China se apoya en Rusia para acrecentar su peso internacional
La nueva relación entre ambas potencias se basa en la ideología y la conveniencia
Macarena Vidal Liy
Pekín, El País
La foto de familia de la cumbre del Foro Asia-Pacífico (APEC) esta semana en Pekín lo decía todo. El presidente chino, Xi Jinping, como anfitrión, en el centro. A su derecha, quien se ha convertido rápidamente en su mejor aliado, el ruso, Vladímir Putin. Ambos se mostraron inseparables casi en cada comparecencia pública de los líderes. El jefe de Estado ruso llegó a ofrecer su abrigo a la primera dama china, Peng Liyuan, durante la ceremonia de bienvenida, en un gesto que desató todo tipo de comentarios.
“Es el momento de recoger los frutos del árbol de la amistad”, afirmó Xi durante una reunión bilateral con Putin al margen de la cumbre de la APEC en la que firmó un acuerdo con el país vecino por el que Rusia proporcionará 30.000 millones de metros cúbicos de gas natural a China. El pacto complementa el gigantesco acuerdo que ambos suscribieron en mayo, mediante el cual Rusia suministrará gas natural al norte de China por valor de 400.000 millones de dólares a lo largo de 30 años y que se ha convertido en el resultado más emblemático de la sintonía entre los dos vecinos.
Los vínculos —motivados por afinidades ideológicas, convergencias económicas y necesidades geoestratégicas— enlazan en cierto modo con los que las dos potencias regionales mantuvieron como regímenes comunistas en los años cincuenta. Pero la relación actual es muy diferente de aquella en la que Iósif Stalin insistía en marcar el paso frente a Mao Zedong. Hoy es Pekín el “hermano mayor” que se encuentra en posición dominante.
“Antes China era el país débil y Rusia, la antigua Unión Soviética, el fuerte. Pekín tenía que preocuparse por lo que hiciera o dejara de hacer Moscú. Ahora toca jugar a la inversa”, afirma el comentarista y experto en relaciones internacionales chino Gao Feng.
La segunda potencia económica mundial es el principal socio comercial de Rusia, con la que el intercambio alcanzó los 90.000 millones de dólares (71.885 millones de euros) en 2013 y que en el primer semestre de este año creció un 3,4% respecto al año anterior. China sigue creciendo —aunque a ritmo menos acelerado que en los últimos años— y se mantiene en búsqueda constante de fuentes de materias primas, especialmente en el ámbito de la energía, que le puede proporcionar un vecino del norte que necesita encontrar nuevos clientes ante el deterioro de sus relaciones con Occidente a raíz de la crisis ucrania.
Pero el nexo no es meramente económico. Xi y Putin cuentan con una visión ideológica similar. Los dos presidentes comparten una perspectiva nacionalista —aunque tienen buen cuidado de evitar en sus relaciones mutuas este tipo de retórica, que reservan para otras potencias menos afines— y un modelo de liderazgo de “hombre fuerte” dispuesto a desafiar las injerencias extranjeras. Ambos acarician la idea de presentarse como alternativa al modelo occidental y al dominio de EE UU como gran potencia. Xi habla con frecuencia del “sueño chino” —que esta semana en la cumbre de la APEC hizo extensivo a un “sueño para Asia-Pacífico”—, en el que su país jugará un papel de referente para la zona. Su alianza con Rusia le refuerza como líder regional.
Los dos países, que ya votaban con frecuencia al unísono en el Consejo de Seguridad de la ONU, han reforzado grupos como los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), instituciones regionales que languidecían, como la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) o la casi desconocida Conferencia sobre Interacción y Creación de Confianza en Asia (CICA). En ambas, China es el país más influyente.
Para Gao la sintonía actual es una mera relación de conveniencia: “Son dos líneas paralelas, que se apoyan mutuamente pero tienen sus propios intereses”. Es posible que ahonden aún más su relación bilateral en ámbitos como la cooperación militar o incluso en el océano Ártico “para la explotación de energías o si algún día se establece una ruta de navegación”. Pero aunque Rusia, considera, “se encuentra bajo presión” para acercarse aún más a China ante el nivel de sus disputas con Occidente, Pekín “intenta mantener una distancia razonable y que la relación continúe al nivel en el que está”.
Macarena Vidal Liy
Pekín, El País
La foto de familia de la cumbre del Foro Asia-Pacífico (APEC) esta semana en Pekín lo decía todo. El presidente chino, Xi Jinping, como anfitrión, en el centro. A su derecha, quien se ha convertido rápidamente en su mejor aliado, el ruso, Vladímir Putin. Ambos se mostraron inseparables casi en cada comparecencia pública de los líderes. El jefe de Estado ruso llegó a ofrecer su abrigo a la primera dama china, Peng Liyuan, durante la ceremonia de bienvenida, en un gesto que desató todo tipo de comentarios.
“Es el momento de recoger los frutos del árbol de la amistad”, afirmó Xi durante una reunión bilateral con Putin al margen de la cumbre de la APEC en la que firmó un acuerdo con el país vecino por el que Rusia proporcionará 30.000 millones de metros cúbicos de gas natural a China. El pacto complementa el gigantesco acuerdo que ambos suscribieron en mayo, mediante el cual Rusia suministrará gas natural al norte de China por valor de 400.000 millones de dólares a lo largo de 30 años y que se ha convertido en el resultado más emblemático de la sintonía entre los dos vecinos.
Los vínculos —motivados por afinidades ideológicas, convergencias económicas y necesidades geoestratégicas— enlazan en cierto modo con los que las dos potencias regionales mantuvieron como regímenes comunistas en los años cincuenta. Pero la relación actual es muy diferente de aquella en la que Iósif Stalin insistía en marcar el paso frente a Mao Zedong. Hoy es Pekín el “hermano mayor” que se encuentra en posición dominante.
“Antes China era el país débil y Rusia, la antigua Unión Soviética, el fuerte. Pekín tenía que preocuparse por lo que hiciera o dejara de hacer Moscú. Ahora toca jugar a la inversa”, afirma el comentarista y experto en relaciones internacionales chino Gao Feng.
La segunda potencia económica mundial es el principal socio comercial de Rusia, con la que el intercambio alcanzó los 90.000 millones de dólares (71.885 millones de euros) en 2013 y que en el primer semestre de este año creció un 3,4% respecto al año anterior. China sigue creciendo —aunque a ritmo menos acelerado que en los últimos años— y se mantiene en búsqueda constante de fuentes de materias primas, especialmente en el ámbito de la energía, que le puede proporcionar un vecino del norte que necesita encontrar nuevos clientes ante el deterioro de sus relaciones con Occidente a raíz de la crisis ucrania.
Pero el nexo no es meramente económico. Xi y Putin cuentan con una visión ideológica similar. Los dos presidentes comparten una perspectiva nacionalista —aunque tienen buen cuidado de evitar en sus relaciones mutuas este tipo de retórica, que reservan para otras potencias menos afines— y un modelo de liderazgo de “hombre fuerte” dispuesto a desafiar las injerencias extranjeras. Ambos acarician la idea de presentarse como alternativa al modelo occidental y al dominio de EE UU como gran potencia. Xi habla con frecuencia del “sueño chino” —que esta semana en la cumbre de la APEC hizo extensivo a un “sueño para Asia-Pacífico”—, en el que su país jugará un papel de referente para la zona. Su alianza con Rusia le refuerza como líder regional.
Los dos países, que ya votaban con frecuencia al unísono en el Consejo de Seguridad de la ONU, han reforzado grupos como los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), instituciones regionales que languidecían, como la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) o la casi desconocida Conferencia sobre Interacción y Creación de Confianza en Asia (CICA). En ambas, China es el país más influyente.
Para Gao la sintonía actual es una mera relación de conveniencia: “Son dos líneas paralelas, que se apoyan mutuamente pero tienen sus propios intereses”. Es posible que ahonden aún más su relación bilateral en ámbitos como la cooperación militar o incluso en el océano Ártico “para la explotación de energías o si algún día se establece una ruta de navegación”. Pero aunque Rusia, considera, “se encuentra bajo presión” para acercarse aún más a China ante el nivel de sus disputas con Occidente, Pekín “intenta mantener una distancia razonable y que la relación continúe al nivel en el que está”.