El Muro de Berlín en el mundo, paradójico símbolo de libertad
Berlín, AFP
Trozos del Muro de Berlín, en general pintados de colores, están diseminados por el mundo entero como paradójicos símbolos de libertad, 25 años después de su caída.
Trozos del Muro de Berlín, en general pintados de colores, están diseminados por el mundo entero como paradójicos símbolos de libertad, 25 años después de su caída.
“El Muro continuará en pie dentro de 50 o 100 años“,
afirmó en enero de 1989 el líder de la República Democrática Alemana
(RDA), Erich Honecker. Diez meses después, la RDA comunista abría el
“Muro de protección antifascista”, que aprisionaba a sus ciudadanos
desde 1961, y los “pájaros carpinteros” comenzaban su labor de
destrucción con sus buriles.
En 1990, Alemania del Este llegó incluso a organizar subastas.
En la ciudad de Berlín, “la aspiración a la libertad, a la democracia y a la unidad era tan fuerte que era necesario hacer desaparecer los rastros de todo lo que recordaba esa terrible historia”, explicó Anna Kaminsky, responsable de una obra colectiva de fotos sobre “El Muro de Berlín en el Mundo”.
Pasaron 15 años hasta que el gobierno regional presentó un programa global para proteger lo que todavía podía ser preservado y conservar un testimonio para las futuras generaciones.
En cambio, cientos de pedazos, de hormigón armado, terminaron en otros países, donde “recuerdan la victoria sobre la división del mundo y el combate por la libertad y la democracia”, agregó Kaminsky.
“Es la paradoja del Muro”, dijo a la AFP el pintor francés Thierry Noir, conocido por haber sido el primer artista que pintó esta construcción, a partir de 1984.
“Antes lo pintaban para hacerlo caer. Ahora se pinta el Muro para conservarlo, como un homenaje a la libertad recuperada en Europa. Es muy extraño”, comentó.
“No era una obra de arte, era una máquina de matar que asesinó a más de 130 personas entre 1961 y 1989″, recordó.
No obstante, Thierry Noir participa en un proyecto artístico, para “decir a los jóvenes, en una forma un poco ‘cool’, que era verdaderamente horrible”.
En un depósito a cielo abierto al borde del Spree, el río que pasa por Berlín, decenas de trozos del Muro esperan a un pintor, aficionado o profesional. Se puede reservar un pedazo en internet, a través de una empresa de obras públicas, y luego pintarlo, comprarlo o venderlo.
Dicha empresa se queda con la tercera parte del precio de venta, mínimo 500 euros. Si no sucede nada en los seis meses siguientes, ese pedazo se pone a disposición de otro pintor.
“Son totalmente libres de pintar lo que quieran, cada uno tiene su historia personal con el Muro“, explicó a la AFP el jefe de esa empresa, Elmer Prost. “También hay personas cuya vida se derrumbó” el 9 de noviembre de 1989, añadió.
Cuatro paneles acaban de ser instalados en Corea del Sur, como un llamado a la reunificación, y otros en Hollywood.
Al igual que los paneles de las Naciones Unidas, de la Corte Europea de los Derechos Humanos de Estrasburgo (este de Francia) o de la Biblioteca Ronald Reagan en Simi Valley (California, Estados Unidos), estos trozos del Muro están destinados a ser simultáneamente una advertencia para las generaciones futuras y un símbolo de libertad.
La próxima instalación, en Bratislava, conmemorará el aniversario de la Revolución de Terciopelo en Checoslovaquia, el 16 de noviembre.
En 1990, Alemania del Este llegó incluso a organizar subastas.
En la ciudad de Berlín, “la aspiración a la libertad, a la democracia y a la unidad era tan fuerte que era necesario hacer desaparecer los rastros de todo lo que recordaba esa terrible historia”, explicó Anna Kaminsky, responsable de una obra colectiva de fotos sobre “El Muro de Berlín en el Mundo”.
Pasaron 15 años hasta que el gobierno regional presentó un programa global para proteger lo que todavía podía ser preservado y conservar un testimonio para las futuras generaciones.
En cambio, cientos de pedazos, de hormigón armado, terminaron en otros países, donde “recuerdan la victoria sobre la división del mundo y el combate por la libertad y la democracia”, agregó Kaminsky.
“Es la paradoja del Muro”, dijo a la AFP el pintor francés Thierry Noir, conocido por haber sido el primer artista que pintó esta construcción, a partir de 1984.
“Antes lo pintaban para hacerlo caer. Ahora se pinta el Muro para conservarlo, como un homenaje a la libertad recuperada en Europa. Es muy extraño”, comentó.
“No era una obra de arte, era una máquina de matar que asesinó a más de 130 personas entre 1961 y 1989″, recordó.
No obstante, Thierry Noir participa en un proyecto artístico, para “decir a los jóvenes, en una forma un poco ‘cool’, que era verdaderamente horrible”.
En un depósito a cielo abierto al borde del Spree, el río que pasa por Berlín, decenas de trozos del Muro esperan a un pintor, aficionado o profesional. Se puede reservar un pedazo en internet, a través de una empresa de obras públicas, y luego pintarlo, comprarlo o venderlo.
Dicha empresa se queda con la tercera parte del precio de venta, mínimo 500 euros. Si no sucede nada en los seis meses siguientes, ese pedazo se pone a disposición de otro pintor.
“Son totalmente libres de pintar lo que quieran, cada uno tiene su historia personal con el Muro“, explicó a la AFP el jefe de esa empresa, Elmer Prost. “También hay personas cuya vida se derrumbó” el 9 de noviembre de 1989, añadió.
Cuatro paneles acaban de ser instalados en Corea del Sur, como un llamado a la reunificación, y otros en Hollywood.
Al igual que los paneles de las Naciones Unidas, de la Corte Europea de los Derechos Humanos de Estrasburgo (este de Francia) o de la Biblioteca Ronald Reagan en Simi Valley (California, Estados Unidos), estos trozos del Muro están destinados a ser simultáneamente una advertencia para las generaciones futuras y un símbolo de libertad.
La próxima instalación, en Bratislava, conmemorará el aniversario de la Revolución de Terciopelo en Checoslovaquia, el 16 de noviembre.