Adiós a cuatro gigantes del dibujo
El ataque a la revista satírica 'Charlie Hebdo' acaba con la vida de consolidados creadores
Cuatro de los 12 asesinados en el ataque al semanario Charlie Hebdo son celebridades del cómic y la ilustración en Francia.
Charb. El director que previó el atentado de su revista.
“No tengo hijos, ni esposa, ni coche, ni crédito. Esto puede sonar un poco pomposo, pero lo cierto es que prefiero morir de pie que vivir de rodillas”. Esta es la rotunda afirmación que Stéphane Charbonnier, Charb, el director de Charlie Hebdo, hizo en septiembre de 2012 al rotativo Le Monde. Charb, fallecido en el atentado de este miércoles, estaba amenazado de muerte y, de hecho, vivía desde hace tres años con escolta. Nacido en 1967, tomó las riendas del semanario satírico hace cinco años. El suyo era un humor ácido e irreverente y, en ocasiones, tristemente premonitorio, como esa caricatura publicada en el último número en el que un yihadista pedía esperar hasta el final de este mes para saber si habría atentados en Francia.
Se dio a conocer con Maurice y Patagon, un perro y un gato anticapitalistas. En Charlie Hebdo disponía de una sección fija titulada “A Charb no le gusta la gente” y en otra publicación, Fluide glacial, colaboraba con una sección mensual llamada “La fatua [edicto] del ayatolá Charb”. Criticar al islamismo radical era en los últimos años una constante en su trabajo. Charb, que solía representar a sus personajes con rasgos rudos, amarillos y los ojos saltones, creía en la necesidad imperiosa de burlarse de la religión musulmana. “Hay que continuar hasta que el islam esté tan banalizado como el catolicismo”, declaraba en esa misma entrevista al vespertino Le Monde.
Charb, de aspecto casi adolescente y con una veintena de álbumes publicados, era un veterano militante de izquierdas. Primero perteneció al Partido Comunista y después apoyó al Frente de Izquierdas en las elecciones europeas de 2009. Fue uno de los que participó activamente en el relanzamiento de Charlie Hebdo en 1992, tras nueve años cerrado por falta de medios.
Sobre las críticas que recibían sus provocadoras caricaturas, se defendía con firmeza: “No siento que pueda matar a alguien con una pluma. Cuando los activistas necesitan un pretexto siempre lo encuentran”.
Cabut, que firmaba como Cabu, trabajaba en Charlie Hebdo casi desde el principio, en 1970. Previamente, publicaba sus viñetas en otras revistas; entre ellas, Hara-Kiri, origen de Charlie Hebdo, y en Le canard enchainé, donde era uno de sus fetiches. “Ocasionalmente, hay que traerlo a la pista”, le dijo a Le Figaro en 2006 Michel Gaillard, entonces editor del periódico satírico.
Su obra se encuentra en varios libros y en portadas de discos, pues le apasionaba el jazz. El Ayuntamiento de París y la librería de Goscinny le dedicaron en los últimos años sendas exposiciones. Uno de sus hijos murió de sida hace cuatro años.
Nacido en Túnez de madre franco-italiana y padre judío polaco, empezó a hacer viñetas a raíz de los acontecimientos de mayo de 1968 para revistas como Action y, más adelante, para Hara-kiri, el precedente de Charlie Hebdo. Posteriormente trabajó para L’Humanité, Journal du Dimanche, Nouvel Observateur y Paris Match —revista para la que todavía trabajaba—.
Al poco de fundar Charlie Hebdo, entonces mensual, se convirtió en redactor jefe de la revista, cargo que ocupó hasta 1981, cuando la publicación se cerró por problemas financieros —reapareció en 1992—. Estaba considerado como un “izquierdista libertario” y fue criticado por aceptar la Legión de Honor de manos del presidente Jacques Chirac. Escribió para el teatro y el cine. Elogió “el talento y la lucha por la justicia que llevan a cabo los humoristas de los países donde la libertad está amenazada”. Según Le Figaro, un día le pidió a su esposa que tras su muerte tirara sus cenizas al retrete. “Así veré tu culo todos los días”, le dijo.
Bernard Verlhac, que firmaba como Tignous, estaba considerado como uno de los pilares de Charlie Hebdo. Tenía 57 años y, según el diario Le Figaro, sus colaboradores le consideraban un hombre tierno de aspecto duro. Colaboraba en otras publicaciones francesas como Marianne, Fluide glacial, L’Express o L’Humanité. Su carrera fue tardía: debutó como caricaturista y dibujante de prensa a los 52 años.
Cuatro de los 12 asesinados en el ataque al semanario Charlie Hebdo son celebridades del cómic y la ilustración en Francia.
Charb. El director que previó el atentado de su revista.
“No tengo hijos, ni esposa, ni coche, ni crédito. Esto puede sonar un poco pomposo, pero lo cierto es que prefiero morir de pie que vivir de rodillas”. Esta es la rotunda afirmación que Stéphane Charbonnier, Charb, el director de Charlie Hebdo, hizo en septiembre de 2012 al rotativo Le Monde. Charb, fallecido en el atentado de este miércoles, estaba amenazado de muerte y, de hecho, vivía desde hace tres años con escolta. Nacido en 1967, tomó las riendas del semanario satírico hace cinco años. El suyo era un humor ácido e irreverente y, en ocasiones, tristemente premonitorio, como esa caricatura publicada en el último número en el que un yihadista pedía esperar hasta el final de este mes para saber si habría atentados en Francia.
Se dio a conocer con Maurice y Patagon, un perro y un gato anticapitalistas. En Charlie Hebdo disponía de una sección fija titulada “A Charb no le gusta la gente” y en otra publicación, Fluide glacial, colaboraba con una sección mensual llamada “La fatua [edicto] del ayatolá Charb”. Criticar al islamismo radical era en los últimos años una constante en su trabajo. Charb, que solía representar a sus personajes con rasgos rudos, amarillos y los ojos saltones, creía en la necesidad imperiosa de burlarse de la religión musulmana. “Hay que continuar hasta que el islam esté tan banalizado como el catolicismo”, declaraba en esa misma entrevista al vespertino Le Monde.
Charb, de aspecto casi adolescente y con una veintena de álbumes publicados, era un veterano militante de izquierdas. Primero perteneció al Partido Comunista y después apoyó al Frente de Izquierdas en las elecciones europeas de 2009. Fue uno de los que participó activamente en el relanzamiento de Charlie Hebdo en 1992, tras nueve años cerrado por falta de medios.
Sobre las críticas que recibían sus provocadoras caricaturas, se defendía con firmeza: “No siento que pueda matar a alguien con una pluma. Cuando los activistas necesitan un pretexto siempre lo encuentran”.
Cabu. El dibujante que trazó al profeta.
Jean Cabut, Cabu, estaba a punto de cumplir, el 13 de enero, 77 años. Este gigante de la caricatura fue el autor del dibujo de Mahoma que apareció en la portada de Charlie Hebdo en 2006, en respuesta solidaria al escándalo por la publicación en un periódico danés, Jyllands-Posten, de una caricatura del profeta. Publicó sus primeros dibujos a los 16 años y se convirtió en una celebridad en los años 60 del pasado siglo cuando creó Le Grand Duduche, “un héroe naíf y utópico”, en palabras del rotativo francés Le Monde, que destaca su increíble facilidad para la caricatura. También ideó Mon Boeauf, un antihéroe grosero y machista.Cabut, que firmaba como Cabu, trabajaba en Charlie Hebdo casi desde el principio, en 1970. Previamente, publicaba sus viñetas en otras revistas; entre ellas, Hara-Kiri, origen de Charlie Hebdo, y en Le canard enchainé, donde era uno de sus fetiches. “Ocasionalmente, hay que traerlo a la pista”, le dijo a Le Figaro en 2006 Michel Gaillard, entonces editor del periódico satírico.
Su obra se encuentra en varios libros y en portadas de discos, pues le apasionaba el jazz. El Ayuntamiento de París y la librería de Goscinny le dedicaron en los últimos años sendas exposiciones. Uno de sus hijos murió de sida hace cuatro años.
Wolinski. Un veterano maestro y un provocador nato.
“Soy un idiota, pero cuando veo lo que la gente inteligente hace en el mundo…”. Esta era una de las frases favoritas de Georges Wolinski, uno de los fundadores de Charlie Hebdo. Wolinski tenía 80 años y estaba considerado como “erotómano reivindicado, provocador nato, pesimista patente y cínico asumido”, según el diario Le Monde.Nacido en Túnez de madre franco-italiana y padre judío polaco, empezó a hacer viñetas a raíz de los acontecimientos de mayo de 1968 para revistas como Action y, más adelante, para Hara-kiri, el precedente de Charlie Hebdo. Posteriormente trabajó para L’Humanité, Journal du Dimanche, Nouvel Observateur y Paris Match —revista para la que todavía trabajaba—.
Al poco de fundar Charlie Hebdo, entonces mensual, se convirtió en redactor jefe de la revista, cargo que ocupó hasta 1981, cuando la publicación se cerró por problemas financieros —reapareció en 1992—. Estaba considerado como un “izquierdista libertario” y fue criticado por aceptar la Legión de Honor de manos del presidente Jacques Chirac. Escribió para el teatro y el cine. Elogió “el talento y la lucha por la justicia que llevan a cabo los humoristas de los países donde la libertad está amenazada”. Según Le Figaro, un día le pidió a su esposa que tras su muerte tirara sus cenizas al retrete. “Así veré tu culo todos los días”, le dijo.