La iniciativa de Obama para normalizar relaciones con Cuba: ¿por qué ahora?
Washington, BBC
Con su audaz aproximación a Cuba, Barack Obama puede pasar a la historia como el presidente que empezó el desmontaje de la última reliquia de la Guerra Fría en Occidente y como el primero que se atrevió a ser pragmático en las usualmente hostiles relaciones con Cuba.El razonamiento presentado por Obama este miércoles desde la Casa Blanca es que no tiene sentido seguir una política que por más de cinco décadas no ha logrado el objetivo de imponer cambios políticos y económicos en Cuba, un argumento que desde hace tiempo vienen haciendo muchos dentro y fuera de Estados Unidos.
Pero mientras la clase política tradicionalmente vinculada al exilio cubano -la vieja del senador Bob Menéndez de Nueva Jersey y la más nueva de sus colegas de Florida, Marco Rubio y de Texas, Ted Cruz – sigue negada a cualquier cambio que "recompense" al gobierno de los Castro, otros sectores de la sociedad estadounidense han ido cambiando de opinión.
Desde los empresarios y agricultores hasta las nuevas generaciones de cubano-estadounidenses en Florida, la meca del exilio, la idea de una estrategia distinta a la hora de vincularse con La Habana ha ido ganando terreno y promotores.
Varios factores dan forma al momento político del que se ha agarrado Obama para introducir cambios que podrían ser históricos no sólo para la relación bilateral entre Washington y La Habana, sino con el resto del hemisferio.
La posibilidad de que Gross muriera en una cárcel cubana habría colocado un obstáculo difícil de superar para la Casa Blanca, que desde hace más de un año autorizó contactos secretos a través de Canadá y el Vaticano, dos cancillerías con cierto ascendente sobre La Habana.
Washington se cuidó mucho de no hacer ver que la liberación de Gross se produjo a cambio de la de los tres espías condenados en EE.UU. y que La Habana proponía como moneda de cambio.
Los espías fueron liberados a cambio de un igual, un espía estadounidense encarcelado desde los años 90 cuyo nombre no ha sido difundido aún, y no de un civil, lo que habría exacerbado aún más las críticas de quienes cuestionan que se negociara con "terroristas", como definen al gobierno de los Castro.
Al final, Gross fue la cara de una movida diplomática, que explotó el diario The New York Times con una seguidilla de editoriales en los que proponía precisamente un cambio de enfoque en la relación bilateral.
Se trata de un cambio generacional, en la medida que los viejos exiliados van muriendo y sus hijos y nietos van perdiendo la pasión por sucesos ocurridos en los años sesenta que si bien definieron a sus familias, tienen cada vez menos que ver con sus realidades de ciudadanos estadounidenses.
La Cámara de Comercio de EE.UU. estima que se pierden al menos US$ 1.200 millones en negocios que no se pueden hacer con Cuba debido a las leyes del embargo y aunque para la economía estadounidense no es una cifra grande, representa una buena porción de la cubana.
Muchos de los que están perdiendo oportunidad de negocios son los productores agrícolas del medio oeste estadounidense.
Una idea de cómo el factor económico puede haber influenciado la decisión del golpe de timón por parte de Obama la da el que las acciones de las empresas de cruceros basadas en Florida hayan visto sus acciones subir en un promedio del 3% apenas se hizo el anuncio.
Cuba es la mayor de las Antillas y un país que para la industria turística ofrece un inmenso potencial de desarrollo, como muchas otras áreas de la economía cubana que se han atrofiado en más de medio siglo de economía planificada y centralizada.
Las medidas anunciadas por Obama en el relajamiento de controles, sobre todo el aumento de US$500 a US$2000 del monto en remesas que se pueden enviar a familiares en la isla, seguramente beneficiará muchas economías familiares y quitará presión en la nacional que sigue sin ser capaz de generar suficiente riqueza.
El contraste acá viene por el hecho de que, ientras las cosas se suavizan con Cuba, hace apenas dos semanas Washington impuso sanciones a un grupo de funcionarios venezolanos involucrados en supuestos abusos a los derechos humanos durante la represión de las protestas estudiantiles de principios de años.
Tras meses rechazando esa posibilidad, que se gestaba en el Congreso, la Casa Blanca aceptó que los legisladores sancionaran la ley que ahora espera la firma presidencial.
Y en el Congreso cualquier iniciativa para derogar o siguiera suavizar las leyes del embargo promete ser una dura y desgastante batalla política, donde los Rubio, Menéndez o Cruz, conformarán una pared impenetrable.
Pero en ese sentido, también el presidente Obama parece estar tomando el pulso de la realidad política con pragmatismo al reconocer que no espera un cambio de la sociedad cubana de la noche a la mañana. En parte porque sabe que la sociedad política estadounidense tampoco lo hará.
Con su audaz aproximación a Cuba, Barack Obama puede pasar a la historia como el presidente que empezó el desmontaje de la última reliquia de la Guerra Fría en Occidente y como el primero que se atrevió a ser pragmático en las usualmente hostiles relaciones con Cuba.El razonamiento presentado por Obama este miércoles desde la Casa Blanca es que no tiene sentido seguir una política que por más de cinco décadas no ha logrado el objetivo de imponer cambios políticos y económicos en Cuba, un argumento que desde hace tiempo vienen haciendo muchos dentro y fuera de Estados Unidos.
Pero mientras la clase política tradicionalmente vinculada al exilio cubano -la vieja del senador Bob Menéndez de Nueva Jersey y la más nueva de sus colegas de Florida, Marco Rubio y de Texas, Ted Cruz – sigue negada a cualquier cambio que "recompense" al gobierno de los Castro, otros sectores de la sociedad estadounidense han ido cambiando de opinión.
Desde los empresarios y agricultores hasta las nuevas generaciones de cubano-estadounidenses en Florida, la meca del exilio, la idea de una estrategia distinta a la hora de vincularse con La Habana ha ido ganando terreno y promotores.
Varios factores dan forma al momento político del que se ha agarrado Obama para introducir cambios que podrían ser históricos no sólo para la relación bilateral entre Washington y La Habana, sino con el resto del hemisferio.
El factor Gross
El deterioro de la salud de Alan Gross, el contratista estadounidense apresado y condenado en Cuba a 15 años de prisión por "delitos contra el Estado", puso urgencia a la vieja idea de Obama de introducir cambios en la política hacia la isla.La posibilidad de que Gross muriera en una cárcel cubana habría colocado un obstáculo difícil de superar para la Casa Blanca, que desde hace más de un año autorizó contactos secretos a través de Canadá y el Vaticano, dos cancillerías con cierto ascendente sobre La Habana.
Washington se cuidó mucho de no hacer ver que la liberación de Gross se produjo a cambio de la de los tres espías condenados en EE.UU. y que La Habana proponía como moneda de cambio.
Los espías fueron liberados a cambio de un igual, un espía estadounidense encarcelado desde los años 90 cuyo nombre no ha sido difundido aún, y no de un civil, lo que habría exacerbado aún más las críticas de quienes cuestionan que se negociara con "terroristas", como definen al gobierno de los Castro.
Al final, Gross fue la cara de una movida diplomática, que explotó el diario The New York Times con una seguidilla de editoriales en los que proponía precisamente un cambio de enfoque en la relación bilateral.
Las nuevas generaciones
Pese a las voces altisonantes de quienes critican que Obama "recompense" a los Castro, en la comunidad cubana radicada en Florida y Nueva Jersey, los dos principales centros del exilio, hay muchos que recibieron los anuncios con alivio y hasta con alegría.Los sondeos de opinión vienen demostrando que en los últimos años la mayoría de los cubanos estadounidenses se oponen a la política del embargo y esperan un cambio de dirección en la diplomacia.Se trata de un cambio generacional, en la medida que los viejos exiliados van muriendo y sus hijos y nietos van perdiendo la pasión por sucesos ocurridos en los años sesenta que si bien definieron a sus familias, tienen cada vez menos que ver con sus realidades de ciudadanos estadounidenses.
El factor negocios
Más calladamente, grupos económicos han estado haciendo presión en Washington para aflojar la política del embargo que considera que les impide hacer negocios en Cuba, los negocios que otros países y empresas están aprovechando.La Cámara de Comercio de EE.UU. estima que se pierden al menos US$ 1.200 millones en negocios que no se pueden hacer con Cuba debido a las leyes del embargo y aunque para la economía estadounidense no es una cifra grande, representa una buena porción de la cubana.
Muchos de los que están perdiendo oportunidad de negocios son los productores agrícolas del medio oeste estadounidense.
Una idea de cómo el factor económico puede haber influenciado la decisión del golpe de timón por parte de Obama la da el que las acciones de las empresas de cruceros basadas en Florida hayan visto sus acciones subir en un promedio del 3% apenas se hizo el anuncio.
Cuba es la mayor de las Antillas y un país que para la industria turística ofrece un inmenso potencial de desarrollo, como muchas otras áreas de la economía cubana que se han atrofiado en más de medio siglo de economía planificada y centralizada.
El factor Venezuela
Del lado cubano, algunos consideran que la situación de deterioro económico que enfrenta Venezuela, que en los últimos quince años ha sido el sostén más importante de la economía cubana, también puso urgencia a los contactos.La caída de los precios del petróleo pone al gobierno del presidente Nicolás Maduro y la llamada Revolución Bolivariana en aprietos internos y, sobre todo sin excedentes en un previsible corto plazo que destinar a los socios cubanos.Las medidas anunciadas por Obama en el relajamiento de controles, sobre todo el aumento de US$500 a US$2000 del monto en remesas que se pueden enviar a familiares en la isla, seguramente beneficiará muchas economías familiares y quitará presión en la nacional que sigue sin ser capaz de generar suficiente riqueza.
El contraste acá viene por el hecho de que, ientras las cosas se suavizan con Cuba, hace apenas dos semanas Washington impuso sanciones a un grupo de funcionarios venezolanos involucrados en supuestos abusos a los derechos humanos durante la represión de las protestas estudiantiles de principios de años.
Tras meses rechazando esa posibilidad, que se gestaba en el Congreso, la Casa Blanca aceptó que los legisladores sancionaran la ley que ahora espera la firma presidencial.
Embargo continuado
Sin embargo, las buenas intenciones de ambos gobiernos también deben enfrentarse con la realidad política, particularmente en Washington, donde hay poderosos factores que ya han anunciado que se opondrán a la nueva política.Primero, hay que recordar que el presidente Obama no podrá eliminar la pieza principal de toda la estrategia hacia Cuba: el embargo o bloqueo, como lo llaman en La Habana, que se rige por una ley sancionada por el Congreso.Y en el Congreso cualquier iniciativa para derogar o siguiera suavizar las leyes del embargo promete ser una dura y desgastante batalla política, donde los Rubio, Menéndez o Cruz, conformarán una pared impenetrable.
Pero en ese sentido, también el presidente Obama parece estar tomando el pulso de la realidad política con pragmatismo al reconocer que no espera un cambio de la sociedad cubana de la noche a la mañana. En parte porque sabe que la sociedad política estadounidense tampoco lo hará.