su discurso, así como el lenguaje del documento de conclusiones: el órdago griego obligó a cambiar la redacción para desesperación británica. Donde en versiones anteriores decía “medidas restrictivas” figura finalmente “medidas adecuadas”; en realidad eso es exactamente lo mismo. Fuentes diplomáticas ni siquiera descartan excluir a Rusia del sistema internacional de pagos interbancarios (conocido como SWIFT), extremo que los analistas descartan si no hay un recrudecimiento de las operaciones en Ucrania.

Grecia dejó su sello simbólico. Atenas se ha reunido ya con Moscú y ha dejado claro que bloqueará cualquier paso adicional que suponga más dureza. Esa postura levanta ampollas en Londres, que amagó también con bloquear pues no quería rebajar el contenido del texto. Y tampoco gusta en parte de la política alemana: Norbert Roettgen, presidente del comité de política exterior del Parlamento germano, alertó de que la jugada helena está relacionada con la negociación de su rescate: “Cualquier intento de conectar esos dos campos [las condiciones del programa griego y las sanciones a Rusia] debe paralizarse antes incluso de que empiece”.

El ministro griego Kotzias lamentó las especulaciones acerca de la relación de su país con Rusia, según informa Natalia de Miquel. “No vamos a ser los chicos malos de la UE por discrepar: hay que discutir los próximos pasos”, apuntó. El siguiente llegará en la cumbre de febrero, con una cara nueva en Bruselas: la de Alexis Tsipras.

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