La sonda ‘Philae’ recibe las órdenes de descenso al cometa
El robot de la nave ‘Rosetta’ tardará siete horas, el miércoles, en llegar al suelo del objeto celeste. Es una maniobra arriesgada nunca intentada antes
Alicia Rivera
Madrid, El País
La nave espacial Rosetta esta lista para realizar, el próximo miércoles, una maniobra que jamás se ha intentado antes: soltar con precisión un robot de cien kilos, el Philae, para que, tras siete horas de caída, aterrice en la superficie de un cometa. El objetivo de esta misión de la Agencia Europea del Espacio (ESA) es el 67P/Churyumov-Gerasimenko, un cometa de unos cuatro kilómetros de diámetro máximo que está ahora a una distancia de la Tierra de 510 millones de kilómetros y que viaja a 55.000 kilómetros por hora en dirección al Sol. “Tenemos preparados todos comandos de la operación para enviárselos el lunes a Rosetta”, dice Miguel Pérez-Ayúcar, ingeniero de operaciones de la misión. Al Philae se le están mandando las órdenes este mismo fin de semana.
Según el plan, el Philae se separará de la Rosetta el miércoles a las 9.35 (hora peninsular) y aterrizará hacia las 16.30. Pero, como las señales tardan (viajando a la velocidad de la luz) 28 minutos y 20 segundos en llegar a la Tierra, de cada paso de la operación y del triunfo o el fracaso de la misma no se tendrá noticia hasta media hora más tarde. Entre los primeros cometidos del robot está tomar una foto panorámica, que también tardará un tiempo en llegar. “Hemos calculado la probabilidad de éxito en un 70%”, explica a EL PAÍS Laurence O’Rourke, coordinador de operaciones de la misión en ESAC, el centro científico de la ESA, en Madrid. “Estamos entusiasmados porque, por fin, se acerca el día del descenso, pero también nerviosos porque nada es fácil en lo que vamos a hacer”, añade. Y es que el riesgo es una cuota a pagar para avanzar haciendo cosas nuevas. “No hay rutina en el espacio”, recordó la semana pasada en ESAC Jean- Jacques Dordain, director de la ESA. “Es más fácil hacer lo que ya sabes hacer, no arriesgar, pero podemos gestionar el riesgo con nuestros expertos”, añadió.
La misión Rosetta, que está previsto que dure hasta finales de 2015, es la primera que se pone a dar vueltas a un cometa (llegó el pasado 6 de agosto) y envía una sonda para que aterrice en él; la primera que, acompañando a ese cuerpo celeste en su viaje hacia el Sol, va a presenciar los cambios que sufre por el incremento de la radiación de la estrella; y la primera en tomar fotos desde su superficie (el Philae) y en hacer análisis in situ de su composición.
“Los cometas pasan casi toda su vida lejos del Sol, congelados, así que están casi en el mismo estado tal como eran cuando se formaron hace millones de años”, recuerda O’Rourke. De ahí el interés científico por estudiar el 67P/Churyumov-Gerasimenko, o Chury, como le llaman en el ambiente espacial. Igual que la piedra de Rosetta, hallada en 1799, permitió descifrar los jeroglíficos egipcios, los científicos esperan que la nave Rosetta ayude a desvelar los misterios de esos antiguos bloques de construcción del Sistema Solar que son los cometas.
Hay partes de la operación del próximo miércoles que se pueden planificar y verificar con antelación para evitar problemas, como el momento y lugar en el que ha de producirse la separación del Philae de la Rosetta para iniciar el descenso (a una velocidad de 0,18 metros por segundo), señala O’Rourke desde el centro de operaciones del Philae(en Colonia, Alemania), como ingeniero de sistemas de la ESA en el equipo.También se puede diseñar minuciosamente toda la compleja configuración de comunicaciones para emitir y recibir las señales de este baile espacial con dos robots y un cometa. Pero otros factores no se pueden controlar, como el punto exacto de contacto del Philae en la superficie de 67P/Churyumov-Gerasimenko. Tras los estudios hechos con la información enviada por la Rosetta, los especialistas han elegido un área de aterrizaje (denominada J y luego bautizada Agilkia en un concurso popular), que tiene zonas planas, pero también rocas de hielo y polvo, cráteres y precipicios en el terreno. Si el Philae va a parar a una roca o a una pendiente de más de 30 grados, podría rodar en lugar de fijarse al suelo, y podría ser catastrófico.
Luego está la actividad del cometa, el gas y polvo que se desprende de estos cuerpos celestes a medida que se van aproximando al Sol y que acaba formando la espectacular cola. “El 67P/Churyumov-Gerasimenko está ahora más o menos tranquilo, con la actividad esperada”, dice Pérez-Ayúcar. “Pero este mes empezará estar más activo porque se va acercando al Sol y hemos visto ya, dia a dia, cómo se están sublimando más gases atrapados en la roca”, continúa. Muy mala suerte tenía que tener el Philae, el miércoles, para que justo al aterrizar el cometa soltase un chorro de materia.
Los comandos almacenados en el ordenador de la Rosetta se irán ejecutando automáticamente para la crítica maniobra. Pérez Ayúcar explica que, desde 11 horas antes de la separación del Philae hasta una hora antes, habrá cuatro momentos en los que los controladores en Tierra —en el centro de operaciones ESOC de la ESA (en Alemania) y en el del Philae—, tendrán que dar el go/nogo, es decir, “adelante/abortar” la maniobra, a la vista de la información que reciban de la sonda espacial sobre su estado, del módulo, de la trayectoria... Luego ya, la suerte estará echada.
Viaje de 10 años
La nave Rosetta fue lanzada al espacio el 2 de marzo de 2004 y viajó casi 6.400 milllones de kilómetros hasta el cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko. Llegó el 6 de agosto de 2014.
En su recorrido se acercó tres veces a la Tierra y una vez a Marte en maniobras gravitatorias para tomar impulso.
Pasó cerca de los asteroides Steins y Lutetia, fotografiándolos. Luego viajó dos años y medio en hibernación.
El coste de la misión es de 1.400 millones de euros (incluidos 220 del Philae) y participan en ella compañías de 14 países europeos y de EE UU. Empresas y grupos científicos españoles desempeñan cometidos clave en la misión Rosetta.
Alicia Rivera
Madrid, El País
La nave espacial Rosetta esta lista para realizar, el próximo miércoles, una maniobra que jamás se ha intentado antes: soltar con precisión un robot de cien kilos, el Philae, para que, tras siete horas de caída, aterrice en la superficie de un cometa. El objetivo de esta misión de la Agencia Europea del Espacio (ESA) es el 67P/Churyumov-Gerasimenko, un cometa de unos cuatro kilómetros de diámetro máximo que está ahora a una distancia de la Tierra de 510 millones de kilómetros y que viaja a 55.000 kilómetros por hora en dirección al Sol. “Tenemos preparados todos comandos de la operación para enviárselos el lunes a Rosetta”, dice Miguel Pérez-Ayúcar, ingeniero de operaciones de la misión. Al Philae se le están mandando las órdenes este mismo fin de semana.
Según el plan, el Philae se separará de la Rosetta el miércoles a las 9.35 (hora peninsular) y aterrizará hacia las 16.30. Pero, como las señales tardan (viajando a la velocidad de la luz) 28 minutos y 20 segundos en llegar a la Tierra, de cada paso de la operación y del triunfo o el fracaso de la misma no se tendrá noticia hasta media hora más tarde. Entre los primeros cometidos del robot está tomar una foto panorámica, que también tardará un tiempo en llegar. “Hemos calculado la probabilidad de éxito en un 70%”, explica a EL PAÍS Laurence O’Rourke, coordinador de operaciones de la misión en ESAC, el centro científico de la ESA, en Madrid. “Estamos entusiasmados porque, por fin, se acerca el día del descenso, pero también nerviosos porque nada es fácil en lo que vamos a hacer”, añade. Y es que el riesgo es una cuota a pagar para avanzar haciendo cosas nuevas. “No hay rutina en el espacio”, recordó la semana pasada en ESAC Jean- Jacques Dordain, director de la ESA. “Es más fácil hacer lo que ya sabes hacer, no arriesgar, pero podemos gestionar el riesgo con nuestros expertos”, añadió.
La misión Rosetta, que está previsto que dure hasta finales de 2015, es la primera que se pone a dar vueltas a un cometa (llegó el pasado 6 de agosto) y envía una sonda para que aterrice en él; la primera que, acompañando a ese cuerpo celeste en su viaje hacia el Sol, va a presenciar los cambios que sufre por el incremento de la radiación de la estrella; y la primera en tomar fotos desde su superficie (el Philae) y en hacer análisis in situ de su composición.
“Los cometas pasan casi toda su vida lejos del Sol, congelados, así que están casi en el mismo estado tal como eran cuando se formaron hace millones de años”, recuerda O’Rourke. De ahí el interés científico por estudiar el 67P/Churyumov-Gerasimenko, o Chury, como le llaman en el ambiente espacial. Igual que la piedra de Rosetta, hallada en 1799, permitió descifrar los jeroglíficos egipcios, los científicos esperan que la nave Rosetta ayude a desvelar los misterios de esos antiguos bloques de construcción del Sistema Solar que son los cometas.
Hay partes de la operación del próximo miércoles que se pueden planificar y verificar con antelación para evitar problemas, como el momento y lugar en el que ha de producirse la separación del Philae de la Rosetta para iniciar el descenso (a una velocidad de 0,18 metros por segundo), señala O’Rourke desde el centro de operaciones del Philae(en Colonia, Alemania), como ingeniero de sistemas de la ESA en el equipo.También se puede diseñar minuciosamente toda la compleja configuración de comunicaciones para emitir y recibir las señales de este baile espacial con dos robots y un cometa. Pero otros factores no se pueden controlar, como el punto exacto de contacto del Philae en la superficie de 67P/Churyumov-Gerasimenko. Tras los estudios hechos con la información enviada por la Rosetta, los especialistas han elegido un área de aterrizaje (denominada J y luego bautizada Agilkia en un concurso popular), que tiene zonas planas, pero también rocas de hielo y polvo, cráteres y precipicios en el terreno. Si el Philae va a parar a una roca o a una pendiente de más de 30 grados, podría rodar en lugar de fijarse al suelo, y podría ser catastrófico.
Luego está la actividad del cometa, el gas y polvo que se desprende de estos cuerpos celestes a medida que se van aproximando al Sol y que acaba formando la espectacular cola. “El 67P/Churyumov-Gerasimenko está ahora más o menos tranquilo, con la actividad esperada”, dice Pérez-Ayúcar. “Pero este mes empezará estar más activo porque se va acercando al Sol y hemos visto ya, dia a dia, cómo se están sublimando más gases atrapados en la roca”, continúa. Muy mala suerte tenía que tener el Philae, el miércoles, para que justo al aterrizar el cometa soltase un chorro de materia.
Los comandos almacenados en el ordenador de la Rosetta se irán ejecutando automáticamente para la crítica maniobra. Pérez Ayúcar explica que, desde 11 horas antes de la separación del Philae hasta una hora antes, habrá cuatro momentos en los que los controladores en Tierra —en el centro de operaciones ESOC de la ESA (en Alemania) y en el del Philae—, tendrán que dar el go/nogo, es decir, “adelante/abortar” la maniobra, a la vista de la información que reciban de la sonda espacial sobre su estado, del módulo, de la trayectoria... Luego ya, la suerte estará echada.
Viaje de 10 años
La nave Rosetta fue lanzada al espacio el 2 de marzo de 2004 y viajó casi 6.400 milllones de kilómetros hasta el cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko. Llegó el 6 de agosto de 2014.
En su recorrido se acercó tres veces a la Tierra y una vez a Marte en maniobras gravitatorias para tomar impulso.
Pasó cerca de los asteroides Steins y Lutetia, fotografiándolos. Luego viajó dos años y medio en hibernación.
El coste de la misión es de 1.400 millones de euros (incluidos 220 del Philae) y participan en ella compañías de 14 países europeos y de EE UU. Empresas y grupos científicos españoles desempeñan cometidos clave en la misión Rosetta.