Erdogan redobla el acoso a los disidentes turcos

La justicia se dispone a pedir a EEUU la extradición del líder islámico Gülen

J. C. Sanz (enviado especial)
Estambul, El País
En su incesante camino hacia el poder absoluto en Turquía, el islamista Recep Tayyip Erdogan cruzó este viernes una nueva línea roja para redoblar el acoso a sus rivales políticos. La fiscalía de Estambul pidió la extradición del clérigo musulmán Fetulá Gülen, autoexiliado en EE UU y líder del poderoso movimiento Hizmet (Servicio, en turco), que tiene decenas de miles de seguidores en Turquía y otros países. Gülen controla medios de comunicación y centros de enseñanza superior en una organización equivalente a un Opus Dei islámico y contribuyó decisivamente al ascenso de Erdogan al poder, como primer ministro a partir de 2003 y como presidente de la República desde el pasado agosto, pero acabó rechazando la deriva autoritaria de su antiguo aliado.


A pesar de los cargos que se presentan en su contra —"encabezar un grupo criminal" e "integrar una trama golpista"—, Gülen, de 73 años y afincado desde hace 15 años en una fundación religiosa que tiene su sede en el Estado de Pensilvania, difícilmente será entregado a Turquía por EE UU. Su organización ha ejercido como mediadora entre los Gobiernos de Ankara y Washington cuando la tirantez de sus relaciones amenazaba con dispararse.

El anuncio de la solicitud de extradición de Gülen se produce poco después de la liberación, tras cinco días de detención, de Ekrem Dumanli, director de Zaman, uno de los diarios de mayor circulación de Turquía (más de 900.000 copias de media diaria) y uno de los medios más críticos con la gestión del Gobierno de Erdogan. El arresto del responsable de Zaman, buque insignia de la Armada mediática del movimiento Hizmet, ya fue condenado por la jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini. Dumanli aseguró este viernes que su interrogatorio había sido como un "montaje de Hollywood" ante cientos de periodistas que clamaban por "la defensa de la prensa libre en Turquía".

El presidente de la cadena de televisión Samanyolu, Hidayet Karaca, también próximo a Gülen, sigue sin embargo detenido por "conspiración terrorista" tras la redada policial del pasado domingo contra una treintena de periodistas, directivos de medios y exjefes policiales vinculados a la cofradía islámica gülenista.

La paulatina infiltración de seguidores del Gülen —un clérigo que predica desde los años setenta del siglo pasado una visión moderada del islam y que defiende la colaboración entre religiones— en la judicatura y los cuerpos policiales fue clave para el desmantelamiento de la estructura de poder tejida por las Fuerzas Armadas en Turquía tras cuatro golpes de Estado entre 1960 y 1997.


Esta misma hermandad judicial y policial gülenista intentó hace un año acabar con las redes de corrupción instaladas en el Gobierno de Erdogan después de más de una década en el poder. Pero a pesar de la dimisión de cerca de la mitad de los ministros del Gabinete y de la implicación de familiares del entonces primer ministro, centenares de mandos, agentes, fiscales y magistrados fueron finalmente purgados y apartados de sus cargos en una operación de caza de brujas sin precedentes en Turquía desde el golpe de Estado militar de 1980. El gubernamental Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) recuperó el respaldo popular en las elecciones municipales de marzo, también en las presidenciales de agosto; arrasó con más del 50% de los sufragios en ambos comicios.

Como subrayan analistas políticos turcos, Erdogan ya solo cuenta desde entonces los días que faltan para las próximas elecciones legislativas, previstas para julio de 2015. Si, como pretende, el AKP logra una mayoría cualificada de dos terios de los escaños, podrá modificar la Constitución para erigirse en jefe de Estado con plenos poderes ejecutivos (en teoría, ahora solo tiene una misión moderadora y ceremonial).

En su camino hacia la concentración de poder no ha dudado en endurecer la legislación que reprime las manifestaciones, con el fin de evitar estallidos como los del verano de 2013 en el parque de Gezi de Estambul, o acosar ante la justicia a antiguos aliados como el clérigo Gülen, cuyo prestigio sigue siendo enorme entre las élites políticas y económicas, que junto a Erdogan contribuyó a encumbrar a un islamismo turco que, al menos hace una década, pretendía ser de nuevo cuño para un país miembro de la OTAN y candidato a integrarse en la UE y que aspiraba a ser modelo para el resto del mundo musulmán.

Freno a los rivales

Hizmet. El poderoso movimiento del clérigo musulmán Fetulá Gülen, antiguo aliado de Erdogan, predica desde hace cuatro décadas una visión moderada del islam y defiende la colaboración entre religiones.

Detenciones. Las autoridades arrestaron hace unos días a varios exjefes policiales y a una treintena de periodistas y directivos de medios vinculados a Himzet. Desde el director del diario Zaman, Ekrem Dumanli (ya este viernes), a Hidayet Karaca, responsable de la cadena de televisión Samanyolu.

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