La coalición reexamina su estrategia militar ante el avance yihadista

Las diferencias de EE UU con Turquía y la resistencia del EI complican la operación

Marc Bassets
Washington, El País
Los jefes militares de una veintena de miembros de la coalición internacional que combate al Estado Islámico en Oriente Próximo discutieron este martes en la base de Andrews, cerca de Washington, la estrategia contra los yihadistas en Irak y Siria. Poco más de dos meses después del inicio de los bombardeos, las noticias adversas se acumulan para EE UU, que encabeza la alianza. Turquía se resiste a implicarse en la batalla; la ciudad de Kobane, en el norte de Siria, aguanta a duras penas los embates de los integristas suníes; y en el vecino Irak, estos se acercan cada día más a la capital, Bagdad.


La reunión de los jefes del Estado Mayor en la base de Andrews (Maryland) se celebró en un ambiente de nerviosismo creciente en la opinión pública norteamericana y de otros países aliados sobre la eficacia de una misión que ha marcado el regreso de la primera potencia a las guerras de Oriente Próximo tras años de repliegue. A la reunión, convocada por el general Martin Dempsey, jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, asistió su homólogo español, Fernando García Sánchez.

El objetivo del encuentro era abordar la “estrategia militar” contra el EI, según explicó a EL PAÍS el comandante Erick Saks, portavoz del Estado Mayor Cojunto de EE UU, informa Joan Faus. Es la primera que se celebra desde el inicio de la operación. Se trata, dijo otro portavoz, de poner en común las capacidades de cada país. El presidente estadounidense, Barack Obama, acudió a Andrews para dirigirse a los jefes militares de países como Francia, Alemania, Reino Unido, Egipto, Arabia Saudí, Irak y Turquía, entre otros. Obama avanzó que la campaña contra el EI será “a largo plazo” que incluirá “avances y retrocesos”.
Golpe al crudo del califato

EL PAÍS
Controlar pozos de petróleo había convertido al Estado Islámico (EI) en el grupo terrorista más rico del planeta. Pero, según anunció este martes la Agencia Internacional de la Energía (AIE), los bombardeos de la coalición dirigida por Estados Unidos contra los yihadistas suníes en Irak y Siria han dañado esa lucrativa fuente de financiación. Se calcula que, gracias a la producción y al contrabando de crudo en su autoproclamado califato, el EI conseguía unos ingresos de entre uno y tres millones de dólares diarios (entre 789.000 euros y 2,3 millones).
En su informe mensual de octubre, el organismo asegura que la producción de los yihadistas ha caído de 70.000 barriles diarios este verano, procedentes casi todos de Irak, a unos 20.000. La agencia asegura que los ataques aéreos de la coalición internacional “han frustrado la capacidad” de los extremistas suníes para sacar tanto rendimiento de estas instalaciones.

A tres semanas de las elecciones legislativas en EE UU, el debate enfrenta a quienes, sobre todo en la oposición del Partido Republicano, se impacientan por la ausencia de victorias, sostienen que la operación es un fracaso y sugieren el envío a Irak y Siria de tropas terrestres, y quienes, en la Administración Obama y el estamento militar piden paciencia y señalan que la guerra contra el EI no será una cuestión de meses sino de años.

“Ellos están ganando y nosotros no”, dijo el fin de semana a la cadena CNN el senador republicano John McCain, líder visible de los halcones en el Congreso. “Debe reevaluarse de manera fundamental lo que estamos haciendo porque no estamos degradando ni destruyendo al ISIS”, añadió, usando uno de los acrónimos que en inglés designa al ahora autodenominado Estado Islámico.

La discusión de algunos expertos en Washington, casi bizantina, es si destruir y derrotar son sinónimos. Si lo son, el objetivo es factible, aunque lleve años: el EI, un grupo escindido de Al Qaeda que aspira a crear un califato en Oriente Próximo, podría perder territorio hasta quedar en un grupúsculo más o menos inocuo. Pero si se entiende destruir en el sentido de eliminar, entonces la dificultad de la intervención se multiplica y posiblemente sólo sea posible con el apoyo de tropas terrestres que ahora no existen, como ha escrito Micah Zenko, del laboratorio de ideas Council on Foreign Relations.

Obama ordenó a principios de agosto los ataques en Irak para frenar los avances del EI hacia Kirkuk, una ciudad del Kurdistán iraquí, y evitar el genocidio de minorías religiosas. En septiembre amplió la operación a Siria. En ambos casos el presidente de EE UU ha descartado el despliegue de tropas, hasta ahora un tabú en un país que en la última década ha perdido a casi 7.000 militares en las guerras de Irak y Afganistán.

La ausencia de los rebeldes moderados sirios en la reunión de Andrew es significativa: Estados Unidos cree que, sin un entrenamiento previo, estos rebeldes no serán capaces de actuar como fuerza terrestre contra los yihadistas. También es significativa la presencia de Turquía. La operación contra el EI en Siria ha disparado la tensión entre EE UU y Turquía, aliados en la OTAN. En los últimos días, Washington y Ankara han cruzado declaraciones y desmentidos a propósito del uso, por los aviones norteamericanos, de la base turca de Incirlik, cerca de la frontera con Siria. Estados Unidos sostiene que Turquía ha dado el permiso, y esta lo niega.

El debate de fondo atañe a la contribución de Ankara a la coalición contra el EI. Turquía condiciona una mayor implicación a que la intervención extranjera apunte, además de al EI, al régimen sirio de Bachar el Asad. La política oficial de la Administración Obama es desde hace tres años que El Asad tiene que abandonar el poder, pero desde este verano, la prioridad es el EI. El Asad puede esperar.

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