Los republicanos prometen una respuesta contundente a Obama
La oposición conservadora asegura que no se quedará de brazos cruzados ante la acción unilateral del presidente, pero no dice qué hará
Silvia Ayuso
Washington, El País
“Que nadie se equivoque. Que nadie se equivoque. Vamos a actuar”. El nuevo líder de la mayoría republicana en el Senado estadounidense, Mitch McConnell, ni siquiera esperó a que el presidente Barack Obama revelara en la noche del jueves sus medidas unilaterales para regular la situación de hasta cinco millones de indocumentados.
Horas antes, dejaba claro ya que su partido, que a partir de enero controlará las dos cámaras del Congreso, luchará con uñas y dientes para revocar lo que considera un “desafío” del mandatario demócrata.
“Si el presidente actúa desafiando al pueblo e impone su voluntad al país, el Congreso actuará”, prometió en un discurso en el pleno del Senado.
De igual forma, el presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, también se adelantó al discurso de Obama con un mensaje similar.
“En vez de trabajar juntos para arreglar nuestro quebrado sistema de inmigración, el presidente dice que va a actuar por su cuenta. La democracia no funciona así”, denunció el republicano.
“El presidente ha dicho antes que ‘no es un rey’ y que tampoco es un ‘emperador’, pero desde luego está actuando como tal. Y lo está haciendo en momentos en que los estadounidenses lo único que quieren es que trabajemos juntos”, sostuvo en un breve mensaje de vídeo.
Que los republicanos se revuelvan contra una acción unilateral de Obama no es sorpresa. Ya lo había advertido McConnell en la misma noche electoral del 4 de noviembre que le dio el poder total a los republicanos en el Capitolio. Si Obama actuara por su cuenta en inmigración sería como “agitar un trapo rojo delante de un toro”, dijo en esa ocasión.
El problema de la oposición conservadora es que a las amenazas le deben seguir un plan de acción y, al menos por el momento, no parece que tengan una estrategia unívoca. Más bien al contrario, la reacción podría poner en evidencia las divisiones en un partido que ahora más que nunca debe demostrar que es capaz de gobernar.
Consciente de ello, McConnell se limitó a decir que se están “considerando varias opciones”. Pero, significativamente, no dijo cuáles.
Los más conservadores del partido han amenazado con iniciar un impeachment, un proceso de destitución, o con provocar al menos otro shutdown, un cierre del gobierno. Pero McConnell y otros líderes republicanos ya han dejado claro que no les interesa una opción tan extrema, que podría además acabar siendo contraproducente para su propia imagen, tal como sucedió hace un año en medio de la batalla por el presupuesto.
“Un impeachment o el cierre del gobierno desviaría la atención desde él (Obama) hacia nosotros”, advertía en este sentido el senador de Carolina del Sur Lindsey Graham. “Hay algunos que quieren tener sus 15 minutos de gloria con esto, pero los demás queremos un Partido Republicano que pueda competir de cara a 2016”, cuando habrá elecciones a la Casa Blanca, agregó.
Una medida intermedia -en momentos en que se avecina el cierre de las negociaciones sobre la financiación del gobierno- sería la aprobación de partidas de fondos a corto plazo, para presionar a Obama. Pero algunos apuntan a que ello también entraña riesgos para los republicanos si no cuentan con un plan B claro en caso de que el presidente no ceda. El Senado, que en enero estará también en manos republicanas, podría negarse también a confirmar cualquier aspirante a un cargo en el gobierno nominado por Obama, como Loretta Lynch para sustituir a Eric Holder como fiscal general del país.
El gobernador saliente de Texas y “presidenciable” republicano en 2016, Rick Perry, adelantó por su parte la posibilidad de que su Estado presente una demanda judicial por lo que estima le costará a sus contribuyentes la decisión del presidente demócrata.
En todo caso, no pocas voces republicanas llamaron en las últimas horas y días a no reaccionar en caliente para evitar caer en lo que consideran un intento de Obama de provocarlos.
A los demócratas “les encantaría que mordiéramos el anzuelo. Pero no vamos a morder el anzuelo”, aseguró el veterano senador republicano John Cornyn.
Silvia Ayuso
Washington, El País
“Que nadie se equivoque. Que nadie se equivoque. Vamos a actuar”. El nuevo líder de la mayoría republicana en el Senado estadounidense, Mitch McConnell, ni siquiera esperó a que el presidente Barack Obama revelara en la noche del jueves sus medidas unilaterales para regular la situación de hasta cinco millones de indocumentados.
Horas antes, dejaba claro ya que su partido, que a partir de enero controlará las dos cámaras del Congreso, luchará con uñas y dientes para revocar lo que considera un “desafío” del mandatario demócrata.
“Si el presidente actúa desafiando al pueblo e impone su voluntad al país, el Congreso actuará”, prometió en un discurso en el pleno del Senado.
De igual forma, el presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, también se adelantó al discurso de Obama con un mensaje similar.
“En vez de trabajar juntos para arreglar nuestro quebrado sistema de inmigración, el presidente dice que va a actuar por su cuenta. La democracia no funciona así”, denunció el republicano.
“El presidente ha dicho antes que ‘no es un rey’ y que tampoco es un ‘emperador’, pero desde luego está actuando como tal. Y lo está haciendo en momentos en que los estadounidenses lo único que quieren es que trabajemos juntos”, sostuvo en un breve mensaje de vídeo.
Que los republicanos se revuelvan contra una acción unilateral de Obama no es sorpresa. Ya lo había advertido McConnell en la misma noche electoral del 4 de noviembre que le dio el poder total a los republicanos en el Capitolio. Si Obama actuara por su cuenta en inmigración sería como “agitar un trapo rojo delante de un toro”, dijo en esa ocasión.
El problema de la oposición conservadora es que a las amenazas le deben seguir un plan de acción y, al menos por el momento, no parece que tengan una estrategia unívoca. Más bien al contrario, la reacción podría poner en evidencia las divisiones en un partido que ahora más que nunca debe demostrar que es capaz de gobernar.
Consciente de ello, McConnell se limitó a decir que se están “considerando varias opciones”. Pero, significativamente, no dijo cuáles.
Los más conservadores del partido han amenazado con iniciar un impeachment, un proceso de destitución, o con provocar al menos otro shutdown, un cierre del gobierno. Pero McConnell y otros líderes republicanos ya han dejado claro que no les interesa una opción tan extrema, que podría además acabar siendo contraproducente para su propia imagen, tal como sucedió hace un año en medio de la batalla por el presupuesto.
“Un impeachment o el cierre del gobierno desviaría la atención desde él (Obama) hacia nosotros”, advertía en este sentido el senador de Carolina del Sur Lindsey Graham. “Hay algunos que quieren tener sus 15 minutos de gloria con esto, pero los demás queremos un Partido Republicano que pueda competir de cara a 2016”, cuando habrá elecciones a la Casa Blanca, agregó.
Una medida intermedia -en momentos en que se avecina el cierre de las negociaciones sobre la financiación del gobierno- sería la aprobación de partidas de fondos a corto plazo, para presionar a Obama. Pero algunos apuntan a que ello también entraña riesgos para los republicanos si no cuentan con un plan B claro en caso de que el presidente no ceda. El Senado, que en enero estará también en manos republicanas, podría negarse también a confirmar cualquier aspirante a un cargo en el gobierno nominado por Obama, como Loretta Lynch para sustituir a Eric Holder como fiscal general del país.
El gobernador saliente de Texas y “presidenciable” republicano en 2016, Rick Perry, adelantó por su parte la posibilidad de que su Estado presente una demanda judicial por lo que estima le costará a sus contribuyentes la decisión del presidente demócrata.
En todo caso, no pocas voces republicanas llamaron en las últimas horas y días a no reaccionar en caliente para evitar caer en lo que consideran un intento de Obama de provocarlos.
A los demócratas “les encantaría que mordiéramos el anzuelo. Pero no vamos a morder el anzuelo”, aseguró el veterano senador republicano John Cornyn.