Choque de titanes en México por la apertura del sector de la televisión
-La licitación de dos nuevo canales en abierto está orientada a romper el duopolio en el sector
-El fallo se conocerá el primer trimestre de 2015
-Se han presentado siete contendientes pero sus nombres todavía no se han hecho públicos
Jan Martínez Ahrens
México, El País
La partida ha empezado. Los vientos de cambio que recorren estos días México han irrumpido en el estático sector de la televisión. Y los primeros movimientos han sido bien sonoros. El Instituto Federal de Telecomunicaciones ha abierto la licitación de dos televisiones en abierto. El objetivo: acabar con el duopolio que agarrota el sector. Siete contendientes se han presentado. Aunque sus nombres no se han publicado oficialmente, los codazos ya se han hecho sentir. El mayor golpe lo ha recibido el segundo hombre más rico del país, el escurridizo Germán Larrea, propietario de Grupo México, un gigantesco y rentable emporio minero. El llamado Rey del Cobre, con una fortuna de 14.700 millones de dólares, ha sido expulsado con cajas destempladas del consejo de administración de Televisa. La orden procedió de su dueño, Emilio Azcárraga Jean, otro de los titanes mexicanos, enfurecido al descubrir que Larrea estaba pujando a escondidas por una de las cadenas en abierto. “Un acto de deslealtad”, sentenciaron desde Televisa. Fiel a su tradición, el enigmático Larrea, acosado ahora por una catástrofe ambiental en Sonora, salió en silencio. Pero a su alrededor el ruido mediático se volvió ensordecedor. El choque de colosos, aunque fugaz, había puesto las cartas sobre la mesa. La contienda hace y deshace amistades.
Aún falta tiempo para que se conozca el fallo de la licitación. Será en el primer trimestre de 2015. Pero el atractivo de la oferta es suficientemente alto para que el sector bulla. México, con 115 millones de habitantes, posee un mercado televisivo que genera 3.500 millones de dólares anuales en publicidad en abierto y otros 500 millones en venta de contenidos, según la consultoría The-CIU. El acceso a este caudal no es fácil. El precio base de la cadena se sitúa en unos 70 millones de dólares y la denominada “fianza de seriedad” es de 34,5 millones. A esto se debe sumar el coste de crear una televisión, estimado en unos 200 millones de dólares o 150 millones si se dispone de infraestructura. A los contendientes, además, se les exige la presentación de “un proyecto de programación que promueva e incluya la difusión de contenidos nacionales, regionales y locales”.
Pero el mayor desafío para los futuros jugadores radica en la madurez del propio sector. El territorio lo copan dos competidores formidables: Televisa (en torno al 45% audiencia, 70% publicidad) y Televisión Azteca (20% audiencia, 30% publicidad). Con adversarios tan firmemente enraizados, los planes de crecimiento de los recién llegados tienen que ser comedidos. El propio Instituto Federal de Telecomunicaciones calcula que las nuevas cadenas podrán llegar a ocupar, si nada se tuerce, el 8,5% del mercado al quinto año, es decir, en 2020 como pronto.
“No es sencillo. Televisa y Televisión Azteca tienen mucha experiencia y conocen bien al espectador mexicano. Pero hay una oportunidad, si se sabe aprovechar, porque la concesión es una buena plataforma para diversificarse”, afirma el analista y profesor universitario Gabriel Sosa Plata.
Otro factor decisivo es la transición digital. Este proceso de transformación tiene como fecha límite el 31 de diciembre de 2015. “Los nuevos canales son de televisión digital, pero este segmento posee ahora una penetración de solo el 30%, esto coloca a los que ganen la licitación en situación de desventaja inicial. Si hay retrasos en la digitalización, sufrirán, porque no llegarán a toda la audiencia, y eso afectará a los ingresos por publicidad”, señala el analista Mony de Swaan, expresidente de la Comisión Federal de Telecomunicaciones.
La identidad de los contendientes aún no se ha hecho pública. La diferentes filtraciones apuntan que son siete grandes empresarios mexicanos, el más poderoso de ellos, Germán Larrea. La revista Forbes ha señalado también la participación de Manuel Arroyo, Olegario Vázquez Aldir, Mario Vázquez Raña, Francisco Aguirre, Ariel Picker y la familia Maccise.
La presencia de operadores extranjeros se topa con filtros. La cláusula de reciprocidad impone al competidor foráneo proceder de un país que ofrezca condiciones equivalentes para un inversor mexicano, así como no tener más del 49% de una empresa televisiva o radiofónica en México. Y en la última modificación de las bases de licitación, el IFT exige “la opinión previa y favorable de la Comisión Nacional de Inversiones Extranjeras”.
Por las leyes de la competencia, tanto Azcárraga como Ricardo Salinas, dueño de Televisión Azteca, no tienen permitida la entrada. Pero el gran ausente de esta competición es Carlos Slim, el hombre más rico del planeta, el rey midas de la telecomunicación. En pleno proceso de desmembración de América Móvil para quitarse la onerosa calificación de agente económico preponderante, el titán tiene aún vetado su acceso. Su objetivo declarado, con todo, es otro: lanzarse a la televisión de pago cuando se haya liberado de las restricciones impuestas por su enorme tamaño. “Nuestro interés, más que la televisión en abierto, es la de pago. Durante muchos años hemos estado con una mano amarrada mientras nuestros competidores ofrecían los tres servicios: voz, datos y televisión. Así es que esa sería nuestra tirada: poder ofrecer televisión de pago lo antes posible”, ha dicho el portavoz de Telmex, Arturo Elías Ayub.
La idea de diversificación del producto, a juicio de los especialistas, resulta fundamental. Y la propia concesión así parece reconocerlo, en la medida en que autoriza explotar todos los servicios que el espectro permita. “Si solo se ofrece televisión en abierto, puede registrase un problema de rentabilidad. Las expectativas mejoran con el triple y el cuádruple play [televisión, internet, teléfono fijo y móvil]. Otro elemento es la influencia y el poder que otorga una televisión en abierto y que suponen también un incentivo”, indica De Swaan.
Pese a los riesgos económicos, los expertos coinciden en que la apertura del mercado televisivo a nuevos competidores supone una bocanada de aire fresco que alimentará la pluralidad. La fecha de culminación del proceso, sin embargo, provoca dudas. “Es una buena medida; genera diversidad, pero solo si llega a buen puerto y no se pierde en la fase final en litigios. En caso de que todo vaya bien, aunque las cadenas se otorguen en 2015, no será hasta 2016 o 2017 cuando operen a pleno rendimiento”, indica Sosa Plata.
-El fallo se conocerá el primer trimestre de 2015
-Se han presentado siete contendientes pero sus nombres todavía no se han hecho públicos
Jan Martínez Ahrens
México, El País
La partida ha empezado. Los vientos de cambio que recorren estos días México han irrumpido en el estático sector de la televisión. Y los primeros movimientos han sido bien sonoros. El Instituto Federal de Telecomunicaciones ha abierto la licitación de dos televisiones en abierto. El objetivo: acabar con el duopolio que agarrota el sector. Siete contendientes se han presentado. Aunque sus nombres no se han publicado oficialmente, los codazos ya se han hecho sentir. El mayor golpe lo ha recibido el segundo hombre más rico del país, el escurridizo Germán Larrea, propietario de Grupo México, un gigantesco y rentable emporio minero. El llamado Rey del Cobre, con una fortuna de 14.700 millones de dólares, ha sido expulsado con cajas destempladas del consejo de administración de Televisa. La orden procedió de su dueño, Emilio Azcárraga Jean, otro de los titanes mexicanos, enfurecido al descubrir que Larrea estaba pujando a escondidas por una de las cadenas en abierto. “Un acto de deslealtad”, sentenciaron desde Televisa. Fiel a su tradición, el enigmático Larrea, acosado ahora por una catástrofe ambiental en Sonora, salió en silencio. Pero a su alrededor el ruido mediático se volvió ensordecedor. El choque de colosos, aunque fugaz, había puesto las cartas sobre la mesa. La contienda hace y deshace amistades.
Aún falta tiempo para que se conozca el fallo de la licitación. Será en el primer trimestre de 2015. Pero el atractivo de la oferta es suficientemente alto para que el sector bulla. México, con 115 millones de habitantes, posee un mercado televisivo que genera 3.500 millones de dólares anuales en publicidad en abierto y otros 500 millones en venta de contenidos, según la consultoría The-CIU. El acceso a este caudal no es fácil. El precio base de la cadena se sitúa en unos 70 millones de dólares y la denominada “fianza de seriedad” es de 34,5 millones. A esto se debe sumar el coste de crear una televisión, estimado en unos 200 millones de dólares o 150 millones si se dispone de infraestructura. A los contendientes, además, se les exige la presentación de “un proyecto de programación que promueva e incluya la difusión de contenidos nacionales, regionales y locales”.
Pero el mayor desafío para los futuros jugadores radica en la madurez del propio sector. El territorio lo copan dos competidores formidables: Televisa (en torno al 45% audiencia, 70% publicidad) y Televisión Azteca (20% audiencia, 30% publicidad). Con adversarios tan firmemente enraizados, los planes de crecimiento de los recién llegados tienen que ser comedidos. El propio Instituto Federal de Telecomunicaciones calcula que las nuevas cadenas podrán llegar a ocupar, si nada se tuerce, el 8,5% del mercado al quinto año, es decir, en 2020 como pronto.
“No es sencillo. Televisa y Televisión Azteca tienen mucha experiencia y conocen bien al espectador mexicano. Pero hay una oportunidad, si se sabe aprovechar, porque la concesión es una buena plataforma para diversificarse”, afirma el analista y profesor universitario Gabriel Sosa Plata.
Otro factor decisivo es la transición digital. Este proceso de transformación tiene como fecha límite el 31 de diciembre de 2015. “Los nuevos canales son de televisión digital, pero este segmento posee ahora una penetración de solo el 30%, esto coloca a los que ganen la licitación en situación de desventaja inicial. Si hay retrasos en la digitalización, sufrirán, porque no llegarán a toda la audiencia, y eso afectará a los ingresos por publicidad”, señala el analista Mony de Swaan, expresidente de la Comisión Federal de Telecomunicaciones.
La identidad de los contendientes aún no se ha hecho pública. La diferentes filtraciones apuntan que son siete grandes empresarios mexicanos, el más poderoso de ellos, Germán Larrea. La revista Forbes ha señalado también la participación de Manuel Arroyo, Olegario Vázquez Aldir, Mario Vázquez Raña, Francisco Aguirre, Ariel Picker y la familia Maccise.
La presencia de operadores extranjeros se topa con filtros. La cláusula de reciprocidad impone al competidor foráneo proceder de un país que ofrezca condiciones equivalentes para un inversor mexicano, así como no tener más del 49% de una empresa televisiva o radiofónica en México. Y en la última modificación de las bases de licitación, el IFT exige “la opinión previa y favorable de la Comisión Nacional de Inversiones Extranjeras”.
Por las leyes de la competencia, tanto Azcárraga como Ricardo Salinas, dueño de Televisión Azteca, no tienen permitida la entrada. Pero el gran ausente de esta competición es Carlos Slim, el hombre más rico del planeta, el rey midas de la telecomunicación. En pleno proceso de desmembración de América Móvil para quitarse la onerosa calificación de agente económico preponderante, el titán tiene aún vetado su acceso. Su objetivo declarado, con todo, es otro: lanzarse a la televisión de pago cuando se haya liberado de las restricciones impuestas por su enorme tamaño. “Nuestro interés, más que la televisión en abierto, es la de pago. Durante muchos años hemos estado con una mano amarrada mientras nuestros competidores ofrecían los tres servicios: voz, datos y televisión. Así es que esa sería nuestra tirada: poder ofrecer televisión de pago lo antes posible”, ha dicho el portavoz de Telmex, Arturo Elías Ayub.
La idea de diversificación del producto, a juicio de los especialistas, resulta fundamental. Y la propia concesión así parece reconocerlo, en la medida en que autoriza explotar todos los servicios que el espectro permita. “Si solo se ofrece televisión en abierto, puede registrase un problema de rentabilidad. Las expectativas mejoran con el triple y el cuádruple play [televisión, internet, teléfono fijo y móvil]. Otro elemento es la influencia y el poder que otorga una televisión en abierto y que suponen también un incentivo”, indica De Swaan.
Pese a los riesgos económicos, los expertos coinciden en que la apertura del mercado televisivo a nuevos competidores supone una bocanada de aire fresco que alimentará la pluralidad. La fecha de culminación del proceso, sin embargo, provoca dudas. “Es una buena medida; genera diversidad, pero solo si llega a buen puerto y no se pierde en la fase final en litigios. En caso de que todo vaya bien, aunque las cadenas se otorguen en 2015, no será hasta 2016 o 2017 cuando operen a pleno rendimiento”, indica Sosa Plata.