Por qué Obama autorizó bombardeos en Irak y no en Siria
Londres, BBC
Con lo complejas que suelen ser las decisiones que se toman en política internacional, sorprendió que pasaran apenas unas horas entre el anuncio del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, sobre los ataques aéreos selectivos sobre Irak y que se realizaran los primeros bombardeos.
La urgencia de la situación en que se encontraba la minoría religiosa de los yazidíes, refugiados en una montaña en el norte de Irak sin comida ni bebida en aquel momento, y la cercanía de los militantes del grupo yihadista Estado Islámico a la ciudad kurda de Erbil fueron los principales argumentos de Obama para justificar la rapidez de la reacción.
Una rapidez que contrastó con el largo ir y venir de declaraciones, reuniones, comparecencias y advertencias de intervención en Siria, donde finalmente no se logró orquestar una acción internacional ni tampoco se puso en marcha una misión unilateral de EE.UU.
“150.000 sirios muertos preguntan: ¿qué tienen los yazidíes que no tengamos nosotros?”, escribió el editor del grupo Foreign Policy, David Rothkopf, en la red social Twitter.
Numerosas reacciones en redes sociales se hacían preguntas similares.
¿Cómo fue posible actuar tan rápidamente en Irak mientras en Siria continúa el conflicto?
“Hay una analogía con la intervención en Libia, que se puso en marcha en marzo de 2011. El caso de Irak y Libia comparten un factor en común, que es lo que Estados Unidos consideró una amenaza inminente a una población muy particular. EE UU juzgó que podía marcar una diferencia inmediata para esa población tan específica.
“En Siria por supuesto la devastación y el estrago humanitario han sido masivos, pero es mucho más difícil señalar exactamente qué puede hacer EE.UU. en el caso sirio, quiénes son las facciones, dónde está el interés de EE.UU. En el caso de Irak y Libia era más simple determinar qué lado podía ser ayudado de una manera limitada y rápida”, añade Saunders.
Sin olvidar que, en el caso de Irak, fue el propio gobierno quien pidió la ayuda de Estados Unidos.
Fue en el mes de junio, para contrarrestar el embate del grupo militante Estado Islámico (EI, antes conocido como ISIS), que en esas fechas se hizo con el control de grandes áreas de terreno iraquí, entre ellas la importante ciudad de Mosul.
Por el contrario, en Siria la intervención internacional se planteó como un ataque contra el gobierno del presidente Bashar al Asad, inmerso en una guerra civil con diversas facciones rebeldes –unas más moderadas que otras, entre ellas el propio Estado Islámico- desde marzo de 2011.
La denuncia del supuesto uso de armas químicas por parte del gobierno sirio fue el detonante que aceleró los preparativos para una posible operación en Siria.
Pero en aquella ocasión, Obama esperó a contar con el apoyo de sus aliados, en particular Reino Unido. El parlamento británico votó en contra de una misión en Siria, el gobierno francés se mostró indeciso, y Obama se vio solo.
Del otro lado, el fuerte apoyo de Rusia e Irán al gobierno de Bashar al Asad suponían una dificultad insuperable en aquel momento.
“En el caso de Siria había una dimensión internacional más grande, más complicada en cuanto a quién estaba de un lado o del otro”, sostiene Saunders, quien añade que por su parte el EI no tiene mucho apoyo externo.
No está claro quién se opone a esta última misión de EE.UU. más allá de las sospechas de supuesto financiamiento al EI por parte de Arabia Saudita y Qatar.
Tanto Rusia como Irán están en contra del grupo sunita. Incluso la propia al Qaeda parece renegar de ellos.
“Obama heredó la guerra en Irak y trató de responder a ella desde el primer día de su gobierno, mientras el conflicto en Siria fue creciendo progresivamente desde las protestas en 2011 y llegó a un punto de quiebre en el verano boreal del año pasado.
“Como Obama prometió ponerle fin a la guerra en Irak y así lo declaró de manera triunfal en 2011 cuando retiró su tropa, siente una responsabilidad especial, casi única, por lo que ocurra en ese país”, agrega Sparrow. “Eso también responde al costo humano asociado con ese conflicto: más de un millón de estadounidenses participaron en ella y unos 4.500 murieron”.
A este sentido de la responsabilidad moral se le une el temor a estar ante un posible caso de genocidio y que EE.UU. dé una imagen de no haberlo evitado.
En Siria no surgió una minoría que llamara tanto la atención como ha sucedido con los yazidíes.
En unas declaraciones que no han caído bien en la Casa Blanca, la exsecretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, manifestó este fin de semana que “la falta de acción en Siria condujo a la actual crisis en Irak”, y no es la única persona que considera que el Estado Islámico creció por no haber sido detenido en Siria.
Queda por ver si la acción de EE.UU. en Irak tiene algún tipo de efecto dominó en el conflicto sirio.
La urgencia de la situación en que se encontraba la minoría religiosa de los yazidíes, refugiados en una montaña en el norte de Irak sin comida ni bebida en aquel momento, y la cercanía de los militantes del grupo yihadista Estado Islámico a la ciudad kurda de Erbil fueron los principales argumentos de Obama para justificar la rapidez de la reacción.
Una rapidez que contrastó con el largo ir y venir de declaraciones, reuniones, comparecencias y advertencias de intervención en Siria, donde finalmente no se logró orquestar una acción internacional ni tampoco se puso en marcha una misión unilateral de EE.UU.
“150.000 sirios muertos preguntan: ¿qué tienen los yazidíes que no tengamos nosotros?”, escribió el editor del grupo Foreign Policy, David Rothkopf, en la red social Twitter.
Numerosas reacciones en redes sociales se hacían preguntas similares.
¿Cómo fue posible actuar tan rápidamente en Irak mientras en Siria continúa el conflicto?
Realidades muy distintas
“En Siria por supuesto la devastación y el estrago humanitario han sido masivos, pero es mucho más difícil señalar exactamente qué puede hacer EE.UU. en el caso sirio”
Elizabeth Saunders, dpto. de Ciencia Política de la Universidad George Washington
“Ciertamente es una pregunta que mucha gente se ha hecho y muy difícil de responder”, le dice a BBC Mundo Elizabeth Saunders, profesora del departamento de Ciencia Política de la Universidad George Washington, en Washingotn DC, EE UU.Elizabeth Saunders, dpto. de Ciencia Política de la Universidad George Washington
“Hay una analogía con la intervención en Libia, que se puso en marcha en marzo de 2011. El caso de Irak y Libia comparten un factor en común, que es lo que Estados Unidos consideró una amenaza inminente a una población muy particular. EE UU juzgó que podía marcar una diferencia inmediata para esa población tan específica.
“En Siria por supuesto la devastación y el estrago humanitario han sido masivos, pero es mucho más difícil señalar exactamente qué puede hacer EE.UU. en el caso sirio, quiénes son las facciones, dónde está el interés de EE.UU. En el caso de Irak y Libia era más simple determinar qué lado podía ser ayudado de una manera limitada y rápida”, añade Saunders.
Sin olvidar que, en el caso de Irak, fue el propio gobierno quien pidió la ayuda de Estados Unidos.
Fue en el mes de junio, para contrarrestar el embate del grupo militante Estado Islámico (EI, antes conocido como ISIS), que en esas fechas se hizo con el control de grandes áreas de terreno iraquí, entre ellas la importante ciudad de Mosul.
Por el contrario, en Siria la intervención internacional se planteó como un ataque contra el gobierno del presidente Bashar al Asad, inmerso en una guerra civil con diversas facciones rebeldes –unas más moderadas que otras, entre ellas el propio Estado Islámico- desde marzo de 2011.
Respaldo internacional
Sin embargo, y pese a la complejidad de la situación, Barack Obama parecía dispuesto a intervenir en Siria por estas fechas hace un año.La denuncia del supuesto uso de armas químicas por parte del gobierno sirio fue el detonante que aceleró los preparativos para una posible operación en Siria.
Pero en aquella ocasión, Obama esperó a contar con el apoyo de sus aliados, en particular Reino Unido. El parlamento británico votó en contra de una misión en Siria, el gobierno francés se mostró indeciso, y Obama se vio solo.
Del otro lado, el fuerte apoyo de Rusia e Irán al gobierno de Bashar al Asad suponían una dificultad insuperable en aquel momento.
No está claro quién se opone a esta última misión de EE.UU. más allá de las sospechas de supuesto financiamiento al EI por parte de Arabia Saudita y Qatar.
Tanto Rusia como Irán están en contra del grupo sunita. Incluso la propia al Qaeda parece renegar de ellos.
Sentido de la responsabilidad sobre Irak
“Otra diferencia entre Siria e Irak responde a la naturaleza de los dos conflictos”, explica el corresponsal de BBC Mundo en Washington, Thomas Sparrow.“Como Obama prometió ponerle fin a la guerra en Irak y así lo declaró de manera triunfal en 2011 cuando retiró su tropa, siente una responsabilidad especial, casi única, por lo que ocurra en ese país”, agrega Sparrow. “Eso también responde al costo humano asociado con ese conflicto: más de un millón de estadounidenses participaron en ella y unos 4.500 murieron”.
A este sentido de la responsabilidad moral se le une el temor a estar ante un posible caso de genocidio y que EE.UU. dé una imagen de no haberlo evitado.
En Siria no surgió una minoría que llamara tanto la atención como ha sucedido con los yazidíes.
Conflictos interrelacionados
Si bien todas estas diferencias separan los dos conflictos, también es inevitable realizar la asociación entre ellos.En unas declaraciones que no han caído bien en la Casa Blanca, la exsecretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, manifestó este fin de semana que “la falta de acción en Siria condujo a la actual crisis en Irak”, y no es la única persona que considera que el Estado Islámico creció por no haber sido detenido en Siria.
Queda por ver si la acción de EE.UU. en Irak tiene algún tipo de efecto dominó en el conflicto sirio.