Netanyahu promete mano dura tras el ataque contra una sinagoga
Dos palestinos armados con hachas y cuchillos irrumpen en un templo en un barrio ultraortodoxo en Jerusalén y matan a cuatro rabinos. Un policía herido muere en el hospital
Carmen Rengel
Jerusalén, El País
Jerusalén sumaba ya 13 esperanzadores días sin atentados, tras la dolorosa rutina semanal iniciada en octubre. Pero la incipiente calma se rompió este martes con un ataque terrorista contra una sinagoga del barrio de Har Nof (de mayoría ultraortodoxa, en Jerusalén oeste) en el que cuatro hombres, todos ellos rabinos de 43 a 68 años, fueron asesinados por dos palestinos, muertos también en un tiroteo con la policía; la quinta víctima mortal israelí, un policía druso, falleció esta noche en un hospital a consecuencia de las heridas. Otras siete personas resultaron heridas. Uno de los rabinos fallecidos tenía, además de su pasaporte israelí, otro británico. Los tres restantes tenían doble nacionalidad israelí y estadounidense, por lo que el FBI se sumará a la investigación.
El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, acusó nuevamente al presidente palestino Mahmud Abbas de “incitar” a la violencia contra los judíos, “instigación que la comunidad internacional ignora de forma irresponsable”, denunció en un comunicado. Por primera vez desde que ocurrió el primero de la actual ola de atentados en la ciudad —el 22 de octubre—, Abbas emitió una declaración de condena por “el asesinato de civiles, sea quien sea quien lo haga” y más aún por golpear “a fieles judíos en su lugar de oración”. El ministro de Economía israelí, Naftali Bennett, ultraderechista, segundo socio en importancia del Ejecutivo, llegó a decir que “Abbas es uno de los mayores terroristas que ha dado el pueblo palestino”.
Faltaban unos minutos para las siete de la mañana (las seis en la Península) y el rezo ya se encontraba en la mitad cuando se produjo el crimen en la calle Har Shimon Agassi, relata Yosef Posternak, israelo-argentino que se encontraba en la sinagoga Kehilat Bnei Torah. “Entró un árabe con una pistola y luego otro con un cuchillo de carnicero. Atacaron con mucha fuerza”, recuerda aturdido el hombre, que logró esconderse en el sótano, donde hay una cocina.
Los atacantes se vieron rodeados por guardias de tráfico que escucharon los disparos y finalmente fueron abatidos por una unidad antiterrorista. Se trata de Ghassan y Uday Abu Jamal. Eran primos y residían en Jabal Al Mukaber, un barrio del este palestino de la ciudad donde hoy se han vivido intensos enfrentamientos entre jóvenes y policías.
El jefe de la policía israelí, Yohanan Danino, cree que se trata de un “ataque de lobos solitarios”, como los dos atropellos masivos en paradas del tranvía o el tiroteo al rabino ultranacionalista Yehuda Glick, que sumados a los apuñalamientos en Tel Aviv y Gush Etzion de la semana pasada dejan ya seis muertos israelíes —cuatro civiles, un soldado y un policía— desde el pasado 22 de octubre. “Es muy difícil prever este tipo de ataques. No hay soluciones mágicas. Pedimos prudencia”, rogaba Danino.
Abraham, ultraortodoxo venezolano, se lamentaba de que su comunidad había sido atacada porque la policía no la había protegido y porque sus vecinos no portan armas. “Era fácil”, decía.
Las Brigadas Abu Ali Mustafa, brazo armado del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP), reivindicaron el ataque, según la BBC. Hamás y la Yihad Islámica lo “aplaudieron”. Lo consideran una “respuesta lógica” a las “provocaciones” de Israel en la Explanada de las Mezquitas (Monte del Templo para los judíos). Yoram Cohen, jefe del Shin Bet —el servicio secreto interior israelí—, defendió justo hoy en una comisión del Parlamento que no se altere el statu quo de la Explanada, como forma de evitar mayor violencia. Replicó a Netanyahu que Abbas “no está a favor del terrorismo ni lo fomenta”, según The Jerusalem Post.
Las brigadas también reivindican que el atentado es un “acto de venganza” tras la muerte, el lunes, de Yusuf Hassan al Ramuni, un conductor palestino que apareció colgado en su autobús de línea. La autopsia sostiene que fue un suicidio, pero el forense árabe presente afirma que mostraba signos de “estrangulamiento” y hematomas post mortem, posible fruto de la manipulación del cuerpo. La familia cree que fue asesinado por colonos judíos.
Netanyahu convocó a su gabinete de seguridad y adoptó medidas de presión sobre los palestinos: desde la demolición de las casas de los atacantes —donde se detuvo a 12 parientes de los terroristas para ser interrogados— a la instalación de nuevos controles que dificultarán más la rutina en el este de Jerusalén.
El ministro de Seguridad Interior israelí, Itzjak Aharonovich, dio instrucciones para facilitar que los civiles israelíes obtengan permisos de armas para defensa propia. Se pondrán vigilantes de seguridad en las sinagogas y se desplegarán cuatro compañías de policía de fronteras para vigilar mejor la ciudad. “Mano de hierro contra los terroristas”, repetía Aharonovich.
La comunidad internacional condenó con dureza el atentado. Estados Unidos habló de “puro acto de terror, de una brutalidad inasumible”, mientras la Unión Europea se mostró “horrorizada por el despreciable atentado”, que “puede perjudicar el camino hacia la paz”. “No existe justificación para este homicidio deliberado”, añadió Naciones Unidas.
Por otra parte, este martes un palestino de 22 años fue apuñalado por un grupo de israelíes que se acercaron a pedirle fuego en Jerusalén. Su estado no es grave.
Carmen Rengel
Jerusalén, El País
Jerusalén sumaba ya 13 esperanzadores días sin atentados, tras la dolorosa rutina semanal iniciada en octubre. Pero la incipiente calma se rompió este martes con un ataque terrorista contra una sinagoga del barrio de Har Nof (de mayoría ultraortodoxa, en Jerusalén oeste) en el que cuatro hombres, todos ellos rabinos de 43 a 68 años, fueron asesinados por dos palestinos, muertos también en un tiroteo con la policía; la quinta víctima mortal israelí, un policía druso, falleció esta noche en un hospital a consecuencia de las heridas. Otras siete personas resultaron heridas. Uno de los rabinos fallecidos tenía, además de su pasaporte israelí, otro británico. Los tres restantes tenían doble nacionalidad israelí y estadounidense, por lo que el FBI se sumará a la investigación.
El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, acusó nuevamente al presidente palestino Mahmud Abbas de “incitar” a la violencia contra los judíos, “instigación que la comunidad internacional ignora de forma irresponsable”, denunció en un comunicado. Por primera vez desde que ocurrió el primero de la actual ola de atentados en la ciudad —el 22 de octubre—, Abbas emitió una declaración de condena por “el asesinato de civiles, sea quien sea quien lo haga” y más aún por golpear “a fieles judíos en su lugar de oración”. El ministro de Economía israelí, Naftali Bennett, ultraderechista, segundo socio en importancia del Ejecutivo, llegó a decir que “Abbas es uno de los mayores terroristas que ha dado el pueblo palestino”.
Faltaban unos minutos para las siete de la mañana (las seis en la Península) y el rezo ya se encontraba en la mitad cuando se produjo el crimen en la calle Har Shimon Agassi, relata Yosef Posternak, israelo-argentino que se encontraba en la sinagoga Kehilat Bnei Torah. “Entró un árabe con una pistola y luego otro con un cuchillo de carnicero. Atacaron con mucha fuerza”, recuerda aturdido el hombre, que logró esconderse en el sótano, donde hay una cocina.
Los atacantes se vieron rodeados por guardias de tráfico que escucharon los disparos y finalmente fueron abatidos por una unidad antiterrorista. Se trata de Ghassan y Uday Abu Jamal. Eran primos y residían en Jabal Al Mukaber, un barrio del este palestino de la ciudad donde hoy se han vivido intensos enfrentamientos entre jóvenes y policías.
El jefe de la policía israelí, Yohanan Danino, cree que se trata de un “ataque de lobos solitarios”, como los dos atropellos masivos en paradas del tranvía o el tiroteo al rabino ultranacionalista Yehuda Glick, que sumados a los apuñalamientos en Tel Aviv y Gush Etzion de la semana pasada dejan ya seis muertos israelíes —cuatro civiles, un soldado y un policía— desde el pasado 22 de octubre. “Es muy difícil prever este tipo de ataques. No hay soluciones mágicas. Pedimos prudencia”, rogaba Danino.
Abraham, ultraortodoxo venezolano, se lamentaba de que su comunidad había sido atacada porque la policía no la había protegido y porque sus vecinos no portan armas. “Era fácil”, decía.
Las Brigadas Abu Ali Mustafa, brazo armado del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP), reivindicaron el ataque, según la BBC. Hamás y la Yihad Islámica lo “aplaudieron”. Lo consideran una “respuesta lógica” a las “provocaciones” de Israel en la Explanada de las Mezquitas (Monte del Templo para los judíos). Yoram Cohen, jefe del Shin Bet —el servicio secreto interior israelí—, defendió justo hoy en una comisión del Parlamento que no se altere el statu quo de la Explanada, como forma de evitar mayor violencia. Replicó a Netanyahu que Abbas “no está a favor del terrorismo ni lo fomenta”, según The Jerusalem Post.
Las brigadas también reivindican que el atentado es un “acto de venganza” tras la muerte, el lunes, de Yusuf Hassan al Ramuni, un conductor palestino que apareció colgado en su autobús de línea. La autopsia sostiene que fue un suicidio, pero el forense árabe presente afirma que mostraba signos de “estrangulamiento” y hematomas post mortem, posible fruto de la manipulación del cuerpo. La familia cree que fue asesinado por colonos judíos.
Netanyahu convocó a su gabinete de seguridad y adoptó medidas de presión sobre los palestinos: desde la demolición de las casas de los atacantes —donde se detuvo a 12 parientes de los terroristas para ser interrogados— a la instalación de nuevos controles que dificultarán más la rutina en el este de Jerusalén.
El ministro de Seguridad Interior israelí, Itzjak Aharonovich, dio instrucciones para facilitar que los civiles israelíes obtengan permisos de armas para defensa propia. Se pondrán vigilantes de seguridad en las sinagogas y se desplegarán cuatro compañías de policía de fronteras para vigilar mejor la ciudad. “Mano de hierro contra los terroristas”, repetía Aharonovich.
La comunidad internacional condenó con dureza el atentado. Estados Unidos habló de “puro acto de terror, de una brutalidad inasumible”, mientras la Unión Europea se mostró “horrorizada por el despreciable atentado”, que “puede perjudicar el camino hacia la paz”. “No existe justificación para este homicidio deliberado”, añadió Naciones Unidas.
Por otra parte, este martes un palestino de 22 años fue apuñalado por un grupo de israelíes que se acercaron a pedirle fuego en Jerusalén. Su estado no es grave.