Rescatista sirio recuerda el horror de la guerra
Nueva York, AP
A miles de millas de su asolada patria y en el confort y seguridad de Manhattan, Raed Saleh se atragantó al recordar algunos de los horrores que ha presenciado como rescatista en el norte de Siria.
El voluntario dijo sentirse enfadado, engañado y sobre todo, profundamente triste por su país.
"Dos estadounidenses y un británico fueron asesinados, y el mundo entero se movilizó para combatir a Daesh", dijo, refiriéndose al grupo Estado Islámico por su acrónimo en árabe. "En Siria, unas 200.000 personas han muerto, ¿por qué a nadie le importa?".
Desde Nueva York, Saleh dijo haber estado en contacto con sus colegas en Siria por teléfono e internet desde que el martes comenzaron los ataques aéreos de la coalición liderada por Estados Unidos.
"Estábamos rescatando gente de los ataques del régimen sirio. Hoy estamos rescatando gente de los ataques de la coalición", dijo. El Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, con sede en Reino Unido, estima que al menos 13 civiles han muerto por ahora en los ataques de la coalición, mientras que el Pentágono dijo el viernes no haber recibido informes de bajas civiles en operaciones de la coalición.
Saleh forma parte de la fuerza siria de Defensa Civil, un grupo de voluntarios en el norte del país conocidos como los Cascos Blancos, que arriesgan sus vidas para salvar a otros en uno de los países más peligrosos del mundo. Desde la provincia de Idlib, el rescatista viajó esta semana a Estados Unidos dentro de una campaña para dar a conocer el trabajo del grupo, en un aparte de las reuniones de la Asamblea General de Naciones Unidas.
En una fragmentada nación donde los servicios públicos como hospitales apenas existen y abunda el odio religioso, el trabajo de los jóvenes y desarmados voluntarios, procedentes de diferentes entornos, resulta inspirador.
En videos de aficionados subidos a internet por activistas se ve a estos hombres, con sus cascos blancos y uniformes beige, buscando sobrevivientes entre los escombros de edificios derrumbados, guiando lejos del peligro a víctimas ensangrentadas y en varias ocasiones, sacando a niños pequeños con vida de entre montones de bloques de cemento destrozados.
Los rescatistas se ocupan sobre todo de las tareas tras ataques aéreos del gobierno sirio, pero también acuden tras atentados con coches bomba, bombardeos y fuego de francotiradores.
Más de 190.000 personas han muerto en los cuatro años de guerra civil siria, y millones han abandonado sus hogares, según la ONU. Cientos de miles han resultado heridas.
"Los Cascos Blancos son auténticos héroes que salvan vidas y dan esperanza a los que enfrentan el incansable bombardeo indiscriminado de Siria sobre barrios civiles", afirmó Peggy Hicks, activista de Human Rights Watch.
Faruk al-Habib, un sirio de Homs que gestiona la formación y la entrega de material a los Cascos Blancos, dijo que países occidentales como Francia, Reino Unido, Italia y Estados Unidos, además de Japón, les ofrecieron uniformes, vehículos, equipo ligero y otra asistencia. Sin embargo, señaló, no es suficiente.
En Nueva York, el grupo celebró un debate y otras actividades esta semana para darse a conocer y reunir donaciones para el grupo de 1.100 voluntarios de Cascos Blancos.
Saleh, un ex vendedor de electrónica de 30 años, se unió a las protestas contra el presidente sirio, Bashar Assad, en marzo de 2011, y pronto tuvo que abandonar su ciudad, Yisr al Shughur, en la provincia de Idlib, cuando se convirtió en el frente de batalla.
El año pasado viajó a Turquía con un grupo de voluntarios para recibir entrenamiento sobre misiones de búsqueda y rescate, y volvió para abrir el primer centro de Defensa Civil en Yacubiya, en Idlib.
El lema del grupo es un verso del Corán, que dice "Y aquel que salve una vida, será como si hubiera salvado a toda la humanidad".
"Cada día, cuando oigo que se sacó a alguien con vida de entre los escombros, es el día más feliz de mi vida", dijo Saleh, que recordó como su peor experiencia un atentado donde murieron más de 50 personas, y no pudo hacer más que recoger cadáveres calcinados de la calle.
A miles de millas de su asolada patria y en el confort y seguridad de Manhattan, Raed Saleh se atragantó al recordar algunos de los horrores que ha presenciado como rescatista en el norte de Siria.
El voluntario dijo sentirse enfadado, engañado y sobre todo, profundamente triste por su país.
"Dos estadounidenses y un británico fueron asesinados, y el mundo entero se movilizó para combatir a Daesh", dijo, refiriéndose al grupo Estado Islámico por su acrónimo en árabe. "En Siria, unas 200.000 personas han muerto, ¿por qué a nadie le importa?".
Desde Nueva York, Saleh dijo haber estado en contacto con sus colegas en Siria por teléfono e internet desde que el martes comenzaron los ataques aéreos de la coalición liderada por Estados Unidos.
"Estábamos rescatando gente de los ataques del régimen sirio. Hoy estamos rescatando gente de los ataques de la coalición", dijo. El Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, con sede en Reino Unido, estima que al menos 13 civiles han muerto por ahora en los ataques de la coalición, mientras que el Pentágono dijo el viernes no haber recibido informes de bajas civiles en operaciones de la coalición.
Saleh forma parte de la fuerza siria de Defensa Civil, un grupo de voluntarios en el norte del país conocidos como los Cascos Blancos, que arriesgan sus vidas para salvar a otros en uno de los países más peligrosos del mundo. Desde la provincia de Idlib, el rescatista viajó esta semana a Estados Unidos dentro de una campaña para dar a conocer el trabajo del grupo, en un aparte de las reuniones de la Asamblea General de Naciones Unidas.
En una fragmentada nación donde los servicios públicos como hospitales apenas existen y abunda el odio religioso, el trabajo de los jóvenes y desarmados voluntarios, procedentes de diferentes entornos, resulta inspirador.
En videos de aficionados subidos a internet por activistas se ve a estos hombres, con sus cascos blancos y uniformes beige, buscando sobrevivientes entre los escombros de edificios derrumbados, guiando lejos del peligro a víctimas ensangrentadas y en varias ocasiones, sacando a niños pequeños con vida de entre montones de bloques de cemento destrozados.
Los rescatistas se ocupan sobre todo de las tareas tras ataques aéreos del gobierno sirio, pero también acuden tras atentados con coches bomba, bombardeos y fuego de francotiradores.
Más de 190.000 personas han muerto en los cuatro años de guerra civil siria, y millones han abandonado sus hogares, según la ONU. Cientos de miles han resultado heridas.
"Los Cascos Blancos son auténticos héroes que salvan vidas y dan esperanza a los que enfrentan el incansable bombardeo indiscriminado de Siria sobre barrios civiles", afirmó Peggy Hicks, activista de Human Rights Watch.
Faruk al-Habib, un sirio de Homs que gestiona la formación y la entrega de material a los Cascos Blancos, dijo que países occidentales como Francia, Reino Unido, Italia y Estados Unidos, además de Japón, les ofrecieron uniformes, vehículos, equipo ligero y otra asistencia. Sin embargo, señaló, no es suficiente.
En Nueva York, el grupo celebró un debate y otras actividades esta semana para darse a conocer y reunir donaciones para el grupo de 1.100 voluntarios de Cascos Blancos.
Saleh, un ex vendedor de electrónica de 30 años, se unió a las protestas contra el presidente sirio, Bashar Assad, en marzo de 2011, y pronto tuvo que abandonar su ciudad, Yisr al Shughur, en la provincia de Idlib, cuando se convirtió en el frente de batalla.
El año pasado viajó a Turquía con un grupo de voluntarios para recibir entrenamiento sobre misiones de búsqueda y rescate, y volvió para abrir el primer centro de Defensa Civil en Yacubiya, en Idlib.
El lema del grupo es un verso del Corán, que dice "Y aquel que salve una vida, será como si hubiera salvado a toda la humanidad".
"Cada día, cuando oigo que se sacó a alguien con vida de entre los escombros, es el día más feliz de mi vida", dijo Saleh, que recordó como su peor experiencia un atentado donde murieron más de 50 personas, y no pudo hacer más que recoger cadáveres calcinados de la calle.