“El sistema está roto. Esta justicia es una parodia”

El 'caso Garner' echa por tierra el éxito de las políticas policiales conciliadoras con las minorías aplicadas en Nueva York

Vicente Jiménez / Sandro Pozzi
Nueva York, El País
En la sede de Harlem de la National Action Network, una de las principales organizaciones de defensa de los derechos de la comunidad afroamericana de Nueva York, el tiempo, desgraciadamente, parece haber retrocedido a los años 60, en plena lucha por los derechos civiles. Los teléfonos echan humo, los voluntarios se afanan por organizar la gran marcha sobre Washington del próximo día 13 y su líder, el polémico reverendo Al Sharpton, arenga a los presentes rodeado de los representantes de 25 organizaciones comunitarias. "2015 va a ser el año de la lucha por la justicia", proclama.


Como si de una pesadilla eterna se tratara, la supuestamente liberal Nueva York, sus autoridades y ciudadanos, tratan este jueves de asimilar, 24 horas después de la decisión absolutoria de un gran jurado sobre la muerte a manos de la policía del afroamericano Eric Garner, que la segregación racial, la desigualdad ante la ley, viejos fantasmas de la historia de Estados Unidos, siguen ahí.

"Vamos a despertar la causa de la justicia", afirma Marc Morial, de la National Urban League, entre los asentimientos de los presentes en el local de Harlem. El líder afroamericano llama a la acción para una reforma de la justicia en 2015: "Lo que hemos visto con Brown y Garner es una parodia de justicia. El sistema esta roto. No podemos limitarnos a quedarnos sentados".

La decisión de 23 hombres y mujeres buenos de Staten Island tiene, además, un efecto colateral desastroso para la convivencia racial en este país. El fallo ha borrado del mapa un éxito incuestionable en un capítulo que impacta en esa necesidad planteada por el presidente Barack Obama de reconciliar a la ciudadanía con las fuerzas de seguridad que deben protegerla: la reducción de la criminalidad en Nueva York lograda por el alcalde demócrata Bill de Blasio con una política amable con las minorías negra y latina.

De Blasio prometió una ciudad más segura, más justa y más unida. En lo primero ha cumplido. El pasado martes, 24 horas antes del desastre del caso Garner, el alcalde y su jefe de policía, William Bratton, presentaron un balance excelente de la labor policial en 2014 que cerró la boca a quienes añoran la época de mano dura de Rudolph Giuliani y Michael Bloomberg como la más segura en la historia de Nueva York.

A finales de noviembre, la tasa de criminalidad general había descendido en la ciudad el 4,4% en paralelo a una reducción de las detenciones del 79%; los homicidios han caído de la cifra récord de 335 en 2013 a los 290 registrados en los primeros once meses de 2014; los robos se han frenado el 14,4%, y las violaciones, el 2,9%. El periodo entre agosto y noviembre ha sido el más seguro desde que en 1993 se implantaron los modelos estadísticos actuales. Además, los arrestos"innecesarios" de gente en posesión de cannabis para su consumo han descendido un 61,2% desde que hace menos de un mes entró en vigor la nueva ordenanza.

La principal virtud de los datos es que se han logrado tras poner fin al stop-and-frisk (parar y registrar a un individuo simplemente por parecer sospechoso a ojos de la policía). Los cientos de miles de detenciones anuales por delitos de escasa consideración habían castigado durante años a las minorías latina y afroamericana, el 30% de la población del Estado. "En 2010 o 2011 teníamos unas 700.000 detenciones al año. Ahora son solo unas 50.000 por pequeños delitos", corroboró el jefe de policía Bratton.

Para Melanie Campbell, presidenta de la Black Women Roundtable, la indignación de la gente es "un movimiento que no desaparecerá hasta que se haga justicia". Hazel Dukes, de la National Association for the Advancement of Colored People, cree que no es un asunto solo de Nueva York o Ferguson: "Es toda la nación. Hay mucha gente buena que quiere que se escuche su voz". Ramón Rivera, presidente de la Coalición Nacional de Evangélicos, opina que "la indignación ha despertado una conciencia espontánea en toda la nación". Y añade: "A los jóvenes de mi congregación les tengo que decir que permanezcan callados cuando les detienen porque si defienden sus derechos eso les puede crear muchos más problemas y provocar un incidente muerte".

En las últimas 72 horas, el alcalde ha anunciado nuevos programas para mejorar las relación de la policía con sus protegidos. Se trata de una experiencia piloto para que los policías lleven una cámara en su equipo con la que grabarán sus actuaciones, un programa de adiestramiento de los agentes para resolver sin excesos determinadas situaciones como la acaecida con Garner y una inversión de 160 millones de dólares para reducir el número de enfermos mentales atrapados en el sistema penal y carcelario.

Todos estos avances, oro puro en el debate racial, han quedado ocultados por el fallo del gran jurado de Staten Island, que ha vuelto a poner en la picota la relación entra la policía y la minoría afroamericana. "El sistema judicial está roto y no tiene capacidad para lidiar con los abusos policiales", denuncia Sharpton. "Es el momento de que cristalice el malestar para cambiar el sistema, de recuperar el alma de las movilizaciones de los 60".

"Tenemos que afrontar el problema con toda nuestra fuerza para evitar nuevas tragedias", considera De Blasio. El regidor recurre a su propia familia, a su mujer, la afroamericana Chirlene McCray, y al hijo de ambos, Dalton, para explicar "esa dolorosa contradicción" que sufren muchos jóvenes afroamericanos: el miedo a la policía. "Mi mujer y yo lo hemos discutido muchas veces. ¿Estaba seguro Dante cuando salía por la noche? ¿Estaba seguro de quienes debían ser sus protectores? No estamos ante un problema de 2014, estamos frente a siglos de racismo. Así de profunda es esta crisis". El regidor sabe de que habla. Nueva York es el Estado con las escuelas más segregadas del país, según un estudio reciente de la Universidad de California-Los Ángeles.

Para el alcalde es fundamental que tanto el presidente Obama como el fiscal general Eric Holder hayan tomado cartas en el asunto. Y pone como ejemplo sus propias políticas en Nueva York. "La política de stop-and-frisk tenía que parar y ha terminado. Había demasiados jóvenes de color arrestados por la simple posesión de una pequeña cantidad de marihuana y esa política también ha cambiado. Todas esas reformas las hemos introducido con un solo objetivo: que la comunidad y la policía caminen juntos", declara. De Blasio concluye recordando a Martin Luther King: "Nos enseñó algo muy simple, que la injusticia en cualquier parte es una amenaza en todas partes".

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