Cómo reconocer una teoría de la conspiración
El País
Las teorías de la conspiración, también llamadas conspiranoias, son explicaciones poco probables acerca de eventos impactantes. Por ejemplo, la CIA asesinó a John Fitzgerald Kennedy, la llegada a la Luna fue un montaje filmado por Stanley Kubrick y muchas de las personas más influyentes del planeta son son en realidad reptilianos extraterrestres procedentes de la constelación Draco. Como Bill Clinton y Madonna. Cosa que creen 12 millones de estadounidenses.
Desde luego, ha habido conspiraciones reales. Por ejemplo Richard Nixon y su equipo conspiraron para ocultar el allanamiento de la sede del Partido Demócrata, que estaba en el complejo de oficinas Watergate, y el 11-S fue el resultado de una conspiración de al-Qaeda.
Es decir, no podemos descartar de entrada todas las teorías que se publican, pero sí debemos desconfiar de las que presentan rasgos como los que apunta Michael Shermer en The Believing Brain.
1. Es mejor no fiarse si los hechos se pueden explicar de forma más fácil por otros motivos o incluso por el azar. Por ejemplo, muchos sostienen que el objetivo del misil que abatió el vuelo de Malaysian Airlines sobre Ucrania en julio era asesinar a Glenn Thomas, que viajaba en el avión. Según los conspiranoicos, Thomas iba a desvelar los planes para usar el virus del ébola como arma biológica.
Al margen de otras muchas consideraciones sobre esta historia, quiero pensar que hay formas más fáciles de matar a alguien que abatir un avión con un misil. Es que ni siquiera parece un accidente.
2. Las teorías de la conspiración suelen mostrar planes perfectos que encajan a la perfección, con participantes coordinados como en una películas de robos de casinos, olvidando que la realidad es más confusa y que todos cometemos errores.
Es más, cuanto más compleja y amplia sea la conspiración propuesta, es más fácil que sea falsa, ya que si un plan depende de demasiados elementos es más probable que alguno falle y salga mal. Así, cuanta más gente participe, más fácil será que alguien se equivoque o, simplemente, se vaya de la lengua. Recordemos por ejemplo el Watergate y Garganta Profunda: basta con que hable uno.
3. De hecho, una de las características de los conspiranoicos es que son capaces de explicar los sucesos más confusos de la forma más simple. Aunque la cadena de engranajes sea kilométrica, todos encajan a la perfección y, además, al final siempre hay un agente responsable de todo el mal: una sociedad secreta, la CIA, el gobierno, las multinacionales o, por supuesto, los reptilianos.
Esta forma de pensar nos devuelve parte de la sensación de control que perdemos, por ejemplo, ante las catástrofes: es más fácil creer que todo pasa por algo y que hay gente muy poderosa en la sombra que simplemente pensar que a veces se cometen errores. Y esta es otra característica: no hay actos inocentes o neutros, todo son actos maquiavélicos que dependen de un gran plan.
4. Estas teorías se suelen presentar como ideas singulares, difíciles y secretas. Los demás no las entienden o no quieren entenderlas, porque ya están contentos con su "versión oficial" y sus chivos expiatorios.
5. Se parte de pequeños elementos que podrían ser ciertos para justificar eventos mayores. Ejemplo que pone el propio Shermer: los negacionistas del holocausto usan el hecho de que no haya agujeros en la cámara de gas de Birkenau para justificar la idea de que no murieron seis millones de judíos. Los agujeros existen, pero aunque no existieran, sólo demostrarían la forma de pensar de los conspiranoicos: un hecho aislado les sirve para negar todo un capítulo de la historia, obviando todo lo que hay entre ambos eventos.
Otro ejemplo: Paul McCartney está muerto porque si pones la canción Revolution 9 al revés suena algo parecido a "turn me on, dead man". Ah sí, y porque salía descalzo en la portada de Abbey Road. El hecho de que haya un señor vivo llamado Paul McCarney es secundario.
Y por eso es tan exasperante debatir con ellos: a un conspiranoico le basta con poner en duda un hecho para negar lo que ellos llaman "versión oficial". Ellos pueden limitarse a plantear interrogantes, pero los demás deben tener todas las respuestas a todas las preguntas que se les planteen.
Están entre nosotros.
6. Se mezclan hechos y especulaciones, sin distinguir y pretendiendo que el acusado demuestre su inocencia frente a estas especulaciones. Como por ejemplo, cuando se dijo que Barack Obama había nacido en Kenia. Se le exigió que mostrara su certificado de nacimiento, cosa que no hizo, pero que hubiera dado igual, porque también se adujo que sería falso, que había matado a su abuela para ocultar la verdad y que había sellado el acceso a la documentación real.
Mother Jones recoge casi cincuenta teorías de la conspiración sobre Obama, incluyendo que es el hijo de Malcolm X, que está casado con un pakistaní, que es musulmán, que es el anticristo y que de adolescente participó en un plan de la CIA para teletransportarse a Marte, donde coincidió con dos viajeros en el tiempo. Ah, y que es un reptiliano.
7. Se sospecha de toda agencia gubernamental, empresa o grupo que pueda estar relacionado con el hecho del que se habla. Se trata de "ellos", es decir, de los que de verdad gobiernan el mundo desde una pequeña sala en la que hay un enorme mapamundi. Ejemplo: cuando Luis del Pino escribió que el 11-M fue “un golpe de estado ideado, organizado y ejecutado desde lo más siniestro de las cloacas del estado”, con el objetivo de “conducir a un modelo confederal del estado”. Todo esto aportando pruebas como que no se conoce "la marca de la dinamita utilizada" (véase el punto 5).
8. Los defensores de las teorías de la conspiración no tienen en cuenta las pruebas que las niegan. Por ejemplo, la revista Skeptic publicó una refutación punto por punto de las teorías conspiracionistas sobre el 11-S. Cosa que no sirvió para que los conspiranoicos callaran. Algo parecido sucedió con las teorías de Luis del Pino y las refutaciones que se encuentran, también punto por punto y por ejemplo, en Desiertos Lejanos.
Hay que recordar que el sesgo de confirmación hace que sólo estemos atentos a los datos que apoyan estas causas y no a los que las niegan o los que sustentan otras.
9. Este último argumento parece reversible. Es decir, un conspiranoico convencido de que Obama es un reptiliano podría acusarme a mí de no hacer caso a sus pruebas. Es cierto. La teoría de los reptilianos no me convence. Estoy sesgado en contra de los reptilianos. Pero este empeño por hacerme creer en lagartos nos lleva a otra característica ligada a la anterior: las teorías de la conspiración nunca mueren, sólo se transforman.
Mi ejemplo favorito es el de Rachel North, cuya historia se puede leer en The Psycopath Test, de Jon Ronson. North estaba en uno de los vagones de metro de Londres que sufrieron los ataques terroristas del 7 de julio de 2005. A partir de esa misma noche ella comenzó a explicar su experiencia en su blog, hasta que dio con un grupo que usaba sus textos para intentar demostrar que no había habido bombas, sino una subida de tensión que había causado el accidente: el gobierno habría ocultado esta tragedia echando la culpa al terrorismo.
North se discutió con ellos en internet: ella había estado en ese tren. Sabía que se trataba de un atentado. No iba a permitir que tergiversaran sus textos.
Pero sólo consiguió que dijeran que ella no existía. ¿Por qué? Porque actualizaba demasiado su blog para ser una sola persona. “Pensaban que era un equipo con la tarea de crear el personaje de Rachel North y mantenerlo como una herramienta para lo que ellos llamaban ops-psi, operaciones psicológicas para controlar a la población británica”, según le explicó North a Ronson.
Es más, no logró que cambiaran de opinión ni cuando se plantó en una reunión que este grupo celebró en un pub. Vale, sí, Rachel North es una persona, eso ya lo vemos. Pero eso no significa que no haya cinco agentes del gobierno detrás tecleando los contenidos de su blog.
10. El autor de la teoría acaba su exposición con un párrafo en el que dice algo parecido a "quizás nunca lleguemos a saber la verdad".
En definitiva, es posible que los reptilianos nos gobiernen con ayuda del foro Bildelberg, responsables del asesinato del verdadero Paul McCartney. No lo sé. No tengo todos los datos. Y quizás nunca lleguemos a saber la verdad. Pero como esta teoría reúne muchos de los puntos anteriormente expuestos resulta más razonable fiarse de la versión oficial, que nos ofrece un mundo que controlamos menos y en el que todos somos bastante torpes. Es decir, un mundo más humano. Y quizás más aburrido, lo reconozco, dada la ausencia de planes perfectos, de extraterrestres y de funcionarios que hacen su trabajo extremadamente bien.
Las teorías de la conspiración, también llamadas conspiranoias, son explicaciones poco probables acerca de eventos impactantes. Por ejemplo, la CIA asesinó a John Fitzgerald Kennedy, la llegada a la Luna fue un montaje filmado por Stanley Kubrick y muchas de las personas más influyentes del planeta son son en realidad reptilianos extraterrestres procedentes de la constelación Draco. Como Bill Clinton y Madonna. Cosa que creen 12 millones de estadounidenses.
Desde luego, ha habido conspiraciones reales. Por ejemplo Richard Nixon y su equipo conspiraron para ocultar el allanamiento de la sede del Partido Demócrata, que estaba en el complejo de oficinas Watergate, y el 11-S fue el resultado de una conspiración de al-Qaeda.
Es decir, no podemos descartar de entrada todas las teorías que se publican, pero sí debemos desconfiar de las que presentan rasgos como los que apunta Michael Shermer en The Believing Brain.
1. Es mejor no fiarse si los hechos se pueden explicar de forma más fácil por otros motivos o incluso por el azar. Por ejemplo, muchos sostienen que el objetivo del misil que abatió el vuelo de Malaysian Airlines sobre Ucrania en julio era asesinar a Glenn Thomas, que viajaba en el avión. Según los conspiranoicos, Thomas iba a desvelar los planes para usar el virus del ébola como arma biológica.
Al margen de otras muchas consideraciones sobre esta historia, quiero pensar que hay formas más fáciles de matar a alguien que abatir un avión con un misil. Es que ni siquiera parece un accidente.
2. Las teorías de la conspiración suelen mostrar planes perfectos que encajan a la perfección, con participantes coordinados como en una películas de robos de casinos, olvidando que la realidad es más confusa y que todos cometemos errores.
Es más, cuanto más compleja y amplia sea la conspiración propuesta, es más fácil que sea falsa, ya que si un plan depende de demasiados elementos es más probable que alguno falle y salga mal. Así, cuanta más gente participe, más fácil será que alguien se equivoque o, simplemente, se vaya de la lengua. Recordemos por ejemplo el Watergate y Garganta Profunda: basta con que hable uno.
3. De hecho, una de las características de los conspiranoicos es que son capaces de explicar los sucesos más confusos de la forma más simple. Aunque la cadena de engranajes sea kilométrica, todos encajan a la perfección y, además, al final siempre hay un agente responsable de todo el mal: una sociedad secreta, la CIA, el gobierno, las multinacionales o, por supuesto, los reptilianos.
Esta forma de pensar nos devuelve parte de la sensación de control que perdemos, por ejemplo, ante las catástrofes: es más fácil creer que todo pasa por algo y que hay gente muy poderosa en la sombra que simplemente pensar que a veces se cometen errores. Y esta es otra característica: no hay actos inocentes o neutros, todo son actos maquiavélicos que dependen de un gran plan.
4. Estas teorías se suelen presentar como ideas singulares, difíciles y secretas. Los demás no las entienden o no quieren entenderlas, porque ya están contentos con su "versión oficial" y sus chivos expiatorios.
5. Se parte de pequeños elementos que podrían ser ciertos para justificar eventos mayores. Ejemplo que pone el propio Shermer: los negacionistas del holocausto usan el hecho de que no haya agujeros en la cámara de gas de Birkenau para justificar la idea de que no murieron seis millones de judíos. Los agujeros existen, pero aunque no existieran, sólo demostrarían la forma de pensar de los conspiranoicos: un hecho aislado les sirve para negar todo un capítulo de la historia, obviando todo lo que hay entre ambos eventos.
Otro ejemplo: Paul McCartney está muerto porque si pones la canción Revolution 9 al revés suena algo parecido a "turn me on, dead man". Ah sí, y porque salía descalzo en la portada de Abbey Road. El hecho de que haya un señor vivo llamado Paul McCarney es secundario.
Y por eso es tan exasperante debatir con ellos: a un conspiranoico le basta con poner en duda un hecho para negar lo que ellos llaman "versión oficial". Ellos pueden limitarse a plantear interrogantes, pero los demás deben tener todas las respuestas a todas las preguntas que se les planteen.
Están entre nosotros.
6. Se mezclan hechos y especulaciones, sin distinguir y pretendiendo que el acusado demuestre su inocencia frente a estas especulaciones. Como por ejemplo, cuando se dijo que Barack Obama había nacido en Kenia. Se le exigió que mostrara su certificado de nacimiento, cosa que no hizo, pero que hubiera dado igual, porque también se adujo que sería falso, que había matado a su abuela para ocultar la verdad y que había sellado el acceso a la documentación real.
Mother Jones recoge casi cincuenta teorías de la conspiración sobre Obama, incluyendo que es el hijo de Malcolm X, que está casado con un pakistaní, que es musulmán, que es el anticristo y que de adolescente participó en un plan de la CIA para teletransportarse a Marte, donde coincidió con dos viajeros en el tiempo. Ah, y que es un reptiliano.
7. Se sospecha de toda agencia gubernamental, empresa o grupo que pueda estar relacionado con el hecho del que se habla. Se trata de "ellos", es decir, de los que de verdad gobiernan el mundo desde una pequeña sala en la que hay un enorme mapamundi. Ejemplo: cuando Luis del Pino escribió que el 11-M fue “un golpe de estado ideado, organizado y ejecutado desde lo más siniestro de las cloacas del estado”, con el objetivo de “conducir a un modelo confederal del estado”. Todo esto aportando pruebas como que no se conoce "la marca de la dinamita utilizada" (véase el punto 5).
8. Los defensores de las teorías de la conspiración no tienen en cuenta las pruebas que las niegan. Por ejemplo, la revista Skeptic publicó una refutación punto por punto de las teorías conspiracionistas sobre el 11-S. Cosa que no sirvió para que los conspiranoicos callaran. Algo parecido sucedió con las teorías de Luis del Pino y las refutaciones que se encuentran, también punto por punto y por ejemplo, en Desiertos Lejanos.
Hay que recordar que el sesgo de confirmación hace que sólo estemos atentos a los datos que apoyan estas causas y no a los que las niegan o los que sustentan otras.
9. Este último argumento parece reversible. Es decir, un conspiranoico convencido de que Obama es un reptiliano podría acusarme a mí de no hacer caso a sus pruebas. Es cierto. La teoría de los reptilianos no me convence. Estoy sesgado en contra de los reptilianos. Pero este empeño por hacerme creer en lagartos nos lleva a otra característica ligada a la anterior: las teorías de la conspiración nunca mueren, sólo se transforman.
Mi ejemplo favorito es el de Rachel North, cuya historia se puede leer en The Psycopath Test, de Jon Ronson. North estaba en uno de los vagones de metro de Londres que sufrieron los ataques terroristas del 7 de julio de 2005. A partir de esa misma noche ella comenzó a explicar su experiencia en su blog, hasta que dio con un grupo que usaba sus textos para intentar demostrar que no había habido bombas, sino una subida de tensión que había causado el accidente: el gobierno habría ocultado esta tragedia echando la culpa al terrorismo.
North se discutió con ellos en internet: ella había estado en ese tren. Sabía que se trataba de un atentado. No iba a permitir que tergiversaran sus textos.
Pero sólo consiguió que dijeran que ella no existía. ¿Por qué? Porque actualizaba demasiado su blog para ser una sola persona. “Pensaban que era un equipo con la tarea de crear el personaje de Rachel North y mantenerlo como una herramienta para lo que ellos llamaban ops-psi, operaciones psicológicas para controlar a la población británica”, según le explicó North a Ronson.
Es más, no logró que cambiaran de opinión ni cuando se plantó en una reunión que este grupo celebró en un pub. Vale, sí, Rachel North es una persona, eso ya lo vemos. Pero eso no significa que no haya cinco agentes del gobierno detrás tecleando los contenidos de su blog.
10. El autor de la teoría acaba su exposición con un párrafo en el que dice algo parecido a "quizás nunca lleguemos a saber la verdad".
En definitiva, es posible que los reptilianos nos gobiernen con ayuda del foro Bildelberg, responsables del asesinato del verdadero Paul McCartney. No lo sé. No tengo todos los datos. Y quizás nunca lleguemos a saber la verdad. Pero como esta teoría reúne muchos de los puntos anteriormente expuestos resulta más razonable fiarse de la versión oficial, que nos ofrece un mundo que controlamos menos y en el que todos somos bastante torpes. Es decir, un mundo más humano. Y quizás más aburrido, lo reconozco, dada la ausencia de planes perfectos, de extraterrestres y de funcionarios que hacen su trabajo extremadamente bien.